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“Únicamente un hombre y una mujer castos serán capaces de experimentar un verdadero amor” (San Juan Pablo II).

La castidad es una virtud esencial en nuestras vidas. No está reservada a unos pocos, ni es tampoco una virtud «pasada de moda». Esta nos ayuda a tener dominio sobre nosotros mismos, elevándonos por encima de una conducta ciega, propia de quienes se guían solo por el instinto. La castidad es una condición necesaria para la humanización de la sexualidad y el amor. Con un carácter siempre positivo, no es una actitud puritana, sino una forma de amar inteligente.

La belleza de la castidad

¿Acaso no resulta bella y atrayente una persona casta? ¡Seguro que sí! Ese atractivo se debe a que se procura tener un orden en los pensamientos, deseos, afectos y acciones. Su belleza se refleja en varios de sus gestos: su forma de mirar, de sonreír, de hablar, de manifestar el cariño… De tal modo que su belleza exterior nos habla de la nobleza de su corazón. La persona casta quiere el bien para el ser amado, quiere la plenitud de una comunión personal.

La castidad es bella en cualquier tiempo y estado de la vida, ya seas:

Soltero, que sabe vivir la continencia, absteniéndose de tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Es hermosa la actitud de los novios que se ayudan a vivir esta virtud. Ellos han de decirse mutuamente: “Te quiero, y porque te quiero de verdad voy a ser paciente y te respetaré”.

Los casados, cuando procuran tratarse con amor, o cuando evitan cualquier tipo de infidelidad y todo aquello que pueda manchar su vida matrimonial.

Los hombres y mujeres consagrados que viven una continencia total para dedicarse de manera eminente −y con exclusividad− a Dios y sus intereses. En ellos la castidad es un voto.

La castidad es posible

La castidad no solo es posible, también es necesaria y cautivante. Es un regalo de Dios y una conquista personal. En primer lugar, hemos de pedirla en la oración (“Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”, repetía San Agustín), y con la ayuda de los sacramentos.

Además, procuraremos aquello que nos ayude a fortalecer la voluntad y a fomentar ideales nobles. Entre algunos medios tenemos:

 

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Por Katherine Zambrano Yaguana, PhD.
Universidad de Navarra
Máster en asesoría educativo familiar

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