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Vivamos con humildad esta Navidad como Jesús nos los demostró en el portal de Belén.

La Navidad se ha convertido en una festividad que alegra las ciudades de todo el mundo. Algunos dicen que el comercio le ha robado su sentido religioso; otros afirman que lo único importante de esta fecha es reunirse con su familia. Pero, ¿cómo se debe celebrar la Navidad?

Festejar nos hace más humanos

Los seres humanos manifestamos lo más espiritual –como el amor, la gratitud, nuestra propia historia, etc.– mediante nuestros sentidos. Así, las reuniones con familiares y amigos nos hacen expresar el amor y el gozo mediante los diversos aspectos de nuestra naturaleza humana: comida y bebida, música y bailes, discursos y plegarias, etc.

Cuando hacemos esto, ponemos en sintonía nuestros valores espirituales con nuestros sentimientos y nuestros sentidos. Por eso las celebraciones nos hacen más humanos, es decir, nos ayudan poco a poco a ser mejores personas y mejores ciudadanos.

El sentido religioso de la Navidad

El motivo espiritual de esta fiesta sigue vigente, y por eso también hoy millones de personas se reúnen en torno al altar y en torno a la mesa familiar para celebrar el nacimiento de Jesús.

Ese sentido sobrenatural es profundo, pues celebra que Dios se hace ser humano, sin dejar de ser Dios. Esto significa que Dios es cercano, “Dios con nosotros” (eso significa “Emmanuel”). Jesucristo es Dios que se convierte en uno de los nuestros, quien asume y da un valor sobrenatural, a las realidades humanas: la familia, el amor, la amistad, el trabajo, la alegría y las penas.

Un falso sentido de la Navidad: el consumismo

Así como el festejar es parte de nuestra vida humana, dar regalos también pertenece a lo más íntimo del ser humano. Regalar es manifestarle a una persona, mediante un objeto, que la apreciamos, que es importante para nosotros.

Sin embargo, todas las personas llevamos en nuestro interior una tendencia desordenada a consumir y a comprar objetos aunque no los necesitemos. Y esta mala costumbre es la que pone en riesgo la Navidad, que para algunas personas se ha convertido en una fecha para hacer gastos innecesarios, pero bajo el pretexto de manifestar nuestro afecto.

Por eso, el Papa Francisco ha advertido que la Navidad no puede ser una fiesta para gastar, sino que debemos vigilar, para que el Niño Jesús sea el centro de los festejos. Explicaba el Pontífice que “en una sociedad intoxicada tan frecuentemente por el consumismo y el hedonismo, la sobreabundancia y los lujos, la apariencia y el narcisismo, él (Jesús) nos llama a actuar con sobriedad, es decir, de una forma simple, equilibrada y recta, capaz de ver y hacer lo esencial” (Homilía, 24 dic. 2015)

Aunque en algunos ambientes, las fiestas navideñas tengan un cierto predominio comercial, vale la pena retomar sus dos auténticos significados: tanto el sentido festivo que nos humaniza y nos hace compartir el amor familiar, como el sentido religioso que nos invita a agradecer a Jesús, Dios hecho hombre, por su cercanía y por asumir todo lo que amamos en esta tierra.

Por: P. Luis-Fernando Valdés
@FeyRazon
lfvaldes@gmail.com

 

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