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Un video que narra la historia de una anciana que está esperando a la muerte para reencontrase con su esposo.

Vemos cómo cuando la muerte llega y la mujer se encuentra a punto de “atravesar el túnel”, se ve arrancada de las manos de la muerte por un médico de carácter arrogante, que se ufana de sus éxitos y fama. Aquí se establece una lucha feroz entre el médico y la muerte. Finalmente, la victoria de esta riña queda en manos de la medicina. La muerte se marcha sola, pero la anciana, que no quiere postergar más la reunión con su marido, decide por sus medios poner fin a su existencia.

A pesar de ser un corto animado, con tinte caricaturesco que muestra algunas escenas graciosas, trata un aspecto muy serio y esencial en la vida de cualquier persona: la muerte. Si bien las posturas del video no hacen parte de las enseñanzas de la fe católica, que es consecuente con la ley natural y con la dignidad del ser humano; ni siquiera los principios de la ética médica tienen estas propuestas. Pero es importante traer a cuestión este tema porque a pesar de que la muerte no es nueva, estamos viviendo con mayor frecuencia muchos dilemas alrededor de esta realidad en nuestra cultura.

Un primer aspecto es la postura de endiosar la capacidad de la ciencia y ponerla por encima de los ritmos naturales de la vida del hombre: situaciones en las que se pretende definir el inicio como el fin de la vida. A pesar de que la ciencia avanza a pasos de gigante, hay algo que nunca ha podido evitar: la muerte. Para muchos profesionales de la salud y científicos, la muerte significa el fracaso de sus conocimientos, porque miden su eficiencia en sus resultados.

La otra opción que se percibe en la animación es la decisión de suicidarse, que tampoco es una salida. Quizá se encuentren motivos para querer partir, para desear que la vida termine. Por ejemplo, encontrarse con los seres queridos, dejar de sufrir y no experimentar el dolor y la enfermedad. Muchos de estos motivos son válidos sobre todo en un tiempo en el cual ya se está acercando el final. Sin embargo, no se justifica para acabar con la vida. Ni la propia persona, ni otros en su reemplazo, deberían tomar esta decisión.

¿Cuál sería entonces la mejor opción? ¿Qué posición tomar ante la muerte?

Si tengo a mi abuelo (a), a mi padre o madre, un amigo, o algún ser querido que se encuentre muy enfermo y no quiera que sufra más, ¿es válido poner medios para ayudar a que parta? O por el contrario ¿podría intentar por todos los medios que tiene hoy la ciencia de retenerlo para que se quede conmigo? Probablemente ante todas estas interrogantes, habrán muchas opiniones y reflexiones. Yo quiero compartirles algunos pensamientos después de ver este video y además de estar asistiendo a personas en sus lechos de enfermedad (varios de ellos en el momento final de sus vidas).

La muerte, una realidad muy humana. Algunos la pueden ver como algo malo, como algo terrible y por ello se le tiene miedo. No podemos negar que es real y que todos en algún momento lo vamos a vivir. Se trata de aceptar que hace parte de nuestra existencia y atender la invitación del Señor Jesús: «estar preparados, no sabemos ni el día, ni la hora» (Mateo 25,13).

La muerte no es el final. Quisiéramos vivir para siempre, prolongar nuestra vida porque pensamos que la muerte es lo último. Sin embargo, este deseo de permanencia no lo cumpliremos en la vida terrena, sino que tendrá su plenitud en la vida eterna.

Nuestra vida está en manos de Dios: Nuestra existencia no nos la hemos dado nosotros, nos viene de alguien que nos ha pensado y nos ha querido desde siempre. De Él depende si estamos aquí y el tiempo que estaremos aquí. No por su capricho arbitrario, sino porque en su sabiduría sabe lo que nos conviene. A quienes se nos confía la salud y la vida biológica de muchas personas no tenemos derecho ni de acelerar ni de postergar el ritmo natural de su existencia.

 

 

Vía: Catholic-Link.com

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