En el Centro de Rehabilitación Integral de Adicciones (CRIAD), tanto adictos como sus familiares, son recuperados y reintegrados a sus vidas.
A simple vista parece una casa común y corriente. Sala, cocina, comedor, piscina, un pequeño gimnasio, un televisor grande para ver fútbol y cerca de 5 habitaciones. Pocos llegarían a pensar que este es un lugar destinado para la recuperación de personas con adicciones.
Tras su rehabilitación del mundo de las drogas, Antonio Rimassa decidió empezar campañas de prevención en colegios de Guayaquil, con el fin de reducir los índices de adicción a las drogas y concienciar a los jóvenes; los talleres TAPAD dan el soporte necesario a familias y docentes. Sin embargo, algo hacía falta.
“No podemos tapar el sol con un dedo. Los talleres ayudan a prevenir, pero ¿qué pasa con los chicos que ya están involucrados en este mundo? Es por eso que conformamos el Centro de Rehabilitación Integral de Adicciones (CRIAD)”, asegura Antonio.
“Atrás de un adicto hay una familia enferma que debe ser rescatada”
CRIAD cuenta con un equipo de 10 profesionales en distintas áreas, que se encargan de velar por la integridad de sus pacientes. Psicólogos, médicos, psicopedagogos, nutricionistas y guías espirituales ayudan a cubrir cada una de las necesidades de los pacientes.
El centro es solo para varones de cualquier edad, que son separados según edades. “Los chicos trabajan duro para superar su adicción. Esto no es un centro recreacional”, comenta Aldo Rimassa, administrador y hermano de Antonio.
Bajo su propia voluntad
En cuanto a los procesos de selección o admisión, Antonio asegura que antes que nada el paciente debe haber aceptado ingresar. “Nosotros no queremos obligar a nadie. Siempre les planteamos la posibilidad de ser tratados ambulatoriamente, pero eso tiene un efecto casi nulo. Luego son ingresados, bajo su consentimiento y con un contrato de consentimiento”.
La familia: Un eje esencial
“Nosotros usamos un modelo terapéutico en donde damos importancia a la parte cognitiva y científica del adicto. Sin embargo, uno de nuestros principales ejes es el cuidado integral de la familia. Atrás de un adicto hay una familia enferma que debe ser rescatada”, asegura Antonio.
Para CRIAD, la familia es muy importante y debe ser tratada junto con el paciente. Cada sábado tienen reuniones a puerta cerrada con los familiares de los pacientes, en donde son informados sobre cualquier novedad y, de ser necesario, son tratados. “La intervención familiar es moderada por los profesionales en psiquiatría y psicología que son los encargados de llevar un registro de las conductas de los pacientes y tratar a las familias”, comenta Aldo Rimassa.
CRIAD cuenta con un equipo de 10 profesionales en distintas áreas, que se encargan de velar por la integridad de sus pacientes.
En una jornada usual, los pacientes se levantan a las seis y media de la mañana, arreglan su cuarto, desayunan y empiezan con una sesión espiritual (no religiosa) con Gustavo Macías, quien vivió la enfermedad. Luego tienen una charla vivencial dictada por Antonio, almuerzan y descansan. En la tarde tienen dos charlas más con temas variados, entre pedagogía y psicología; y cenan. Siempre cuentan con revisiones médicas y los sábados sus familiares los pueden visitar. Los domingos, son días libres dentro del centro.
El tratamiento tiene una duración mínima de seis meses, que se distribuye así: el adicto permanece cuatro meses internado, un mes es introducido –paulatinamente- a su vida normal y el sexto mes se le permite las salidas. Luego de este período, lo recomendado es que siga presentándose semanalmente al centro para chequeos.
“Muchos padres toman la penosa decisión de enviar a sus hijos a que se recuperen en el extranjero. No recomendamos eso porque es una enfermedad que se debe tratar junto con la familia”, sostiene el Dr. Fernando Valarezo, Neuropsiquiatra especializado en farmacodependencia.
Por Juan Felipe Torres
Editor