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Un gran amor que por más de 70 años ha sido bendecido grandemente por Dios.

 

Había una vez un apuesto caballero y una dama sin igual… así está escrito en uno de los rincones más bellos y llenos de sentimiento del hogar de los esposos Pedro y Aura Zevallos Navarro. Ellos en este 2019 celebraron su aniversario número 70 de casados, tiempo en el que han vencido muchas duras pruebas y cosechado grandes alegrías de la mano de Dios y de la bella familia que Él les dio.

 

Los personajes principales de esta historia son Aura Navarro de Zevallos de 87 años y Pedro Zevallos Rendón de 94 años de edad, quienes comedidamente nos abrieron las puertas de su hogar y así conocer su secreto: ¿Cómo lograr estar felizmente casados por tantos años?

 

Una pareja sin igual

Tanto doña Aura como también don Pedro son de esas personas que te reciben con un fuerte apretón de manos y una sincera sonrisa, personas con las que disfrutas conversar, escuchar sus anécdotas y más aún aprender de ellos.

 

Les preguntamos a ambos sobre su historia de amor, y ellos las dividieron en varias etapas, estas son: el enamoramiento, su familia, pruebas superadas y su gran devoción hacia con Dios y la virgen María.

 

 

Enamoramiento fuera de lo común

Se dice que cada pareja tiene mucho que contar sobre cómo se conocieron y enamoraron, y eso no está lejos de la realidad al hablar de doña Aura y don Pedro. A decir de ambos se conocieron exactamente el 13 de abril de 1945 en una fiesta de un amigo en común, que fue realizada en el edificio Dassum. ‘Aurita´ -como la llamaban en esa época- tenía 13 años y Pedro tenía 20.

 

“Yo era muy joven en esa época. Fui a esa fiesta invitado para bailar con una chica, pero estando ya en el lugar, vi a la más bella damita que había conocido en mi vida, era Aura… quedé impactado por su belleza y gracia. Usaba un lindo vestido amarillo, y pese a mi vergüenza me acerqué a ella que estaba parada hacia el balcón y le pregunté ¿si quisiera bailar conmigo? Su respuesta fue un rotundo: “No moleste”. No me di por vencido, así que le pedí a una hermana de ella que también estaba en la fiesta que le diga que salga a bailar conmigo y al fin accedió a hacerlo”, cuenta don Pedro, quien también recuerda que la primera canción que bailaron fue un hermoso bolero llamado Añoranzas, y pese a que ella no sabía bailar, él le dijo que no había problema, que él le enseñaría y así empezó todo.

 

Luego de bailar Pedro quedó encantado con Aurita, estaba feliz pero la fiesta ya había terminado, así que bajaron de la terraza, y él le dijo que quería verla nuevamente y así fue. Ambos eran muy jóvenes. El joven Pedro trabajaba en una botica de un tío de él, local que tenía por nombre Buenos Aires, ubicada en la calle Bogotá, pero se las ingeniaba para ir a visitar a Aurita, quien vivía frente al recordado Teatro 9 de Octubre.

 

Las cartitas

Se comunicaban a través de cartas y papelitos porque antes uno no se podía acercar a una señorita así no más… Aurita le mandaba notitas a Pedro con la señorita de servicio y se asomaba por el balcón de la sala. Pedro esperaba las notitas en la esquina de la casa con un postre y luego se acercaba. Así conversaban por largos ratos. Pero tenían una pequeña clave para evitar que el papá de Aurita les llame fuertemente la atención, esta consistía en que ella marcaba dos taconazos como señal de peligro y Pedrito se escondía bajo el balcón.

 

Su boda soñada

“Dos años después, ya para octubre de 1947 -con protocolo incluido- mis padres y yo fuimos a casa de Aurita a pedir su mano y sus padres accedieron. Intercambiamos aros y se formalizó el noviazgo, aunque solo salíamos acompañados de chaperones (sonríen). Y, fue así como el 9 de septiembre de 1949 tuvimos nuestro matrimonio civil y el 10 celebramos nuestra boda eclesiástica en la capilla de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, iniciando así lo que hoy son ya 70 felices años de casados”, relata don Pedro.

 

 

Un amor bonito lleno de tradición.

 

Su familia

Un año después de su boda soñada los esposos Zevallos Navarro tuvieron a su primogénita, a quien llamaron Marianita de Jesús y también celebraron su primer año de casado (año 1950). Ya para junio de 1952 nació Pedrito Eduardo (Junior), el mismo día del cumpleaños de su padre, el 2 de junio. El 20 de marzo de 1955 llegó al mundo su hija Aurita Rosa. El 22 de abril de 1960 nació su hija Guisella María. El 28 de marzo de 1964) nació su cuarta niña, Gilda Isabel. Pablo Eduardo fue su último hijo y nació junio de 1969. Para los esposos cada uno de sus hijos es valioso y su felicidad es que pudieron educarlos siempre en buenos valores, unión familiar y teniendo un gran amor hacia la naturaleza y Dios.

 

Doña Aura con amor y llena de orgullo cuenta que sus 6 hijos son profesionales y cada uno de ellos es una bendición de Dios, porque ella quedó 11 veces embarazada y perdió 5 de esos embarazos. “Nuestros hijos son tesoros del cielo para Pedro y para mí, por eso fuimos, somos y siempre seremos pro-vida, porque no hay nada más valioso que eso, la vida que Dios nos da”, indica la atenta dama guayaquileña.

 

Los esposos Zevallos Navarro se sienten realmente contentos y agradecidos por la familia que Dios les ha dado y la descendencia que tienen, 6 hijos, son 14 nietos, 25 bisnietos y la primera bisnieta que tendrá como primer apellido Zevallos Moreira.

 

 

Nuestra familia es la mayor bendición que Dios nos ha dado.

 

Una dura prueba

Pero, así como son muchos los momentos de gran felicidad los que han disfrutado los Zevallos Navarro, ellos pasaron por duras pruebas, siendo uno de las más riesgosas cuando tuvieron que viajar de Emergencias a Houston Estados Unidos, para que operen a corazón abierto a don Pedro. A decir de la pareja el Espíritu Santo siempre estuvo cuidando del recién operado, la operación fue un éxito y regresaron con bien a su casa, la cual el incansable guayaquileño logró con esfuerzo construir para su esposa, hijos y demás familia.

 

Una anécdota de esta prueba es que durante el tiempo de espera doña Aura empezó a crear y a hacer collares, los cuales después puso a la venta con gran éxito.

 

Luego de la operación realizada a don Pedro y en agradecimiento doña Aura el 4 de diciembre de 1977 lanzó “Canta el corazón”, un LP cantado por ella para recaudar fondos para la fundación Corazón a Corazón con el Club Rotario.

 

Gran devoción hacia la Santísima Trinidad y la virgen María

Es también importante conocer que los Zevallos Navarro durante muchos años formaron parte del Movimiento Familiar Cristiano, donde tuvieron una mayor cercanía con Dios, quien les permitió dirigir su apostolado para trabajar en el bien de la vida familiar y conyugal, ayudando sobre todo a los matrimonios en crisis y preparando a los novios con deseos de casarse.

 

“Un bonito recuerdo que tenemos es que en nuestra antigua casa de Miraflores se proyectaban al público películas espirituales, atrayendo a muchos fieles a una vida de oración y de rezo del rosario. Además, Aura y yo formamos parte del grupo carismático católico, pudiendo realizar retiros espirituales en el patio de nuestra casa y también como laicos comprometidos llevamos comunión a los ancianos, enfermos e incluso a los reos en la cárcel”, menciona don Pedro.

 

Y, es que esta pareja que lleva más de 70 años de casados y que se sienten con mucha energía, afirman sentir un gran amor hacia Dios y la fe católica y, pese a los años transcurridos, ellos todos los días dedican tiempo para rezar el Rosario, lo cual los llena de paz.

 

Sus consejos para los matrimonios jóvenes

Doña Aura y don Pedro enfatizan en que muchos matrimonios jóvenes en la actualidad tienen un pensamiento erróneo al casarse y esto es triste… “Piensan: si me va bien pues bien y si me va mal pues me divorcio y listo”. Esa idea de matrimonio hay que borrarla, y hacerles ver y entender que si están cogidos de la mano con Dios podrán salir adelante como esposos, y que ningún problema económico o de cualquier tipo es más grande que Dios, que es quien bendice a los matrimonios y a la familia. Entonces es necesario que los matrimonios jóvenes tengan gran apego a Dios, tengan también un buen diálogo y se planteen metas.

 

“Uno se casa con su pareja, no con el celular de su pareja, por ende, cuando se va a dialogar, cuando se va a compartir tiempo en familia e incluso cuando se van a acostar a descansar, el celular queda fuera o guardado. Un buen diálogo directo nunca será superado por ningún celular, evitando así malinterpretaciones y ayudando a encontrar soluciones a los posibles conflictos de manera rápida y en equipo a través de la comunicación”, explica doña Aura.

 

Una familia unida a Dios permanece unida para siempre.

 

 

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