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Aldo Maria Valli nos acompaña a la residencia del Papa Francisco

La Casa Santa Marta, la residencia que el Papa Francisco ha escogido para vivir en lugar de residir en el apartamento papal del Palacio Apostólico, se ha vuelto en pocos meses uno de los lugares más importantes del mundo, pero aún se sabe poco de cómo se desarrolla la vida del Papa dentro de ella.

Por este motivo, el vaticanista Aldo Maria Valli ha escrito “Con Francisco en Santa Marta. Viaje en la casa del Papa” (Ancora), para descubrir este lugar que, junto al ex monasterio Mater Ecclesiae, situado a pocos minutos y la ahora casa del Papa emérito Benedicto XVI, “es el epicentro de una verdadera ‘revolución’, cuyas consecuencias podrán quizá ser apreciadas plenamente sólo por los históricos”.

En un día del febrero pasado, el autor recorrió la residencia después que le fuera pedido realizar un Especial Tg1 sobre el primer año de pontificado de Francisco. “La idea”, explicó, “era darle a nuestro reportaje un enfoque diferente de lo habitual: no solo recorrer las etapas más importantes y significativas de un periodo tan denso de novedades y emociones, sino recoger las voces de tantas personas que habrían podido darnos su testimonio valioso acerca de la personalidad de Francisco y su modo de ser sucesor de Pedro”.

Ya sabía que Francisco tiene un estilo de vida marcado por la sobriedad y la humildad, pero no me imaginaba tanta familiaridad y amistad con las personas que trabajan en Santa Marta”, comentó Valli. “A todos aquellos a quienes he escuchado me han explicado de manera extremadamente espontánea y vívida que Francisco no es un huésped al que hay que servir y reverenciar, sino un amigo y un padre con el cual cada uno entra en contacto casi cotidianamente, recibiendo a cambio el don de una gran serenidad”.

Valli ha podido hablar con el mismo Papa, “tocando con la mano su sencillez, su modo franco y genuino de ponerse frente al otro y también su apertura y su confianza hacia quien, como el que suscribe, aunque siendo periodista, y por lo tanto, irremediablemente invidente, es acogido con simpatía y sin sombra de desconfianza”.

De esa experiencia, el periodista ha deducido que “la ‘conversión’ del papado, de la que Francisco habla en la Evangelii gaudium, no es sólo un propósito, ni mucho menos un eslogan o una cuestión meramente teórica, sino es vida en acto, cada día, también y sobretodo cuando el Papa está lejos de la escena mediática”.

Una cosa es cierta. Cuando Francisco decidió vivir en Santa Marta y no en el apartamento a su disposición del Palacio Apostólico, introdujo en el pontificado una novedad que no es sólo de tipo organizativo, sino un punto decisivo en el plano pastoral y teológico”, y dio “un sello indeleble a su pontificado”, “una huella comprensible para todos, marcada por la pobreza evangélica y la sencillez franciscana, tanto es así que, según muchos observadores, si Bergoglio hubiera ido a vivir al Palacio Apostólico no habría sido el mismo Papa que hemos visto, conocido y escuchado a partir del 13 de marzo de 2013, día de su elección, y su enseñanza no habría sido, igualmente creíble e incisiva”.

Durante el cónclave, Bergoglio se había quedado en la habitación número 207 (echada a la suerte, como para todos los demás cardenales), mientras que ahora tiene a disposición un apartamento, el número 201, una cincuentena de metros cuadrados en total, con un estudio y una habitación para dormir. “La primera estancia es un saloncito con un par de butacas, un sofá, un escritorio, una librería y un crucifijo. Ningún signo de lujo: sobriedad absoluta. La segunda es una habitación monacal: cama de madera oscura, armario, mesita. Las luces neón vuelven el ambiente un poco frío, tipo pensión, pero el Papa no es uno que presta atención”.

En Santa Marta, observa Valli, Bergoglio ha encontrado “una dimensión que le permite alcanzar diversos objetivos: privilegiar el aspecto pastoral de la misión del Papa; ofrecer un ejemplo práctico de cómo, a su juicio, deben ser las homilías (breves y que no parezcan conferencias o lecciones, aconseja en la Evangelii Gaudium); permanecer sólidamente enganchado al mensaje evangélico; reafirmar que la autoridad papal es ejercida desde abajo, sin triunfalismos; expresarse con libertad, evitando las arenas movedizas curiales; preservarse a si mismo del riesgo de dejarse contagiar por el clericalismo”.

Una pequeña curiosidad respecto a la servilleta del Papa en las comidas. “Cuando Francisco se dio cuenta que se le cambiaba en cada comida, tres veces al día, dijo: ‘¡Pero qué desperdicio! ¿Por qué es necesario cambiar una servilleta limpia?’. Ha pedido, por lo tanto, que se le cambiara solo un par de veces a la semana, y ahora la servilleta del Papa es conservada, como del resto de huéspedes, en un sobre. Solo que, en el caso del Papa, está bordado sobre el sobre, ‘P. Francisco’”.

Vía: Aleteia

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