Compartir:

El dolor llega cuando menos se lo espera, entonces la pregunta es, ¿quiero ser proactivo o reactivo?

La vida de Tony Gazel, músico cristiano y empresario costerricense, cambió hace 19 años.  «Cuando fuimos con mis hijas a la playa y la menor tenía un año, a mi esposa se le durmieron las piernas. Los doctores dijeron que tenían que operarla de una hernia y decidimos acudir a la Virgen María. Entonces quisimos escuchar una segunda opinión, y nos dimos cuenta que no era una hernia sino esclerosis múltiple, desde ahí empezó un camino difícil para la familia», explica. Casado y padre de 3 hijas (26, 24 y 20 años), Tony conversa sobre sus procesos de dolor, resignación y fortaleza.

¿Cómo se puede entender este dolor sin tratar de culpar a Dios?

Si uno no conoce a Dios entonces se pelea con Él. Por falta de conocimiento, pero cuando uno entiende que Dios es bueno y que Dios es padre, todo el dolor se transforma en un capital de gracia. Esta es la estructura de nuestro santuario. El dolor tiene que canalizarse hacia el santuario para que sea fecundo.

¿Cuáles cree que son los principales aspectos por los que tenemos que luchar?

El dolor llega cuando uno menos se lo espera, entonces la pregunta es, ¿quiero ser proactivo o reactivo? Me refiero a que, la situación para mí y para mi esposa hubiese sido más difícil sin conocer a Dios. Nos hubiéramos vuelto locos. Fue una bendición que ya lo conocíamos, y animarse a conocer al Señor, animarse a entrar a Shoenstatt y a vivir una experiencia de conocer a Dios, antes de que llegue el dolor.  Es como manejar un carro de carreras, si yo no tengo experiencia, me salgo a la primera curva, pero si yo tengo experiencia y sé manejar, si puedo pasar la curva.

Como esposo, ¿cuáles fueron sus sentimientos y cómo lo transmitió con sus hijas?

Mi esposa y yo decidimos no contarles a nuestras hijas, porque estaban muy pequeñas. Duramos 7 años, sin decirle a nadie y fue duro. Después de este tiempo los síntomas empezaron a notarse y era inevitable ocultarlo, entonces dimos la noticia. Empezó un camino más difícil, porque teníamos que enfrentarnos a otros padres y amigos que nos decían “¿Qué pasó? ¿Por qué no nos contaste?”. Fue bastante duro.

¿Cómo se lleva ese día a día, ocultando por 7 años? 

Yo no lo recomiendo porque es muy difícil. Pero precisamente eso es lo que hace Schoenstatt, nos da una comunidad donde podemos compartir la cruz y al compartirla se diluye y la llevamos entre todos.

¿Cree usted que después de una experiencia así, se puede vivir en paz?

Sí, en paz y en alegría definitivamente. Pero conociendo y profundizando el misterio de Dios, porque si no lo hacemos es imposible.

Mediante la oración, ¿Cree usted que encontró el alivio?

Se lo digo al revés, cuando me aparto de Dios porque tal vez entre semana no voy a misa o no rezo el rosario, la enfermedad empieza a dolerme el doble.

Mensaje para las familias

No tengan miedo de acercarse a la Iglesia, que la Iglesia es madre. En el santuario hay una madre que nos espera con los brazos abiertos y hay un padre que nos enseña a vivir, a sufrir y a morir. Tenemos que aprender a sufrir con alegría, con esperanza, Cristo murió y resucitó, el padre fundador de Shoenstatt estuvo en un campo de concentración y sobrevivió. Si él lo logró, yo lo puedo hacer de la mano de María.

En cuanto a sus hijas, ¿Cómo llevan ellas esta situación?

La bendición de Dios es que Shoenstatt me da campo para ellas. Ellas son líderes del movimiento en Costa Rica y esto hace que como familia estemos más unidos. Juntos conocemos a Dios.

Por María Alejandra Granja
Periodista.

Compartir: