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Me gustaría oírte susurrar “No tengas miedo, aquí estoy. Ten paciencia. No le temas al futuro y mucho menos al presente”, eso te diría yo...

Hola, soy yo otra vez! desde la última carta que te escribí han pasado muchas cosas y te he pensado mucho. Cuando hablo de ti con tanta certeza y claridad, a veces me miran raro. Aunque sé que es apenas normal, me da por pensar si en verdad estoy tan loca. Tal vez. A mis 19 años en lugar de “disfrutar de la vida” como tanto me lo aconsejan, me dedico a pensar en ti, en el amor de mi vida.

A veces, en las noches cuando me cuesta dormir, me entra un miedo irracional. Un miedo a perderte antes de tenerte. A nunca encontrarte o a confundirme con otros sentimientos que podrían parecerse a esto que siento por ti. No quiero seguir la corriente, temo que esa corriente me aleje de ti. Pero no distingo qué cosas, qué personas pueden acercarme a ti y a verte con mayor nitidez. Situaciones y presiones que recibo todo el tiempo me llevan a pensar a veces que no puedo esperarte y disfrutar el hoy, al mismo tiempo.

carta al amor de mi vida parte 1

He notado que la gente comparte estos miedos. Todos tememos a la soledad y a la pequeñez de la vida, a que llegamos a este mundo y nos vamos. Nos da miedo que si esperamos demasiado al bien mayor, podamos morir esperando, solos. Algunos incluso ya creen que no existe tal cosa, que nadie está hecho para nadie, que la vida es un vaivén de afectos, relaciones, sentimientos que pueden duran veinte años, diez, tres meses o una noche. Creen que es mejor así. Que es más fácil aceptar esta solución a “torturarse” pensando en serle fiel a alguien que puede que ni exista. Y, sí, te confieso que a veces también lo pienso.

Me asusta ser yo la equivocada. Me asusta perderme aquello con lo que el resto parece tan contento. Sin embargo, agradezco que lo que más me asuste sea no encontrarte. Eso me ayuda a no soltar el sueño de ti, entonces me doy cuenta que no estoy tan sola y que a diferencia de esas personas que sienten lo mismo que yo, te tengo, sé cómo eres, qué amas, qué estás haciendo ahora, sé qué es lo que hay en tu corazón, porque sé que es lo que guardo en el mío para ti.

Algunos me dicen: ¿y si no funciona? Dicen que te conoceré y me enamoraré como nunca antes porque sabré que eres tú. Pero que luego llegarán las dificultades, el trabajo, la aburrición, los años. Saldrán a relucir nuestros defectos. ¿Y si me descubres? ¿Y si no te gusta lo que encuentras debajo de mi sonrisa y mi juventud? Tiemblo al pensar que tal vez “se nos acabe el amor” y quedemos los dos lejos otra vez después de habernos buscado, encontrado y amado. ¿Para ti también es difícil? Me gustaría oírte susurrar “No tengas miedo, aquí estoy. Ten paciencia. No le temas al futuro y mucho menos al presente”. Eso te diría yo. Porque no quiero que este camino hacia el otro sea pedregoso y agotador. No tendríamos historias para contar ni anécdotas para reírnos juntos. Tú y yo… ambos estamos haciendo ese camino y debe ser con alegría, disfrutando cada segundo de vida sin perdernos de vista, teniendo clara nuestra idea fuerza, esa meta de la que te hablé en mi última carta.

abrazo en pareja

¿Y todos los miedos, las preguntas, las dudas? Aceptémoslos. Aprendamos a vivir con ellas, que se vuelvan nuestras compañeras. Nos aseguran que no estamos caminando ciegos sino que vemos. Vemos, oímos y nos preguntamos, sentimos y nos asustamos. Esa es la vida. No estamos metidos en una burbuja, en una ilusión o una utopía, sino que, palpamos una realidad que a pesar de no ser perfecta, es mágica. Hay quienes al hablarles de ti o al mostrarles tus cartas, me miran como: “Lástima, se va a quedar esperando”, o “Al final terminará cansándose de esperar y se conformará con cualquiera”… Ellos tienen esos mismos temores, pero yo he decidido vivir de una manera que haga posible el encontrarte cuando esté preparada. Eso hace de esta espera, de esta lucha, algo fascinante, en donde además hago buenos amigos, me divierto, me doy a conocer como soy auténticamente. Viviré este camino con una sonrisa y, cuando te pueda reconocer, lo verás. 

 

Por María Isabel Giraldo

Tutora de Protege tu Corazón – Colombia

 

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