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Sucesos acontecidos dentro del ámbito de la legislación internacional sobre el matrimonio y la familia evidencian lo que tiempo atrás se temía: El debilitamiento de la institución jurídica del matrimonio, constituyéndola así, en una entidad volátil, que se adapta a conveniencias políticas, determinadas por corrientes ideológicas, vaciadas de fundamentos científicos y antropológicos, con resultados que se reflejan en una sociedad sin diferencias sexuales, sometidas al imaginario y a un pensamiento único que sirve de asidero para el lanzamiento de políticas públicas y reformas educativas cuya finalidad es una sola: Redefinir la realidad.

El gobierno italiano consecuentemente con este pensamiento totalitario aprobó, el pasado 11 de mayo, con 369 votos a favor, 193 en contra y dos abstenciones el proyecto de ley de uniones civiles entre parejas del mismo sexo. De la misma manera, la Corte Constitucional de Colombia, el pasado 7 de abril, resolvió con 6 votos a favor y 3 en contra la aprobación definitiva del matrimonio conformado por personas del mismo sexo, dejando por sentado que de este contrato se derivarán los mismos derechos y obligaciones que existen en matrimonios conformados por un hombre y una mujer.

Es claro que estas propuestas legislativas presentadas por grupos u organizaciones minoritarias, puesto que no representan el pensamiento de todos los habitantes de un país, van ganando espacio en los sistemas jurídicos a costa del bien común.  Permitiendo que ahora se legisle con base en criterios subjetivos, al margen de estadísticas y de todo argumento objetivo que sirva para fundamentar la protección de la familia natural como célula primordial de la sociedad.

Así lo ha denunciado el Papa Francisco en su exhortación postsinodal, sobre el amor en la familia, en el numeral 251 al mencionar que: “No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo”.

Por otra parte, es alentador y llenan de esperanza las manifestaciones de la gran mayoría de habitantes en todo el mundo a favor del matrimonio constituido por un hombre y una mujer. Una prueba fehaciente de lo que logra el compromiso ciudadano a favor de la vida, la familia y la libertad  es el rotundo rechazo del proyecto de ley de unión civil en el congreso del Perú. Un resultado logrado por el trabajo de organizaciones comprometidas con estos valores innegociables como Population Research, Parejas Reales, CitizenGo, Marcha por la vida, Decidamos y otras más, católicas y evangélicas.   

De la misma manera, estos movimientos, lograron que 79 candidatos al parlamento peruano firmaran previo a las elecciones el documento denominado “Compromiso por la Vida y la Familia” que consiste en un pacto ético que garantiza el trabajo en la protección de la institución del matrimonio y el derecho a la vida, promoviendo normas que favorezcan la consolidación de la familia.

Estos acontecimientos señalan claramente la gran batalla jurídica, social y política en la que nos encontramos y Ecuador no es la excepción. No obstante, damos paso a la esperanza y a la reflexión para tomar aquellos buenos ejemplos de nuestros países hermanos ante una agenda política que avanza inescrupulosamente tal como denuncia el Cardenal Juan Luis Cipriani “Están esperando que estemos dormidos para asaltar el matrimonio y la familia”.  En este sentido, invito a usted querido lector a dar propuestas claras y una postura y compromiso firme a favor de la vida, el matrimonio y la familia.

“Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad”. Papa Francisco, Amoris Laetitia, numeral 52.

 

Por: Cristina E. Franco Cortázar
Abogada

 

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