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¿Sabías que puedes pedirle a Dios por tu santidad a través de la oración? Luego de leer este artículo verás que ser santo es posible.

La santidad no es un ideal inalcanzable, ni solamente un título que se le da a ciertas personas en la iglesia. Como dice un amigo mío: «La santidad es dejarse moldear por la gracia y amar al extremo».

El catecismo en el número 2013 afirma: «Todos los fieles cristianos, de cualquier estado y condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad […]»

Cuando entendí esto me dio mucha emoción porque significaba que yo también podía ser santo. Yo, pecador y joven. Pero, no solamente yo, también tú que estás leyendo puedes alcanzar la santidad, ¿te das cuenta de esto?

El llamado a la santidad está hecho para toda la iglesia, sin distinción y eso nos incluye a ti y a mí. Y aquí te dejo una sentida oración para pedirle a Dios por tu santidad:

Reflexiones sobre orar por nuestra santidad

Este video de producción propia (CatholicLink Studios), me ha tocado y quiero compartir contigo mis reflexiones:

Ora por tu santidad constantemente

La vida de oración es el sustento del cristiano, uno no puede llamarse católico si no se hace oración constante. Esta nos relaciona con Jesús, ilumina nuestro actuar y fortalece nuestra fe. Te dejo un artículo que habla del poder inmenso de la oración por la santidad.

Además, recordemos el doble efecto de la oración, sí nos ayuda para contemplar la presencia de Dios en nuestras vidas, pero también a transformar el corazón para ser mejores personas cada vez.

De eso se trata la santidad, de tomar nuestra humanidad, abrazarla y esforzarnos por ser mejores cada día. Como dice la frase: «se cocina con lo que hay en la casa», así nuestra santidad nace de nuestra condición específica, con nuestros vicios y virtudes, con nuestra personalidad, gustos y sueños.

 

 

No somos perfectos pero sí perfectibles

Las personas humanas no somos imperfectas o perfectas, somos perfectibles, lo que significa que constantemente estamos caminando a la perfección, nos lo recuerda Jesús: «Sed perfectos como su Padre es perfecto» (Mt 5, 48).

Entonces la santidad requiere un esfuerzo constante, requiere mejora continua hasta que nos alcance la muerte. «La perfección cristiana sólo tiene un límite: el de no tener límite» (San Gregorio de Nisa).

La gracia se disfruta

Si te soy sincero al principio la santidad parecía un camino aburrido, poco placentero y para personas locas y radicales, pero me he dado cuenta de que la gracia se disfruta, que el amor es el placer de los placeres y que los caminos de Dios son siempre emocionantes.

Mi paso en el grupo de jóvenes me ayudó mucho a que naciera en mí no solamente ganas para ser santo, sino una necesidad de serlo. Para en lugar de lastimar, amar.

Las personas santas, aunque aún no son completamente perfectas, aman y dan fruto extraordinariamente, pues están unidas a la vida de Dios. Uno de mis intereses más grandes es el amor. El Camino de santidad propone una solución a nuestra humanidad para vivir el amor del Padre y hacer un mundo mejor.

 

 

El camino de la cruz

Para llegar a la santidad tenemos muchos ejemplos, el de San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, La Virgen María. Y, aunque únicas, todas esas personas pasaron por el camino de Jesús: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16, 24).

«El camino a la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz.» (CCE no. 2015.)

El camino de la santidad se alcanza siguiendo El Camino (Jesús). Es un camino de conquista personal, de pobreza (sin apegos desordenados), humildad y finalmente virtud.

Por último, te dejo con esta frase de San Agustín, espero impacte tanto en ti como lo hizo en mí: «No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro»

Unámonos en oración, en la comunidad de los Santos, para pedir por nuestra santidad, juntos.

 

 

Escrito por: Joel Calderón, vía Catholic-Link.

 

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