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Hoy es una realidad que tanto el hombre como la mujer trabajan. No es un dato moderno. Más bien es un sistema de vida que ya está integrado en la gran mayoría de hogares y, como tal, debe ser abordado. Sin embargo, lo que sí no ha cambiado es la prioridad que le damos a la familia y a la crianza de los niños. Este gran valor en la vida es algo que se mantiene a lo largo de los años, a pesar de que los cambios sociales y económicos hayan modificado las estructuras familiares y la manera de educar en el hogar. Ante esta realidad hoy se habla mucho de la conciliación entre estos dos ámbitos reales y sustanciales del ser humano adulto: la vida profesional y la familiar.

Sin embargo, tanto si es por elección como por obligación, el trabajo de los dos padres exige, de hecho, mucho esfuerzo a la hora de integrar las agendas de la oficina con la de la casa, creando estrés, agitación y hasta mal genio.

¿Quién no ha llegado de la oficina agotado y sin ganas de enfrentar la tareas de los chicos, los desarreglos domésticos y las últimas rutinas hogareñas? La educación de los hijos requiere de una energía a veces sobre humana y los padres que trabajan pueden sentir que la gastan casi toda en la oficina. Si a esto le sumamos un hogar de padres separados, el problema se agrava.

Sin embargo, tomar las cosas con calma, tratando de entender que todo se puede superar día a día, momento a momento, sin abrumarse por absolutamente todo el futuro, puede ser una buena fórmula para poder afrontar lo cotidiano. Aquí les presentamos unos consejos que los pueden ayudar con la construcción de una vida familiar saludable y favorable. 

Dejar la oficina en la oficina

Sobre todo cuando tenemos largas horas de trabajo, es importante entrar a la casa para estar presente con los chicos, centrándose en ellos. Sería mejor si es que tienen la cena en familia y una rutina para acostarlos (sobre todo si son más chiquitos, compartir un cuento, por ejemplo). Un buen tip: no ver el teléfono ni los correos mientras estamos con ellos. Si deben trabajar en la casa (y no lo pueden evitar) hay que hacerlo luego que los niños se durmieron.

Tiempo de calidad y atmósfera de amor

Sumado a lo anterior, si bien a veces es difícil no caer en el estrés de hacer todo al final del día, es importante darle a nuestros hijos tiempo de calidad. Esto es, por ejemplo, compartir una conversación relajada, o un cuento, o el baño de los más pequeños jugando. Es vital que los momentos de rutina estén plagados de amor, para aligerar la carga de estrés y los chicos se sientan amados y queridos en todo momento. 

Las tareas escolares

Cuando los padres llegan, por ejemplo, a las 7 de la noche y ven que las tareas todavía no están hechas, puede ser un momento muy complicado para llenarlo de “amor y paz”. Más en la actualidad que muchos centro escolares mandan mucha carga para la casa y que, además, requiere de ayuda de un adulto. Cuando ambos padres trabajan y la situación de los deberes es complicada, una sugerencia es contratar a un tutor de la escuela, a un profesor particular o a un familiar que ayude aliviar este problema. Así las horas que estamos con nuestros hijos pueden ser realmente beneficiosas en otros aspectos, como el afectivo. 

Priorizar tareas

Cuando se tiene poco tiempo para estar en familia, es necesario aprender a priorizar las tareas. ¿Es realmente imprescindible recorrer 15 tiendas para encontrar una camisa que una en casa puede suplir para una reunión social irrelevante? ¿Necesitamos arreglarnos dos horas para salir? Por eso es importante diferenciar entre tres tipos de tareas: las imprescindibles, las deseables y las innecesarias. 

Lo perfecto es enemigo de lo eficiente

Ojo, aquí no estamos diciendo que seamos mediocres ni mucho menos. Pero no podemos pretender, por ejemplo, planchar una blusa cinco horas para ir a comprar pan a la esquina. Hay que aprender a ser eficientes sin caer en manías.

Educar con felicidad

A veces el estrés y la premura de lo cotidiano no nos dejan ver el paisaje desde lo alto, completo. Educar es ayudar al otro a ser feliz. Y si en este proceso de enseñanza y aprendizaje nos olvidamos de este punto vital, estamos perdiendo el objetivo central de nuestra vida como padres. Hagamos las cosas con alegría, sabiendo que cada sacrificio o entrega tiene este bien superior. Como dice Polaino Lorente [i], “si una persona contribuye a hacer feliz a otra –a pesar del esfuerzo que ello suponga–, necesariamente habrá de ser feliz; no tanto por lo que espera de respuesta un día lejano, sino porque, por naturalidad y participación, los padres se sienten implicados y personalmente satisfechos con la felicidad de sus hijos. Para cualquier padre su mayor gozo es que sus hijos sean felices. La felicidad de los hijos corona de felicidad la cabeza de los padres”.

 

Por: La Mama Oca

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