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Compartimos cinco distractores que pasan desapercibidos y nos impiden escuchar la voz del Espíritu Santo.

Es posible que creas que Dios no te habla y te alerto ante esto: ¡el orgullo y la soberbia nos ensordecen ante lo que Dios nos quiere decir! Hay muchas cosas (distractores) que hacen difícil que escuchemos la voz de Dios en nuestros corazones.

Por eso, te dejo una pequeña lista de distractores que nos alejan de escuchar lo que el Espíritu Santo nos quiere decir.

 

 

1. El lugar puede distraernos de oír al Espíritu Santo

Cuando quieres tener una conversación con un amigo vas a lugares apropiados para tenerlas. Esto es lo más normal. Busca un lugar en el que puedas escucharlo. Aunque Él habla todo el tiempo y en todas las circunstancias, es más sencillo que lo escuches en el silencio de tu oración, En momentos en los que te propongas escucharlo.

Si vas a la adoración eucarística —algo que te recomiendo hacer por lo menos una vez a la semana— dispón tu corazón para escucharlo. Confiésate, recibe la comunión e invoca la presencia del Espíritu Santo.

Hay muchas oraciones que puedes hacer. Lo que yo hago es repetir «ven Espíritu Santo, ven». Otra ayuda para disponerte a escuchar es poner alguna canción en la que se pida la presencia del Espíritu Santo. ¡Dejalo hablar!

Además, es una buena idea tener un papel cerca por si te dan ganas de escribir alguna inspiración.

 

 

2. Nuestra propia voz nos confunde

Nuestra propia voz nos hace creer que estamos solos o que podemos hacer las cosas sin Él. Déjalo hablar a Él. No hagas planes sin Él, ¡espera! El plan que Él tiene para ti es mucho mejor que el que tú te puedas imaginar.

Recuerda la frase «haz todo como si dependiera de ti y después abandona todo en las manos de Dios». Cuando te hablo de paciencia no te estoy diciendo que no hagas nada, que te acuestes y esperes que todo te caiga del cielo.

Lo que te quiero transmitir es que debes poner todo tu esfuerzo para conseguir lo que quieres, pero confiando que solo será lo que Dios permita.

Por ejemplo: si quieres cambiar de trabajo, puede que te llamen de algún lugar sin que hayas enviado tu curriculum, aunque esto es bastante improbable. En principio, debes poner de tu parte para enviar tu CV a diferentes lugares y confiar en que Dios abrirá las puertas que se deben abrir y mantendrá cerradas las que no.

3. Nuestro pecado es el más ensordecedor

Es verdad que hay momentos y circunstancias en las que escuchar a Dios es más difícil. Lamento decírtelo, pero en muchas ocasiones no escuchamos la voz de Dios porque le hemos dado la espalda con nuestros pecados.

Cada vez que pecamos nos alejamos de Él y perdemos la gracia santificante. Recuerda que la gracia es la comunicación de Dios a nosotros. Es la fuerza por medio de la cual nos parecemos cada vez más con Él y nos configuramos con sus deseos y voluntad para nosotros.

Si estamos en pecado – y más en pecado mortal -, la voz de Dios rebotará en la muralla que se ha construido al rededor de nuestro corazón.

Para escuchar bien debes limpiarte los oídos. Es decir: confesarte, acercarte a la persona que te habla. Buscar espacios de oración y desear escuchar lo que te está diciendo. Hacer un acto de humildad para que Él te hable y tú obedezcas.

 

 

4. La desconfianza nos hace pasar de largo lo que hemos escuchado

Confía, confía y confía. A lo largo de mi camino en la vida de la fe, me he encontrado con personas que, por la prisa, han tomado decisiones pensando que era lo que Dios les pedía. Y, debido a un pobre discernimiento, se han golpeado muy duro y han llegado a pensar que Dios los ha castigado.

¡No! Dios no nos castiga, somos nosotros mismos que con nuestras acciones libres nos hacemos daño. Dios nos ama y nos quiere felices. Así que tómate tu tiempo para escuchar, desea escucharlo desde lo más profundo de tu corazón.

No tengas prisa, pero tampoco te quedes congelado en un eterno discernimiento. Pídele a Dios que te ayude a ver su sueño para ti y ten paz. Él te dará la gracia que necesites para cualquier plan que Él quiera para ti.

Nunca estarás solo si te agarras de su mano y, con la ayuda de la gracia que confieren los sacramentos, caminas a Su lado.

5. ¡Desea escuchar al Espíritu Santo!

Puede que esto te parezca lo más tonto que te han dicho. Pero, si lo piensas por un instante, te darás cuenta de que, en muchas circunstancias, lo que más dificulta escuchar lo que Dios nos quiere decir es que deseamos hacer nuestra voluntad.

Queremos llevar las riendas de nuestra vida sin que nada ni nadie nos diga qué tenemos que hacer o a dónde podemos ir. Dejamos de lado a Dios que nos conoce mejor de lo que nos conocemos y que nos quiere más de lo que nos queremos.

Él sabe mejor que cualquiera lo que es bueno para nosotros. Pero, en muchas ocasiones, le damos la espalda y nos dejamos llevar por la falsa idea del «yo quiero, yo puedo, yo hago» que el mundo quiere que creamos es posible.

Para escuchar a Dios debes querer hacerlo. Y el querer implica despejar el camino de todo lo que nos distrae; buscar un lugar apropiado, tener nuestro corazón dispuesto y discernir, de la mano de alguien que te acompañe, lo que te dice Aquel que te ama más de lo que cualquiera puede amarte.

 

 

Escrito por: María Claudia Arboleda, Teóloga, licenciada en teología moral y espiritualidad, vía Catholic-Link.

 

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