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Llegar a la tercera edad no puede ser excusa para mantenernos inactivos.

En los últimos años una de las conductas saludables más difundidas en el mundo es la actividad física. La importancia de mover nuestro cuerpo con una visión que va más allá del deporte (actividad física estructurada), incluye también actividades lúdicas, labores domésticas y de desplazamiento. Está claro que estas favorecen a nuestra salud, nos hacen más ágiles, previenen la aparición de diagnósticos crónicos, pero además nos brindan una excelente oportunidad de socializar y sentir bienestar.

La actividad símbolo de salud

Se espera que al pasar los años nuestro cuerpo pierda ciertas destrezas y atributos físicos, sin embargo, la actividad es fundamental en la vida de cualquier adulto mayor. Incluso toma especial relevancia para mantenerse saludable y en casos de ciertos diagnósticos médicos colabora para conseguir mejores pronósticos.

Podríamos pensar que el descanso bien merecido de los adultos mayores implica pasividad o inactividad, corriendo el riesgo de inhabilitarlos o aislarlos y privándolos del beneficio de involucrarse en activamente de la vida cotidiana y acelerando el deterioro propio de esta etapa.

Mantener la actividad física cuando llegamos a la tercera edad, además de brindar beneficios físicos, aumenta la estima personal y la autoeficacia, esa sensación de sentirse capaces y autónomos. También reduce el estrés y los síntomas relacionados con la depresión y la ansiedad, que podrían presentarse como respuesta ante los cambios por jubilación o aparición de diagnósticos crónicos.

Cuidar cuerpo y mente

Algunos estudios sugieren que la actividad física en el adulto mayor mejora la función cognitiva, contrarrestando el deterioro y aumentando la capacidad para concentrarse, fijar la atención, incrementa las competencias de evocación y memoria; y regula los patrones del sueño y reposo.

La Organización Mundial de la Salud, recomienda para cualquier adulto mayor de 65 años, actividades recreativas, juegos, deportes, caminatas o actividades ocupacionales. Además, combinar actividades de exigencia moderada y vigorosa, aumentando la duración, frecuencia y finalmente la intensidad de a poco.

Las personas con complicaciones médicas o alguna discapacidad deben adaptar sus rutinas de actividad física en función a sus condiciones. Se puede pasar de la inactividad, a niveles de actividad cada vez más elevados, contando siempre con el apoyo y supervisión de algún profesional.

Envejecer es un proceso natural que forma parte de nuestro ciclo vital como seres humanos e involucra desafíos físicos, emocionales y sociales. Mantenerse activo favorece al bienestar general. Por este motivo, ¡anímate y anima a tus familiares y amigos a hacerse cargo de su salud y su bienestar personal!

Por Psc. María Fernanda Acosta
Psicóloga de la Salud.

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