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El ciudadano ilustre pone en escena varios debates vivos en la Argentina y en el mundo. Uno de ellos es el rechazo a la mirada externa y crítica.

El ciudadano ilustre: reseña de la peliPocas pelis veo dos veces. No sé si les pasa, queridos lectores, pero a mí me es muy difícil ver una historia que me provoque revisar. Cuando lo hago es porque la primera vez me dejó la sensación de que tiene más cosas que decirme.

No me pasa hace años, con nada del cine: no vería dos veces (salvo que la vida de alguien esté en juego) las inagotables mitologías de Marvel-Disney-Lucas-DC-Nosé, o la saga de Bond, James Bond. Nunca me han dado más que efectos especiales, explosiones, derrumbes, catástrofes de cartón piedra, monstruos y pum plaf, chasss, bang, bang.

Mucho menos revisaría alguna comedia romántica de los de siempre, herederos de otros iguales con final de taxi amarillo camino al aeropuerto. O esas de miedo, con autos abandonados, zombies o sótanos con endemoniados de ojos blancos. O esas de erotismos fallidos y elegantes de mal gusto.

En fin, las fórmulas son eso y por eso no encierran novedad alguna; si así ocurriera, no funcionarían. Están hechas en masa para consumo masivo, como el pan de molde. Antes de que me acusen de snob o elitista , les diré que no me parece mal. Ni bien. Como todos, como pan de molde y veo pelis de esas. No pocas veces hago las dos cosas juntas y me entretienen. Ni siquiera ocurre que me disgusten especialmente las fórmulas artísticas.

 

 

Ciudadano Ilustre… verla dos veces

Lo que digo es que hay pelis que veo dos veces (o tres, o cuatro) y Ciudadano ilustre es una de ellas. Sin spoilers, diré que es un extraordinario contrapunto entre la ficción y lo que esta toma de la realidad. Para mí lo extraordinario es que con el cuento simple del triunfador que vuelve al pueblo, abre innumerables ventanas para la reflexión. Y con mucho humor negro.

Por un lado es una parábola de tensión permanente entre lo establecido y lo que se supone supone la buena literatura: remecer precisamente lo establecido. Sea en un villorrio en medio de la nada de un país tercermundista o en la refinadísima gala de Estocolmo en la que se entrega el Nobel, el artista se debate entre la vida y la muerte porque no resiste la realidad, o lo que todos llaman así . Aunque, claro, al mismo tiempo, es un hijo vanidoso de la realidad que no resiste.

Otro ángulo es el artista que con ojos entrenados para ver más hondo, más alto, más allá, cual profeta intramundano, sufre una aguda incomprensión paradójicamente unida al sentido común de los que no lo comprenden. A lo más encontrará alguno que por lo menos comprenda que es un incomprendido y lo apoyará o tendrá compasión.

Otro ángulo más es verla como la historia del artista que, si tiene una mezcla de suerte (y no sé si buena) con talento y dedicación (raras en su naturaleza tendiente a la indisciplina), será reconocido por críticos, académicos, instituciones y el gran público, siempre ávido de ídolos. Entonces, y solo entonces, le darán el Nobel (o cualquier otra medalla) y, como dice el protagonista, pondrá fin a su aventura creativa, y será el inicio de su carrera político-financiera. Irá de premio en premio, de reconocimiento en reconocimiento, de conferencia en conferencia, se hará millonario y se diluirá en el maremagnum de la crítica para terminar siendo un par de iniciales en un crucigrama o un párrafo de wikipedia.

Y bueno, otro más todavía, es la historia del hombre que deja un amor verdadero y lo sustituye por el triunfo , eso que se supone que todos envidiamos, viajes, fama, aplauso y dinero inagotable, pero que al volver a sus orígenes ve como un espejismo que lo ha dejado vacío. Más o menos como las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo.

Por último, se me ocurre también que es una muy interesante parábola moral sobre dos grandes pasiones humanas: la envidia y la vanidad. Y ambas debatiéndose en el escenario de la ignorancia, la mediocridad y el orgullo provinciano que es una de las peores cárceles de la inteligencia. Cabe decir que este orgullo no es exclusivo de las provincias: infesta países enteros e instituciones de todo tipo, hundiéndolos en la autorreferencia y el odio porque quienes no se someten a su tiranía.

Obviamente, hay muchos otros aspectos a considerar. Por eso recomiendo verla, a ver si algún día la conversamos en alguna parte.

 

 

Escrito por: RONCUAZ.

 

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