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Se cumplieron 500 años de la reforma de Lutero, pero también ya son 50 años del movimiento ecuménico. Sin embargo, ¿ahora de qué sirve la unidad de las confesiones cristianas?, pues la sociedad en general ya no cree en el cristianismo.

Hace 500 años

En Wittenberg, Alemania, en 1517, Martín Lutero inició un movimiento para corregir los grandes problemas disciplinares de la Iglesia. Esta reforma desembocó en la división del cristianismo y en el surgimiento de las confesiones reformadas, junto con una gran división política y cultural en Europa.

Un tema fundamental de esta división fue la Doctrina sobre la Justificación, que consiste en explicar qué tiene que hacer un pecador para recibir la salvación. En el momento inicial, la controversia se polarizó así: los luteranos enfatizaban que el pecador sólo debía creer en Cristo (la “sola fides”), mientras que los católicos subrayaban que el pecador debía manifestar esa fe con obras.

El diálogo ecuménico

En 1967 inició un diálogo entre la Iglesia Católica y al Federación Luterana Mundial, que a lo largo de estos 50 años ha dado frutos estupendos, como un acuerdo en la Doctrina sobre la Justificación, en 1999. En esa Declaración se explica que, en el fondo, las dos confesiones tienen la misma visión sobre la Justificación, pues ambas aceptan que “sólo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras”. Luego, en 2006, la Iglesia metodista reconoció esta doctrina.

Otro hito fundamental fue la “conmemoración” común entre católicos y luteranos del V centenario del inicio la Reforma, celebrada en Lund (Suecia), con la participación del Papa y de los líderes luteranos, en 2016. El evento fue una obra finísima de teología y diplomacia, pues no fue una “celebración” (como si el cisma hubiera sido una victoria), sino que ambas partes “conmemoraron” los 500 años con espíritu de reconciliación, de penitencia, de perdón y de fraternidad.

Y un nuevo e importante paso se acaba de dar en el pasado 5 de julio, en la icónica ciudad de Wittenberg, porque la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas se adhirió oficialmente a la declaración de 1999.

Actualidad del ecumenismo

En una reunión el Consejo Mundial de la Iglesias Reformadas con el Papa en el Vaticano (10 junio 2016), Francisco recordó que el mundo de hoy experimenta una “desertificación espiritual”, especialmente “donde se vive como si Dios no existiera”. Por eso, añadió el Pontífice, que las diversas comunidades cristianas “están llamadas a ser cántaros” para que en el trabajo conjunto apaguen la sed con la esperanza, presencia capaz de inspirar fraternidad, encuentro, solidaridad, amor genuino y desinteresado.

Para Francisco, ante este mundo secularizado, si el trabajo conjunto de católicos y reformados da testimonio del amor misericordiosos de Dios, se convertirá en un “verdadero antídoto frente al sentido de desorientación y a la indiferencia que nos circundan”.

En resumen

Como la unidad religiosa no es posible con las fuerzas humanas, el acuerdo sobre las diversas confesiones cristianas es una señal –no una demostración– de que Dios sigue interviniendo en la historia. Por eso, el ecumenismo tiene una gran oportunidad para dar esperanza a nuestra sociedad, pues la unidad de los cristianos puede hacer creíble y aceptable la fe en una cultura espiritualmente cansada.

Por: P. Luis Fernando Valdés

@FeyRazon   lfvaldes@gmail.com

http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

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