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En Vive! tenemos como propósito para el 2017 crear conciencia del voto en las próximas elecciones, para poder elegir líderes políticos que representen lo que como ecuatorianos queremos para nuestro país. Para ello, qué mejor guía que la del Papa Francisco en su visita a la Iglesia San Francisco en Quito, Ecuador. Los dejamos con su mensaje a la sociedad civil en julio de 2015:

Me alegra poder estar con ustedes, hombres y mujeres que representan y dinamizan la vida social, política y económica del País. Justo antes de entrar en la Iglesia, el Alcalde me ha entregado las llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de Quito, soy de casa. Ese símbolo que es una muestra de confianza y cariño, al abrirme las puertas, me permite presentarles algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de la vida familiar. Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido.

En la sociedad, ¿no debería suceder también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político, en el sentido más amplio de la palabra, no olvidemos que la política, decía el beato Pablo IV, es una de las formas más altas de la caridad muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación que produce descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo y así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud ¿eso es ser familia? En las familias, todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven, se pelean, pero hay algo que no se muere, ese lazo familiar.

Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia!: si pudiéramos lograr poder ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, qué bueno sería.

¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo lejano, algo anónimo que no nos involucra, que no nos mete, que no nos compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentando construir? ¿La amamos solo en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas?, San Ignacio, permítame el aviso publicitario, San Ignacio nos decía en los ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las palabras ¡Amémosla a la sociedad en las obras más que en las palabras!

En varias ocasiones me he referido a la importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales y son: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad. Y entonces, partiendo de este ser de casa, mirando a la familia, pensemos en la sociedad, a través de estos valores sociales que mamamos en casa, en la familia, la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.

De la fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado.

El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los actores sociales.

Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertad.

La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, me referí a la falta de trabajo creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado. Si no hay solidaridad esto es imposible, me refería a los jóvenes y me referí a la falta de trabajo. Mundialmente es alarmante.

Primero son los chicos, porque o no se los quiere en países desarrollados que tienen natalidad casi cero por ciento, o no se los quiere, o se los asesinan antes de que nazcan, después los ancianos, que se los abandona y se los va dejando y se olvidan que son la sabiduría y la memoria de su pueblo y se los descarta. Ahora le tocó el turno a los jóvenes. ¿A quién le queda lugar? a los servidores del egoísmo, del Dios dinero que está al centro de un sistema que nos aplasta a todos.

Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social en la subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad.

En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico.

También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a los más necesitados.

Que el Señor conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser siempre ese ámbito adecuado donde se vivan estos valores.»

Vía Aciprensa

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