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Con la globalización, la gran industria de la pornografía diversificó y democratizó sus contenidos, reforzando patologías aberrantes en las personas.

Antes de Internet y los teléfonos inteligentes, la pornografía monetizaba cantidades significativas de dinero. Hoy, estos contenidos están al alcance de un clic, siendo información libre y de fácil acceso para todos, convirtiéndose en una causa gravísima de disolución familiar, divorcio y modificación de la conducta en niños y jóvenes.

Efectos del porno

Estudios del American Academy of Matrimonial Layers (2003) confirman que más del 50% de los divorcios y disoluciones familiares en EE.UU. son causados por el consumo de porno. Además, vale tomar en cuenta las duras consecuencias en la vida personal, espiritual, familiar y laboral que trae consigo la adicción a la pornografía para el círculo familiar.

Por medio del apostolado de comprenderysanar.org , hemos comprobado que muchos de los casos atendidos con jóvenes y adultos sobre efectos del porno, inician durante la niñez, entre los 4 y 5 años.

La familia como apoyo

Los rol de papá y mamá son fundamentales en tiempos de Internet y redes sociales, no pueden dejar de ser transmisores del respeto y la dignidad del cuerpo. Ellos son referente de la información clave para la construcción de una identidad sexual sana y la vivencia del sexo con prudencia y responsabilidad.

Internet es el nuevo gurú del sexo y tiene a las personas sumergidas en una crisis de identidad y desorientación sexual. Estudios del London School of Economics (2014, Livingstone, S., Haddon, L., Vincent, et al.) mostraron que el 57% de los niños y adolescentes británicos entre los 9 y 19 años han tenido experiencias con pornografía hard core, situación que muchos de sus padres no sabían.

Las redes sociales nos exponen a material pornográfico en vídeo o fotos. Muchos padres de familia comentan haber descubierto a su pareja o hijos viendo pornografía en alguna de ellas. Y en el caso de las chicas, son proclives a ingresar a chats eróticos o sexting.

¿Qué hay detrás?

La pornografía es una plaga para el matrimonio y vulnera a nuestros niños, ya que goza de un parámetro libre de expresión y normalidad, nutrido como una iniciativa comercial y permitido como una forma de distracción. Una rápida revisión de los canales de televisión muestra la venta de vídeos Pay Per View, donde se gastan grandes sumas de dinero, mientras obligan a sus parejas a ser espectadoras, ofendiendo sus sentimientos y afectando a la economía familiar.

La diversificación de la pornografía mantiene vivas otras formas de explotación humana como la prostitución y escorts sexuales, locales de masajes camuflados y prostíbulos. Un ciclo que nunca acaba, que amenaza con esclavizar y frustrar nuestros deseos de ser felices.

Aún pensamos que no existe un problema con el porno, a pesar de graves situaciones de violencia contra la mujer. No entendemos que el efecto del porno es un reforzador primario que modifica, incluso a nivel cerebral, la forma que hombre y mujer se relacionan, manteniendo encendida la llama de violencia. Bien podríamos prevenirlo blindando la educación que se da en la escuela doméstica desde padres que en ocasiones pueden ser permisivos con sus hijos, errando al ser “modernos” o de “mente abierta”.

Alejémonos de la idea de que la felicidad puede obtenerse con distintas relaciones sexuales, como lo muestra la pornografía, ya que esto genera un alto costo para la familia y la sociedad. Que el porno no nos engañe, ni se meta en nuestras vidas de forma sutil para llevarse nuestra libertad.

Miguel León
@mleonastudillo
mleon@metanoia-ecuador.org

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