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La impresionante historia de Martin Pistorius, quien perdió el control de sus miembros, la visión y el habla cuando era niño. Los médicos le declararon “un vegetal” que moriría en poco tiempo. Sobrevivió, se recuperó y ahora revela en su autobiografía: ‘durante ese tiempo, percibí y escuche todo’.

 

Martin Pistorius odia Barney. Y no es para menos. Por 12 años, en cuanto estuvo en un coma que los médicos describieron como “estado vegetativo”, las enfermeras le hicieron escuchar incesantemente el programa Barney & Friends – pensando que él no podía ni ver, ni escuchar nada – en cuanto permanecía sentado, confinado a su silla de ruedas.

Pero Martin no era el “vegetal” que los médicos dijeron que era. En realidad, podía ver y escuchar todo.“Yo, apenas puedo decirte cuanto llegué a odiar a Barney”, dijo recientemente en una entrevista.

En la década de 1980, Martin era un típico y activo joven sudafricano. Sin embargo, cuando tenía 12 años, fue acometido por una enfermedad que dejó a los médicos desconcertados. Perdió primero la movilidad de sus miembros; luego, la capacidad de establecer contacto visual, y finalmente, el habla.

Sus padres, Rodney y Joan Pistorius, fueron informados de que su estado era irreversible, viviría como “vegetal” y moriría pronto. Les recomendaron que lo mejor que podrían hacer era llevarlo para casa y mantenerlo confortable, hasta que falleciera.

Pero el joven, siguió vivo, a pesar del diagnóstico.

“Martin simplemente persistía, persistía”, explica su madre.

Ahora, en una nueva autobiografia, Ghost Boy: My Escape From a Life Locked Inside My Own Body [El chico fantasma: mi fuga de una vida preso dentro de mi propio cuerpo, aún sin traducción en español], Martin reveló que, aunque al inicio permaneció inconsciente, tal y como los médicos previeron, más o menos dos años después del coma comenzó a despertar, tomando gradualmente conciencia de todo lo que había y acontecía a su alrededor.

El padre de Martin, Rodney, cuidó de su hijo a lo largo de los años de padecimiento, y recuerda la rutina diaria que iniciaba a las cinco de la mañana para preparar a Martin a un día más en el centro de tratamiento especial.

“Ocho horas después yo lo buscaba, lo bañaba, lo alimentaba, le colocaba en la cama, programaba el despertador para sonar dos horas después, para despertarlo y no dejar que su piel se agrietara o irritara”, dice Rodney.

Sin embargo, Martin recuerda que, en determinado momento, su madre perdió la esperanza, y que, en cuanto lo miraba postrado, pensando que no podía escucharla, dijo: “espero que mueras”.

Pero él escuchó.

“Si, yo estaba allí, no desde el inicio, pero alrededor de dos años después de que entré en estado vegetativo, comencé a despertar”, dijo Martin.

“[Aunque no me movía, ni abría los ojos] yo tenía conciencia de todo, como cualquier persona normal. Todos estaban tan acostumbrados a mi ausencia que no percibieron cuando comencé a estar nuevamente presente. De repente, percibí la dura realidad. Pasaría el resto de mi vida de aquella forma: completamente solo”.

Con su cerebro activo, pero con un cuerpo inerte, Martin pensó inicialmente que estaba preso y que así permanecería.

“Nadie jamás me tratará con ternura. Nadie jamás me amará”, pensó. “Estoy condenado”.

“En realidad, en ese estado, no piensas sobre nada”, recuerda Martin. “Tu simplemente existes. Es un lugar muy oscuro, porque en cierto sentido, te permites desaparecer. Mi mente estaba presa en un cuerpo inútil, mis brazos y piernas no estaban sobre mi control y mi voz era diferente. Yo no podía hacer ningún tipo de señal o emitir sonido alguno para avisar a las personas que yo estaba consciente de nuevo. Yo era invisible: era un chico fantasma”.

Una vez más, Martin no desistió y cuenta que se reconcilió con su madre, perdonándola por haber deseado su muerte.

“El resto del mundo pareció tan distante cuándo ella profirió aquellas palabras”, recuerda. “Entonces, con el pasar del tiempo, de forma gradual, aprendí a comprender la desesperación de mi madre. Todas las veces que ella me miraba, podía ver sólo una parodia cruel del niño que tanto amó, que era saludable y ahora no”.

En un determinado momento, el cuerpo de Martin comenzó a responder a los comandos de su mente e inexplicablemente comenzó a recuperarse. Aprendió a comunicarse usando una computadora y comenzó a expandir su mundo más allá de los límites que lo habían confinado.

En 2008, encontró al amor de su vida, Joanna, y emigró para Reino Unido. En 2010, montó su propio negocio.

Hoy tiene 39 años, está casado con Joanna y vive una vida plenamente funcional y normal en Harlow, Inglaterra.

La historia de Martin no es tan poco común como parece. En los últimos años, se han registrado muchos casos de personas diagnosticadas con “muerte cerebral” o que supuestamente estaban en “estado vegetativo” y que, más tarde, se recuperaron y revelaron que estaban – como Martin – plenamente conscientes de lo que acontecía a su alrededor.

En un caso particularmente impactante, un joven llamado Zach Dunlap, reveló que estaba plenamente consciente en cuanto sus médicos y sus familiares discutían como donarían sus órganos. Sólo unos momentos antes de ser llevado a la sala de operaciones para remover sus órganos, un miembro de la familia colocó una uña en el dedo gordo del pie, causándole una inesperada reacción. La cirugía fue cancelada y Zach se recuperó.

Casos como éste alimentan el creciente debate sobre la precisión de los diagnósticos de “estado vegetativo” y “muerte cerebral”.

 

Vía: notifam.com

 

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