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La situación era tan extrema que los abuelos del pequeño ya lo habían preparado psicológicamente para recibir una mala noticia.

El accidente fue brutal. Danielle, una mujer de 34 años de Massachusetts (EEUU), madre soltera, se rompió la espalda y el cuello. El vidrio triturado del vehículo se le coló en las vías respiratorias y le desgarró la garganta. Cayó en coma. Su cabeza y su espalda estaban fijadas con una estructura de metal que pretendía reparar su cuerpo roto.

La situación era desesperante, los médicos miraban el caso con reservas y, a pesar de los esfuerzos y la medicación, no esperaban nada bueno. A Ethan, el hijo de Danielle, no le dejaban ir a ver a su madre. El pequeño preguntaba si se iba a morir y los abuelos se veían obligados a dudar. La situación era tan extrema que habían preparado psicológicamente al pequeño. El cerebro de la madre se había inflamado mucho y eso era mala señal.

Danielle se mantuvo 16 días en coma. Los abuelos, en último intento, decidieron grabar un mensaje con la voz de Ethan. En el hospital lo reprodujeron: “Hola, mami, soy yo. Estoy con Nanny y estoy a salvo. Tú solo tienes que hacer lo que los doctores dicen para que puedas estar mejor y despertar pronto. Te amo, mami”. Ahí ocurrió la magia. El cerebro golpeado de Danielle debió de agitarse, empezar a trazar conexiones, a resucitar momentos, a imaginar vivencias nuevas cuya realidad solo dependía del gesto de abrir los ojos. Científicamente no se sabrá qué ocurrió en su organismo, pero lo real es que despertó.

Tiempo después, Danielle reconoció que durante el accidente, a pesar de la velocidad y de los golpes, sólo pudo pensar en una cosa: “Todo pasó demasiado rápido, pero hubo tiempo suficiente para que pasara una cosa por mi mente. Todo lo que podía pensar era en Ethan“. Ahora, Danielle, a pesar de haber perdido un brazo, ya se ha incorporado a la vida con normalidad.

 

Vía Mihimu

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