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Es importante que como padres estemos al tanto de los cambios que llegan con la pubertad de nuestras pequeñas.

Para muchas personas, el cambio más importante que viene con la pubertad en las niñas es la llegada de la primera menstruación; y mucho nos dedicamos a preparar este momento. Se les informa a las chicas qué sucede en su cuerpo, cómo abordarlo con normalidad y cómo asumir los cambios físicos que acompaña esta nueva situación.

Más allá de los cambios físicos, que son igual de importantes, a veces dejamos de lado la gran cantidad de cambios emocionales que les suceden a las niñas. Cosa que hoy pareciera, ocurre cada vez más temprano.

Puede pasar, que sin que nosotros, los padres, nos demos cuenta, de repente nuestras hijas cambian sus intereses y su manera de relacionarse con todo su entorno.

Vemos cómo los planes de los viernes con las amigas se multiplican, ellas mueren por hacer pijamadas y cualquier motivo es bueno para reunirse (incluso hasta para prepararse para una reunión). Así, adoptan conductas similares, se visten parecido, etc., lo que lleva a que se consolide el grupo de las amigas. En el colegio andan juntas, chattean por Snapchat, crean grupos en Whatsapp, todo con tal de sentirse como si fueran una sola.

Por más que los papás parezcamos relegados ante esta situación, es natural. Aunque no lo podemos evitar, será muy importante que aprovechemos para conocer a las amigas de nuestras hijas, que mantengamos comunicación con los otros papás y que, de ser posible, acordemos reglas similares para nuestras hijas.

Un proceso de búsqueda

Paradójicamente, este comportamiento extremadamente social, volcado al otro, se da como un método para buscar su propia identidad y su independencia. Aliarse al grupo de amigas, permite cambiar el protagonismo que antes tenía la familia. Así pueden ubicarse en el mundo como un sujeto autónomo, en un entorno donde es querida y valorada por lo que es, mas no por ser la “princesita de papá”.

Si bien este proceso de autodefinición no tiene por qué ser traumático, muchas veces lo es. Hay chicas que empiezan a llevar la contraria en todo, a comparar su situación con lo que sucede en otros hogares; lo que las puede llevar a tomar decisiones inadecuadas, sólo por diferenciarse de los valores de su familia.

Caminar de la mano

Para poder acompañarla de la mejor manera en esta transición, es básico escucharlas y darles su espacio. De alguna manera “hacernos al dolor” de que ya no somos lo más importante del mundo para ellas, para poder actuar con inteligencia. Hay que tratar que las amigas se reúnan en nuestra casa, interesarnos por sus actividades, “acolitarles” en lo que nos parezca adecuado y seguirles demostrando cuánto las queremos. No es conveniente convertirnos en “sus amigas”, pues, aunque no parezca, ellas siguen necesitando a su mamá y a su papá.

Si bien la pubertad es una etapa de transición, no hay sólo que enfocarse en el resultado, sino en disfrutar el camino. Acompañar a nuestras hijas en esta etapa nos va a permitir estimular sus talentos, apuntalar su personalidad, fortalecer su autoestima y darnos cuenta de cuánto se van pareciendo a nosotros.

 

Por: Inés Cobo de Gilbert

Psicóloga

Directora Ejecutiva Sir Thomas Moore

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