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Una realidad que no podemos esconder es que nadie nos enseña a ser padres, lo cual nos toca aprenderlo en el día a día.

Nadie nos enseña a ser padres…

En una presentación hace pocos años dije “mi trabajo más importante: ser papá” no solamente porque es el único empleo cuyos frutos trascenderán más allá de mi vida terrena y porque es sin duda el que más desafíos y satisfacciones me ha dado y dará, sino también -desde una mirada profesional- es el que más contribuye a adquirir y dominar destrezas y habilidades valiosas en el ambiente laboral.

Hace poco en una sesión con jóvenes profesionales y parejas en que discutíamos las diferencias entre hombres y mujeres, cité un artículo del Wall Street Journal sobre 10 presidentes ejecutivas (CEOs) cuyas carreras fueron claramente enriquecidas por su rol de madres, en evidencia de que no es verdad que hay que elegir entre ser mamá y ser una profesional de éxito, puedes ser ambas. Sin embargo, la realidad es que los beneficios se reflejan en el perfil laboral tanto de padres como de madres.

Seguro han escuchado alguna vez a un ejecutivo o empresario referirse a su empresa como su “bebé” y es que no se trata solamente de “dar a luz” un negocio, guiarlo, nutrirlo y verlo crecer, sino que muchas veces ese camino de éxito se consigue aplicando habilidades que no se aprenden en la universidad ni en una maestría. Ser paciente, buscar la eficiencia, trabajar bajo presión o liderar un grupo diverso son algunas de las habilidades que se requieren hoy para ocupar cargos de responsabilidad.

 

SER PADRES Y EL TRABAJO 1

 

La verdad de criar a nuestros hijos

Criar a nuestros hijos, bien de 4 o de 14 años, demanda de toda nuestra atención para encontrar soluciones a problemas sencillos y complejos, imprevistos y anticipados. Así como puedes enfrentar una emergencia sanitaria en medio de un viaje familiar, también clientes aparecen sin aviso previo exigiendo respuestas y soluciones. Cada problema es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento o, al menos, esa debería ser nuestra meta cuando nos toque ayudar a resolver algo, sea un embarque retrasado o una desilusión amorosa en secundaria.

La familia, como los negocios, requiere de una visión estratégica y la habilidad de anticiparnos a los hechos, calcular inclusive las posibles consecuencias de nuestras decisiones y actos de hoy. Como padres estamos hablándoles a los chicos todo el tiempo sobre el futuro y lo que podría resultar de tomar un camino u otro; como líderes, el equipo necesita que lo guiemos hacia un objetivo, con cierto nivel de entendimiento de los obstáculos que encontraremos por delante.

Ser padres también nos enseña empatía, aprender a escuchar, ponernos en los zapatos del otro, sin perder el propósito principal ni mermar la autoridad, pero reconociendo que todos estamos en el mismo bote. Así como nos esforzamos por oír la voz del cliente, también somos llamados a oír la voz del equipo para comprender qué necesitan para triunfar.

Pero si muchas de estas destrezas las desarrollamos en casa para trasladarlas a la oficina ¿cómo y de dónde las aprendemos primero? Nadie nos enseña a ser padres, es cierto que hay cientos de libros sobre el tema, yo mismo recuerdo haber leído varios cuando esperábamos a nuestra primera hija. Pero hoy, después de 20 años, admito que la mayoría aprendí en el camino, errando y corrigiendo, dosificando o simplemente aceptando que a veces la mejor acción es no hacer nada.

 

 

Nadie nos enseña pero debemos aprender

Puedo hacer una lista enorme de las cosas de las que me arrepiento y que -dada la ocasión- haría de otra forma. Algunas fallas sólo pude evitarlas con nuestra segunda hija, otras todavía estoy tratando de enmendar con la primera, algunas todavía ni me he dado cuenta de que no fueron la mejor elección. Sin embargo, tanto aciertos como desaciertos provienen de un lugar común: el amor.

Esa verdad tan contundente no aplica siempre en la vida laboral donde juegan otras agendas e intereses, es por ello que la fuente natural de esas habilidades es el hogar, donde obramos siempre con la mejor de las intenciones, donde cada regla, límite o prohibición está cargada de un alto sentido de preocupación, cariño y una combinación de “quiero protegerte a toda costa” y “quiero que te eleves libre y feliz”. Por ello en este tiempo de Navidad, cerrando el año, los invito a reflexionar sobre cuánto amor, atención y tiempo ponen a su rol de padres, deteniéndose en ejemplos recientes de conflictos o crisis familiares que hayan atravesado.

Hace unos días le decía a alguien que quiero mucho “tus enseñanzas lo van a acompañar toda la vida, así es como vas a estar con él siempre”. Detectar lo que nos ha funcionado y lo que debemos mejorar es de vital importancia ahora que arrancamos un nuevo año y una nueva oportunidad de ser mejores padres, profesionales y seres humanos.

 

 

Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam Spotify: Medio a Medias.

 

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