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Encuestamos a algunos lectores y les preguntamos qué recuerdo tienen de haber recibido a una “persona regalo” en un momento de necesidad.  Aquí sus historias.

 

Andrés Gushmer

El dolor que se comparte

Sucedió en el año 2012 cuando conocí al Padre Enrique Granados, Jorge Luis Barandearán y Pedro Collantes, gracias al Movimiento de Vida Cristiana. 

Yo empezaba a atravesar un momento duro pues llevaba pocos días de haberme separado de mis hijos en el inicio de lo que fue mi divorcio. Desde aquel instante ellos se transformaron en amigos incondicionales, honestos, cariñosos y sabios.

Andrés GushmerCada uno, a su estilo, me aconsejaron siempre centrar todas mis energías positivas en el tiempo que compartía con mis hijos y en acercarme mucho a Dios y la Virgen María, para descubrir así la mejor manera en la cual debería afrontar esa realidad, destacando siempre que Dios no iba a dejarme solo en esa situación.

Esa Navidad, la primera separado de ellos, justamente después de cenar con mi familia tuve que ir a Urdesa a dejarlos en casa de sus tíos maternos para luego ir al departamento al que me había mudado, pues realmente solo tenía ganas de irme a dormir una semana.

Al cruzar la garita de Torres del Río, Carlos, el guardia, me dice: “¡Feliz Navidad don Andrés! ¿Ya está de regreso?”.

Yo ni sabía qué hora era, pues me había quedado muy mal luego de dejar a mis hijos.

Miré el reloj y eran las 00h03, ¡ya era Navidad! Pasé la barrera, me estacioné a un lado y caminé hasta la garita donde estaba Carlitos para darle un abrazo y desearle feliz Navidad.

Yo jamás le había contado mi situación, pero seguramente al haberme visto entrar y salir con mis hijos a la urbanización algunas veces habrá entendido ese momento. Entonces me dijo:

– Don Andrés, tenga fe en Dios, que este momento va a pasar y sus hijos estarán bien. Quiero contarle que esta Navidad también la tengo que pasar sin mi princesa, pues se me fue al cielo hace 4 meses, pero sé que Dios me la está cuidando mucho.

No podrán imaginarse cuánto lloré abrazando a Carlitos. Yo pensaba que lo mío era una tragedia, pero él me demostraba que el amor de Dios podía ser tan grande como para aceptar algo tan duro e indescriptible como perder a un hijo. Cada vez que cuento esta historia me emociono igual o más que antes.

Al despedirme de él volví a mi carro y vi que tenía tres llamadas perdidas de mi mamá y algunos mensajes de WhatsApp, entre ellos estaban los del Padre Quique, Jorge Luis y Pedro, deseándome una feliz Navidad y que tenga fe en que mis hijos estarían bien y pronto la alegría volvería a nuestros corazones. No se equivocaron.

 

Viviana Arosemena

Las tablas entre risas

Vienen a mi mente  muchas personas que desde mi niñez me regalaron lo más importante… ¡Amor! viviana arosemena

Cuando eres niño, sin duda los regalos te quitan el sueño, pero a medida que uno crece, te das cuenta de que lo material es solo un complemento para expresar ese cariño y el amor que sentimos hacia los demás. Resulta que en ocasiones es más fácil y cómodo dar algo material que “regalarse”, dar tu tiempo, un consejo, ayudar, etc.

Recuerdo muy bien una tarde de diciembre, yo tenía 7 años y no había forma de que me aprendiera las tablas de multiplicar. Mi mamá tenía días ayudándome y nada. Ya no sabía qué más hacer, porque ni las tablas cantadas de Enrique y Ana funcionaban. En medio del llanto e impotencia por no lograr memorizar la tabla del 3 y del 4, llega mi tío Curro (hermano de mi mamá) y viendo el panorama, le guiñó el ojo a mi mami y me dijo:  “¡Ven! yo te ayudo”. 

Nos fuimos a la casa de mi abuelita materna, que vivía frente a la mía, y se sentó conmigo en la terraza el resto de la tarde.  Dos horas de pura y santa paciencia con todo el amor de un tío haciendo el papel de papá (porque el mío ya estaba en el cielo),  hasta que me entraron las tablas, gracias a su loco método de ocurrencias que me hizo aprender en medio de risas. 

Siempre nos reímos con mi tío Curro al acordarnos de esta anécdota. Yo nunca me voy a olvidar de su bondad y él tampoco, porque para ambos fue importante. El aprovechó la oportunidad de ayudar (pudo hacerse el loco y no hacerlo, pero decidió “darse”) y para mí, más allá de los logros académicos en matemáticas, aprecio su generosidad; en realidad con el paso de los años lo valoro aun más.

Son estos ejemplos que te regala la familia y que dejan huella en tu corazón.

¡Gracias tío Curro!

 

Christian Castelblanco

La ausencia de un padre que une

Hace doce años, en el mes de diciembre falleció mi papá; por lo tanto, sabía que esa Navidad sería muy diferente por la ausencia de quien congregaba a toda la familia.

El vacío era tan grande que, obviamente,no existía regalo que pudiera alegrarme; sin embargo, esa misma Navidad, a pocos días de su partida, el calor familiar fue muy intenso; la unión de la familia en el momento de dolor, así como la comprensión de que la muerte es una gracia para quienes están preparados, nos permitió vivir una Navidad diferente y muy especial.

Christian CastelblancoEl gran regalo que recibí en la Navidad del año 2003 fue mi Madre, mi esposa y mis hermanos (incluidos cuñados), ya que, a pesar del dolor por la inesperada y prematura partida de mi papá, comprendí que quedaban muchos motivos por los cuales continuar siendo una familia (ampliada) unida y feliz.

El ejemplo de fortaleza y el amor de mi mamá Gina, la ternura de mi esposa Rochi, la alegría de mis hijos, las palabras de esperanza de mi hermano Juan Carlos, las reflexiones de mi cuñada Margarita, y cada una de las muestras de amor de mis demás hermanos y amigos, convirtió a cada uno de ellos en verdaderos regalos de Navidad y además me enseñó la importancia del apoyo y cercanía con quienes pasan la Navidad con la pena de la ausencia de algún ser querido.

Miro a mis seres queridos y agradezco todos los días a Dios por ellos, y en esta Navidad pido lo mismo que la Navidad del 2003: que cada uno de ellos siga siendo mi gran regalo de Navidad, y que Dios me permita serlo también para los demás.

 

Teresa Arboleda

Caminos de misericordia

TERESA ARBOLEDAHe recibido varios regalos en diferentes etapas que no son materiales, todos han llenado mi corazón en forma plena.  Recuerdo una etapa de sufrimiento intenso en mi vida, en la que temía que llegara la Navidad por la nostalgia y el dolor que podría representar.

Fue justo en esa época en que dos consagradas a Dios, Myriam y Cecilia, me acompañaron a recorrer y comprender los caminos de misericordia de nuestro Señor Jesús.

Yo siempre había disfrutado la Navidad con mi maravillosa familia y con alguna que otra actividad social, pero desde  que busco mantener mi corazón abierto al amor de Jesús, todo tiene un sentido más profundo, mis alegrías son más intensas y hasta los sufrimientos pueden tener sentido y pasar rápidamente.  Eso se lo debo a estas dos consagradas y a algunos sacerdotes que se entregan al servicio del Señor para mostrarnos la forma de ver su amor y hacerlo vida en cada segundo.

 

Illustraciones: Pedro Iglesias

 

 

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