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Te invitamos a conocer estas 7 claves que te ayudarán a comunicar tu fe sin desatar una guerra.

Una vez alguien me dijo «la gente se va a acordar más de cómo la hiciste sentir que de lo que le dijiste». Y esto es una gran verdad.

Mirando hacia atrás, confirmo esta afirmación. Recuerdo más la experiencia que el mensaje que recibí. Recuerdo la emoción del momento.

Nunca ha sido sencillo conversar con alguien que tiene ideas o creencias diametralmente opuestas a las tuyas. Usualmente, en lugar de entablar un diálogo, entablamos un debate que en algunas ocasiones se convierte casi en un campo de batalla.

Ojalá pudiera decir que ese campo de batalla es solo verbal, ¡cuántas veces hemos trasgredido este espacio! Casi exagerando – pero tal vez no – podría decir que guerras enteras se han gestado en una mesa de diálogo.

Al momento de comunicar la fe no nos libramos de esto. Comunicar la fe no se trata de convencer o de hacer proselitismo (parafraseando al Papa Francisco). Comunicar la fe se trata en primer lugar de una tarea de amor.

Pero también se trata de una tarea para la que hay que prepararse. No basta con solo formarse en la fe. Necesitamos también saber de qué manera estamos comunicando esa fe al otro.

Es comprometerse con ser reverentes con aquel que tenemos enfrente y piensa distinto. Porque, así piense distinto o hable en contra de Dios, Dios lo ama. Por lo tanto, mi misión es también amar.

Como apóstoles tenemos que promover un encuentro y no un convencimiento de que mi postura es la mejor. Yo no puedo llevar el amor de Cristo por imposición. Cristo mismo se dejó morir para que podamos entender que la Buena Nueva no se difunde a la fuerza, sino dejándose la vida misma.

 

 

¿Cómo comunicar nuestra fe?

Les dejamos algunas recomendaciones a tomar en cuenta al comunicar la fe:

1. Aprende a mirar en positivo

Antes de pensar en tus argumentos, mira a la otra persona. Trata de ponerte en su lugar, de recoger lo positivo. Evita caer en la actitud defensiva y el antagonismo. Recuerda que tu fe se trata del amor mismo.

 

 

2. Alumbra pero no quemes

Hemos sido llamados a ser luz del mundo, pero una luz que brinda ese calor reconfortante. Evitemos ser llamaradas incandescentes que desatan incendios de odios. Evitemos, en temas acalorados, echar más leña al fuego. Recuerda que es necesario respetar el punto de vista del otro, sin que eso signifique que no mantengas el tuyo. El respeto puede convivir incluso con desacuerdos.

3. Fíjate en cómo puedes hacer sentir al otro

Tengamos cuidado no solo con el tono y las palabras amables, sino con la erudición. Es decir, no usemos palabras rebuscadas, «eruditas», que sean incomprensibles para la persona que tenemos al frente. Palabras que, en lugar de acercar, distancien. Palabras que puedan hacer sentir inferior, atacado o no comprendido al que tenemos al frente.

4. Cuenta historias

A veces nos quedamos en los argumentos y nos olvidamos de que las historias son más potentes. Tienen el poder de llegar a nosotros, de identificarnos con los personajes, con las situaciones que describimos. Recuerda que Jesús bajó a la tierra para hablar nuestro mismo lenguaje.

 

 

5. Sé compasivo

No olvides que tienes a un ser humano amado y deseado por Dios desde la eternidad. Tienes a alguien único e irrepetible al frente. Con fragilidades enormes, con anhelos grandiosos. Dejemos ese ego de lado al momento de comunicar la fe y pensemos en el otro como nuestro ser más querido (así nos cueste).

6. Evita ser un robot lleno de comandos

Deja de repetir todo de memoria. No des un discurso elaborado, lleno de reglas y formas. En el arte de comunicar la fe necesitamos también haber elegido esta fe en libertad, recordar que también fuimos tocados por Cristo, por su amor.

7. No se trata de ti

No se trata de ganar tú una batalla, sino de colaborar con Dios mismo. Eres apenas un mensajero, un medio. Lo que importa es el mensaje. El resto es campo de acción de Dios y de la libertad del otro.

 

 

Escrito por: Silvana Ramos, vía Catholic-Link.

 

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