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Las nuevas generaciones tienen ideas contrarias al matrimonio y la familia, demostrando el resquebrajamiento de estos.

Recuerdo una ocasión estar sentado a la mesa en un restaurante al aire libre con una de mis hijas y varias de sus amigas; en la mesa junto a nosotros un grupo de cinco jóvenes, probablemente entre los 27 y 35 años, una parte de su conversación llamó nuestra atención, sus pensamientos sobre el matrimonio.

“Yo nunca me voy a casar” -dijo una de ellas. “Yo tampoco” -admitieron las demás. Las afirmaciones que siguieron iban en esta línea: “Imagínate estar atada a un hombre toda mi vida”, “yo lo que quiero es viajar, disfrutar la vida”, “no quiero ser propiedad de nadie”, “¿hijos? No, por favor, no quiero saber de criar niños, no me entiendan mal, me encantan los niños, pero no para mí”. En ese punto, una de las jóvenes acotó: “mi hermana pensaba como nosotras, no sé qué le pasó, pero se casó, tuvo un hijo y ahora sólo habla como mamá, se olvidó de ser mujer”.

Estas ideas pueden parecer representativas de las nuevas generaciones pero, en el fondo, son apenas un síntoma del resquebrajamiento de la figura del matrimonio y la familia, en parte por las experiencias personales que informan nuestro criterio y en parte por la propaganda que el mundo desborda contra la institución base de la sociedad.

 

MATRIMONIO 1

 

Rechazo a la idea del matrimonio

Hoy en día el divorcio es más común entre familiares y amigos o, en el caso de los más jóvenes, entre sus padres o de sus amigos.

Con esa perspectiva de fracaso, no es de sorprenderse que muchos de ellos rechacen la idea de casarse. Y peor si los medios los bombardean con historias llenas de romanticismo idealizado, sin el candado del matrimonio, pero con un final feliz de todas maneras; mientras la cultura les vende la idea de que la mujer puede hacerlo todo, excepto ser esposa, madre y profesional exitosa al mismo tiempo.

 

MATRIMONIO 2

 

El valor del matrimonio

El matrimonio es ciertamente un enorme compromiso en que ambas partes apuestan bien temprano en su relación a permanecer juntas, a pesar de cualquier adversidad que sobrevenga, sabiendo que ambos son personas imperfectas y que, naturalmente, encontrarán problemas en el camino. Es un voto en que se dicen mutuamente “aquí estoy y no me voy a ir”; es la promesa de que cada vez que la otra persona manifieste uno de sus defectos, uno no va a salir corriendo, sino que lo van a resolver juntos.

¿El matrimonio implica sacrificios? ¡Por supuesto! ¿Cuándo algo valioso en la vida no ha significado sacrificar otras metas personales, tiempo, amistades, diversión, placer, éxito, etc.? Comprometerse de por vida a una relación estable y monogámica es decirle a la otra persona “sé que existen miles de opciones allá fuera, pero ninguna es para mí, renuncio a todas hoy y en el futuro, porque sólo me interesa que funcione contigo”.

Que cada vez menos personas quieran casarse no significa que la mayoría no anhele una relación estable y duradera, un compañero de vida y la experiencia de formar una familia. Pero el miedo al fracaso los hace optar por alternativas más tristes: envejecer solos o sabotear su propia salud emocional con relaciones sin compromiso a largo plazo. La realidad es que los seres humanos la mayoría de las veces evitamos enfrentar los problemas a toda costa, confiando en que desaparecerán con el tiempo o que se resolverán mágicamente. Pero no ocurre así. Los problemas se solucionan -o al menos se mitigan- encarándolos.

 

 

El ejemplo

Hace años escuché que los esposos son como dos piezas de un mismo rompecabezas pero que no calzan y con el roce diario de las pequeñas y las grandes diferencias, poco a poco se van puliendo hasta acoplarse. Y aunque este artículo parecería hacer demasiado énfasis en los problemas es simplemente porque estos son parte de la vida y de las relaciones humanas y que es gracias a ellos que el ser humano puede elevar su espíritu, cultivar virtudes y convertirse en una mejor versión de sí mismo.

La mejor, sino la única, referencia válida para nuestros hijos sobre lo que verdaderamente implica el matrimonio, sólo los padres se la podemos dar con nuestro ejemplo y las experiencias que compartamos con ellos según su edad. Nos guste o no, somos el modelo a seguir (o evitar) y esa sola responsabilidad debería comprometernos aún más a trabajar a diario por dar lo mejor de nosotros mismos.

Volviendo a la tarde en el restaurante con mi hija y sus amigas, todas de ojos y oídos bien abiertos escuchando lo que hablaban las chicas de la otra mesa, no tardé en decirles “nada de eso es verdad niñas, el matrimonio y la familia son de las mejores cosas de la vida, ninguno de nosotros estaría aquí si no fuese por ellos, cuando llegue el momento sueñen con casarse y ser felices, sí se puede”.

 

MATRIMONIO 5

 

Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam Spotify: Medio a Medias.

 

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