Un rey nacido en ese entorno, entre los pobres y los animales: un cierto aire de revolución, como si el mundo se hubiera invertido.
Uno de los libros más bonitos de GK Chesterton es “El hombre eterno”. En la edición que yo poseo, existe un prólogo de Juan Manuel de Prada que inicia con la reflexión sobre la forma en que Chesterton se va convirtiendo al catolicismo. Este es uno de los personajes que fue forjando su fe con base en la razón, y su primera inquietud nace porque, en su época, igual que hoy, la Iglesia era una institución humana que concitaba ardorosos ataques y, sin embargo, debía estar animada por un fuego divino.
¿Qué había en esta institución que merecía el ataque de tantos intelectuales, pero a la vez suscitaba el amor de millones de seguidores desde el inicio de su historia? Chesterton descubre que la única herejía que su época no admite es la ortodoxia. Descubre que el catolicismo es la única religión que nos libera de la degradante esclavitud de ser hijos de nuestros tiempos, esto es, de sus modas perecederas y de su tumulto de banalidades y tópicos enquistados.
En Navidad, una de las épocas del calendario cristiano más bellas, recordamos el nacimiento del Hijo de Dios en la gruta de Belén. Chesterton hace una singular comparación, ya que el inicio de la historia del hombre primitivo es también una vida en cuevas y grutas. Testimonio de esto son los restos de arte rupestre en diferentes partes del mundo. Así mismo, el nuevo inicio de la historia del hombre, marcada por el nacimiento de Jesús de Nazareth, es también la historia de una cueva, vecino de animales, de María y José.
El hombre, según Chesterton, no es el fruto de una evolución, sino de una revolución; y para mejor explicar esta afirmación, nos lleva al interior de las cavernas que habitaron nuestros antepasados. En esas cuevas donde había vida comunal, los artistas pintaron figuras, pero para poder ver esas figuras tuvo que existir el fuego que calentaba e iluminaba esos lares. Es esa luz es la que permite ver y desde esa luz empieza el progreso del hombre. Conforme evoluciona su inteligencia, el hombre descubre la razón, pero a la vez encuentra el misterio, y sabe que no todo depende de él, sino de un Creador. Pero la historia avanza y el hombre pierde su conexión con Dios porque el progreso la empaña y extravía su innato sentido religioso. Esto se corrige de manos del mismo Dios, quien irrumpe en la historia de la mano de un niño que cambia el curso de las cosas, las reparas y las hace todas buenas.
Este hombre-Dios no hace alarde de sus milagros pero no tiene miedo ni timidez de repetir una y otra vez que era el Hijo de Dios. ¿Se imaginan el shock que tiene que haber sucedido en ese tiempo que un pequeño mocoso, desconocido, repita con tanta fuerza que no solo era rey de reyes, sino el Hijo de Dios bajado a la tierra? De Prada menciona en el prólogo que la historia del hombre no es sino un largo recorrido de la mano de Dios, como el paseo por un jardín recién estrenado. Los años pasan, pero el paseo parece ser nuevo cada día, es un recorrido de novedades y estrenos recurrentes.
La historia de la Navidad es como un cuento de hadas que relata el largo caminar de una joven y humilde pareja que recorre sitios para buscar posada y que, ante la ausencia de un sí, termina instalándose en una fría y sencilla gruta al lado de animales. Este es el momento de una segunda Creación. Uno se pregunta: ¿Cómo las manos de Dios, creadoras del cielo, las estrellas, el mar y la tierra, no pudieron procurar un lugar más decente para el nacimiento de su hijo? ¿Por qué no organizó una corte de ángeles que tocaran sus trompetas y armaran un palacio para recibirlo? Es que este nacimiento es como una broma que enfrenta al bien y al mal. Es un crudo mensaje que nos recuerda que el modelo del hombre no se basa en placeres ni en lujos, sino en la sencillez del alma de un niño que viene a salvarnos de nuestros pecados y a darnos una segunda oportunidad para entrar al lugar del Padre. En el nacimiento de Jesús se fusiona la idea del nacimiento de un sencillo niño y la fuerza que sostiene las estrellas.
La escena de Belén es relatada e imaginada por diferentes personas en diferentes culturas, lugares y tiempos. Solo basta ver la gran diversidad de “nacimientos” que se pueden apreciar en cada casa. Lo curioso es que muchos recuerdan el establo, pero no todos lo pintan como la cueva que era. Chesterton hace referencia a que esto no es casualidad, porque el símbolo es que Cristo no solo nace sobre el mundo, sino dentro de él, la cueva refleja las entrañas de la Tierra. Para muchos artistas debió de ser un lío representar este momento en que al mismo tiempo se abre la gloria del Cielo, el canto de los ángeles, la vista de los pastores, el camino de los Reyes Magos y la obscuridad de la cueva. ¿Algo no cuadra? Chesterton nos explica que el misterio de Belén es uno en el que el cielo entra debajo de la tierra. En esto hay cierto aire de revolución, como si el mundo se hubiera invertido.
Un rey nacido en ese entorno, entre los pobres y los animales; un mensaje de la cosas invertidas.
Trilogía de personajes
Veamos algunos de los personajes de este “cuento.”
Los pastores:
Son parte de este mundo al revés, porque son estos hombres sencillos los que se acercan a los misterios y los mitos. Representan lo doméstico, lo cercano. Para ellos fue sencillo creer en este hombre Dios de la cueva, no lo cuestionaron porque fue parte de una de sus tradiciones hechas realidad. Un salvador, un gran campeón que viene de la mano de su Padre a vencer el mal y reconstruir el orden de las cosas. Para los pastores fue más fácil creer. Los pastores habían encontrado a su Pastor.
Los reyes magos:
Otro de los misterios de esta historia de amor es el del camino de los reyes de oriente. Hay que tener imaginación para creer en que fueron avisados por la estrella y dejaron todo para ir a visitar a madre e hijo llevándoles el tributo de sus regalos. Con ellos llegó la sabiduría; pero, más importante que eso, su sed de verdad. Son ellos los que recorren para encontrar la verdad de las cosas, que venía representada por ese niño recién nacido. Aquellos sabios habrían venido para encontrar confirmación de lo que era verdadero en su propia tradición y justo en su razonamiento. Estos sabios habrían venido para aprender.
Para muchos, la Navidad es algo muy simple. Un mejor “happy birthday” de Jesús y una oportunidad para la unión familiar. Nada malo por cierto. Para Chesterton, la Navidad es un momento complejo. No se trata de una sola nota, sino de un sonido simultáneo de muchas notas, nos decía. Además, para Chesterton, el mensaje de la cueva sigue resonando, porque esto no es un memorial festivo o pacifista. La cueva es símbolo de minar las bases de la tierra, de sacudir sus cimientos para hacer todas las cosas nuevas y diferentes. La cueva puede ser un lugar despreciado y temido. Pero en este caso esconde algo valioso, un tesoro.
Herodes:
Simboliza una Iglesia militante amenazada desde sus inicios. La persecución no es extraña a su historia y continúa hasta nuestros días. Fue como una voz de alerta para lo que vendría a lo largo de los siglos. La matanza de los niños es el mensaje de la obligación de luchar por la vida desde sus inicios.
La combinación de ideas que forman la idea cristina y católica se resumen en la trilogía de personajes:
1.- Que el cielo ha de ser un lugar tan cercano y tan real como un hogar. La Iglesia es lo doméstico, la tradición, el nuevo lugar para llegar.
2.- Una filosofía más amplia que todas las filosofías. La sabiduría se queda atrás, porque este es el nuevo lugar para aprender y renovarnos.
3.-Es un desafío y una lucha. Proclama paz en la tierra, pero nunca olvida que hubo guerra en el cielo.
Ninguna historia o palabra nos afecta con la fuerza de Belén. No nos quedemos solo con la celebración y la acogida familiar en Navidad; reflexionemos sobre la potencia del evento histórico que vino a remover la tierra desde sus cimientos.
Por Giovanni Ginatta