Un asiduo lector y crítico que se vio acorralado por la duda.
Razón y fe. Términos que pueden considerarse opuestos; sin embargo, Clive Staples Lewis fue un hombre de letras que en un punto de su vida utilizó su capacidad de argumentar para salir en defensa de Dios.
C. S. Lewis fue una figura atípica en el escenario cristiano del siglo XX. Ateo más de la mitad de su vida, se convirtió al cristianismo y llegó a ser apologista, conferencista radical y profesante en el ambiente académico, donde serlo era poco común.
Antes de su conversión, criticaba a aquellos que, según él, eclipsaban su razón bajo el sentimentalismo de la fe y la religión. Su educación y la influencia de distintos maestros, lo llevó a pretender prescindir de la subjetividad y a sumergirse en una supuesta ideología donde solo la racionalidad tenía sentido. Sin embargo, al ser un asiduo lector y crítico se vio acorralado en una constante que le resultó difícil eludir: la duda. Como él reconocería en su autobiografía, no hay ateo en estado puro.
“Todos los libros empezaban a volverse en mi contra (…). No solo McDonald, que había hecho por mí más que ningún escritor, pero era una pena que estuviese tan obsesionado por el cristianismo. Chesterton tenía más sentido común que todos los escritores modernos juntos…, prescindiendo, por supuesto, de su cristianismo. Johnson era uno de los pocos autores en los que me daba la impresión de que se podía confiar totalmente, pero tenía la misma chifladura. Por alguna extrañacoincidencia a Spencer y Milton les pasaba lo mismo. Incluso entre los autores antiguos iba a encontrar la misma paradoja. Los más religiosos (Platón, Esquilo, Virgilio) eran claramente aquellos de los que podía alimentarme de verdad. Por otro lado, con los escritores que no tenían la enfermedad de la religión y con los que, teóricamente, mi afinidad tenía que haber sido total (Shaw, Wells, Mill, Gibbon, Voltaire), ésta afinidad me parecía un poco pequeña. No era que no me gustaran. Todos ellos eran entretenidos, pero nada más. Parecían poco profundos, demasiado simples.
El dramatismo y la densidad de la vida no aparecían en sus obras”.
A partir de entonces, su vida como intelectual ascendería mucho, aunque sin estar exenta de problemas: su conversión provocó muchos rechazos en círculos académicos. Pese a ello, Lewis continuó con su misión de defensa y sus libros resultan muy didácticos y acertados para personas con poco conocimiento religioso. Por ejemplo, él logró explicar claramente el dolor, el amor, la aceptación de Jesús como hijo de Dios y la moral,
entre otros.
Sus contribuciones son varias: a la crítica literaria, literatura infantil, literatura fantástica y teología.
Escribió más de treinta libros, lo cual le permitió alcanzar una enorme audiencia.
Sus más distinguidas y populares obras incluyen Las Crónicas de Narnia, Los Cuatro Amores, Cartas del Diablo a Su Sobrino y Mero Cristianismo.
“Yo vivía, como tantos ateos o antiteístas, en un torbellino de contradicciones. Afirmaba que Dios no existía. A la vez, estaba furioso con Dios por no existir. Y estaba igualmente enojado con Él por haber creado un mundo”.
C. S. Lewis