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Uno de los retos más grandes de la vida adulta, para el cual nadie nos prepara, es lograr un balance entre nuestra vida personal y laboral.

Para gozar de ese equilibrio que tanto anhelamos (y que a veces vemos imposible de alcanzar) existen muchos aspectos para tomar en cuenta; desde la cultura, o los ejemplos que vemos a nuestro alrededor, hasta la carga de trabajo o el cansancio que nos produce la jornada diaria. Sin embargo, aunque es muy común vivir en este desequilibrio, cada vez hay más consciencia sobre la importancia de cuidar todas las áreas de la persona (incluida la vida personal), tanto en las empresas como en la sociedad misma.

Muchas empresas han comenzado a ofrecer días libres para cuestiones personales como parte de sus prestaciones laborales; además, en lo que respecta a duelos y enfermedades, también se han hecho algunas modificaciones que favorecen el balance de la vida personal y profesional.

Aun así, no todos lo consiguen. La balanza suele inclinarse hacia el lado profesional, que en las últimas décadas ha ido ganando terreno a horarios y tiempos que antes eran exclusivos del entorno familiar y personal.

 

 

Los efectos de la balanza inclinada

Pero seamos más concretos: ¿qué pasa cuando el equilibrio entre trabajo y familia se fractura? ¿Qué consecuencias puede traer?

No es difícil imaginar que un exceso de trabajo puede dañar a una persona, e incluso a su familia, quizá porque lo hemos vivido personalmente o quizá porque hemos visto casos cercanos a nosotros. ¿Qué pasa si, por el contrario, existe un exceso de tiempo personal? ¿puede ocasionar consecuencias?

Estas son algunas de las consecuencias más habituales, derivadas de la fractura entre trabajo y familia.

Cuando hay un exceso de trabajo puede haber:

  • Altos niveles de estrés. La atención del trabajador está focalizada en una sola área.
  • Agotamiento, fatiga, desaliento.
  • Desinterés por otros asuntos de la vida diaria.
  • Frustración generalizada cuando los objetivos no son alcanzados.
  • Problemas físicos derivados del exceso de horas trabajadas.

Cuando hay un exceso de vida personal puede haber:

  • Desinterés, dispersión, negligencia.
  • Traslado de asuntos de la esfera personal al clima laboral.
  • Escasos rendimiento y productividad.
  • Falta de atención a las obligaciones laborales.

 

 

Consejos para conciliar el trabajo y la vida personal

Entonces, ¿cómo encontrar el equilibrio sano? pero sobre todo, ¿qué hacer para conseguirlo?

FIJAR PRIORIDADES

Lo ideal es que la esfera privada y la esfera laboral tengan su propio espacio. Pero en aquellos casos en que coincidan, es necesario saber cuáles son nuestras prioridades en la vida.

METAS FAMILIARES

Los objetivos laborales van unidos al desempeño de un trabajador en una empresa, pero no pasa lo mismo en el aspecto familiar, donde por lo general no hay rutas trazadas ni cronogramas fijos de actividades.

¿Te has parado a pensar en tu proyecto personal, en su proyecto como familia? Fijar metas por alcanzar en la vida personal permitirá dar la importancia a ciertos aspectos que podrían pasarnos desapercibidos. Así, una buena opción puede ser el establecimiento de actividades para realizar con la familia y asignarles días concretos. Por ejemplo, cenar o desayunar todos los días en familia.

REVISAR EL CALENDARIO LABORAL

El trabajador puede, por ejemplo, revisar con antelación su cronograma de actividades en la empresa para no perjudicar las horas que dedica a su familia; es cuestión de repartir la agenda, definiendo de manera eficaz los horarios.

ORGANIZAR UN CALENDARIO ÚNICO

De este modo quedan integradas las necesidades de la vida personal o familiar y las del contexto del trabajo. Tenemos una vida aunque vivamos diversas situaciones y contextos. Unificar el uso del tiempo nos dará un sentido de unidad como personas y nos ayudará a ser más ordenados y eficaces.

La buena organización del tiempo personal con un sano equilibrio entre la vida de trabajo y la vida de familia o personal es un requisito para garantizar la calidad de vida en el presente y el futuro.

 

 

Escrito por: Javier Fiz Pérez, Aleteia.

 

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