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Reconocer los síntomas puede hacer la diferencia entre una discapacidad severa y permanente o el desarrollo normal de su vida.

El infarto cerebral, también conocido como ictus, stroke, derrame cerebral o accidente cerebrovascular (ACV), es una repentina obstrucción del flujo de sangre en un vaso sanguíneo del cerebro. Estas obstrucciones, en el caso del infarto cerebral, se ocasionan cuando un coágulo formado en alguna parte del cuerpo viaja y obstruye una arteria. Por tanto, deja sin flujo de sangre a una parte del cerebro.

Nelson Maldonado, líder del servicio de Neurología del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo en Quito, indica que el infarto cerebral es considerado como una de las principales causas para que se produzca discapacidad severa y permanente en el Ecuador, incluso llega a causar la muerte.

Principales síntomas

La forma más fácil de reconoce el ACV es cuando en medio de una rutina normal, la cara de una persona se tuerce de un lado. Además, no es capaz de sacar la lengua o si lo hace se va para un lado. A esto se suma la dificultad para hablar o simplemente no puede realizar una acción tan sencilla como levantar los brazos. Siendo el síntoma más común de un accidente cerebrovascular la pérdida súbita, generalmente unilateral, de fuerza muscular en los brazos, piernas o cara.

Varias campañas en el mundo resumen los síntomas mediante acrónimos que facilitan recordar la sintomatología. En inglés, por ejemplo, se ha acuñado el acrónimo FAST que se traduce en velocidad y pone en relevancia la urgencia que el caso amerita como veremos a continuación.

F = Face – rostro: hace alusión a la asimetría que puede presentarse en la cara. Es más evidente al pedir al paciente que sonría.

A = Arms – brazos: en relación con la asimetría que puede presentarse al pedir al paciente que alce los brazos (levanta uno más que otro).

S = Speech – habla: dificultad para el habla coherente. Para evidenciarlo se debe pedir al paciente que responda a una pregunta sencilla tal como “¿dónde estamos?”, “¿qué día es hoy?” o pidiéndole que repita una frase sencilla como “hace frío hoy”. Si detectamos que hay dificultad para comprender, repetir o pronunciar las frases es una señal de alerta.

T = Time – tiempo: es momento de llamar al servicio de emergencia y alertarles de que puede estar ocurriendo un ACV.

4.5 horas vitales para hacer la diferencia

El Dr. Maldonado explica que “las cuatro horas y media después de iniciados los síntomas son cruciales para intentar que el paciente reciba el tratamiento sin sufrir complicaciones, como infecciones, alteraciones de la tensión, entre otras”. Después de que ha pasado dicho tiempo, la primera opción es disolver o destruir el coágulo, ya que esto permite permeabilizar la obstrucción cerebral.

Los infartos cerebrales se pueden tratar con un agente que disuelve los coágulos, denominado activador tisular del plasminógeno (rtPA, según su sigla en inglés. Por lo tanto, es muy importante recibir un diagnóstico correcto antes de comenzar el tratamiento. Luego de transcurridas las 4.5 horas, no se puede suministrar el rtPA.

Popularmente se dice que “el tiempo es oro”, pero cuando se habla de un infarto cerebral debemos pensar en que “el tiempo es cerebro”. Cada minuto que pasa obstruida una arteria implica la muerte de más neuronas y por lo tanto el pronóstico es menos favorable. ¡Actuemos con tiempo!

  • De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que 1 de cada 6 personas en el mundo, padecerá un infarto cerebral en algún momento de su vida.
  • Tiene 4.5 horas después de presentados los síntomas de un infarto cerebral para actuar y evitar consecuencias irreversibles.
  • El tratamiento trombolítico (rtPA) incrementa el 33% la posibilidad de presentar secuelas mínimas o no presentar secuelas permanentes a 90 días de ocurrido el ACV frente a no usar el tratamiento.
Causas o factores de riesgo:

  • Presión arterial alta
  • Diabetes
  • Frecuencia cardiaca irregular
  • Colesterol alto
  • Antecedentes familiares de la enfermedad
  • Consumo de alcohol y cigarrillo

FUENTE: American Heart Association

 

Vía: Agencia Atis Ketchum

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