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Existen muchos pecados… pero por ejemplo: ¿sufrir de depresión o de ansiedad tal vez es también uno de ellos o no?

Una vez leí un artículo en donde se citaba al Papa Francisco hablando de la necesidad de superar con plenitud los estigmas frente a las enfermedades mentales, y de suscitar una mayor sensibilidad hacia quienes sufren problemas de salud mental (como por ejemplo la depresión y la angustia). Esta reflexión da lugar a un profundo análisis.

 

 

Los estigmas de las enfermedades mentales

Si alguna vez has experimentado una crisis de ansiedad o depresión, seguramente te habrás preguntado: ¿lo que estoy viviendo es fruto del pecado?, ¿lo que me está pasando tiene raíz en algo espiritual o demoníaco?, ¿estoy pecando al tener estas crisis?

Porque es común escuchar cosas como “si creyeras en Dios realmente, no te pasaría eso” o “te falta orar más” o “los que de verdad confían en Dios no tienen ansiedad” o “Dios es alegría; por ende, no estás lleno de Dios”.

Pero lo que todavía no entendemos es que estos juicios estigmatizan los problemas de salud mental, y en ningún escenario constituyen un apoyo o una luz para quienes los padecen. Hoy te quiero compartir mi historia, parte de la cual es haber sufrido de ansiedad y depresión antes de mi conversión, y también ahora, que conozco y amo profundamente a Dios.

 

 

Las causas, el diagnóstico y la fe

Al pensar en las enfermedades mentales podemos caer en dos extremos: el “científico reduccionista” y el “religioso demonizante”. Pero hace poco, yo descubrí a un doctor en Filosofía y Teología que analiza los problemas de salud mental a la luz de la fe y los padres de la iglesia. Y su postura le dio mucha luz a la mía.

El doctor plantea que las causas de los trastornos mentales pueden ser diversas, y que es precisamente encontrando las causas como podremos realmente pensar en un diagnóstico y en un tratamiento acertados. Para esto, define tres categorías:

  • La primera categoría: enfermedades en sentido estricto, es decir, con una causa fisiológicamente orgánica.
  • Categoría 2: trastornos con causa diabólica.
  • Categoría 3: trastornos con causas espirituales, es decir, una respuesta a los vicios.

Y lo maravilloso de su análisis es que llega a la conclusión de que, independientemente de la causa, padecer estas enfermedades —como sucede con cualquier otra— es una forma de purificación de los pecados; y que el ayuno, la oración, el reposo y un tratamiento médico son el remedio principal para estos males.

Mi historia con la depresión y la ansiedad

Cuando estaba totalmente alejada de Dios, experimenté una profunda ansiedad y depresión, que me llevaron incluso a pensar e idear la forma de quitarme la vida. Evidentemente, hoy puedo decir con certeza que este episodio fue una respuesta a los vicios y pecados en los que me encontraba en ese momento: estaba tan sumergida en la lujuria, la soberbia y la vanidad, que, al perder ciertas cosas, perdí todas mis ganas de vivir.

Este episodio y las crisis y ataques que conllevó se solucionaron cuando tuve mi encuentro personal con Cristo. Cuando me reconcilié con Él y empecé a llevar una vida de fe y oración asidua. Sin embargo, tiempo después de mi conversión, comencé a experimentar ataques de pánico y ansiedad que no podía controlar con la oración.

Taquicardia de 190 latidos por minuto en estado de reposo, sensación de ahogo y dificultad para respirar con una saturación perfecta, presión y dolor en el pecho sin un ataque cardíaco, dolor en la boca del estómago incluso después de comer, y falta de apetito sin haber comido algo en horas. Todos estos síntomas me llevaron a urgencias, ¡más de diez veces en un mes!

He vivido las dos caras de la moneda, y sé que no en todos los casos los problemas de salud mental se asocian indudablemente a vicios, pecados y lejanía con Dios. A pesar de ir a misa diaria, rezar el rosario todos los días y practicar la fe con fervor, la ansiedad también puede llegar a tu vida, así como cualquier problema o cualquier enfermedad.

Después de suspender la medicación por 4 meses, he tenido que volver a tomarla y, a pesar de eso, sigo confiando en Dios y sigo con la certeza de que Él es fiel. Porque estar con Dios no quiere decir que vayamos a tener una vida perfecta, sino que, en medio del caos, la adversidad y el dolor, Dios estará con nosotros.

 

 

Escrito por: Danny Pérez, vía amafuerte.com

 

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