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¿Qué enseñar a tus hijos para hacer de un viaje una experiencia espiritual?

Muchas personas tienen la ilusión de visitar diversos lugares de vacaciones. Algunos lo hacen regularmente, otros de vez en cuando y hay quien raramente. Para unos viajar es la mejor manera de vacacionar. Para otros un viaje es un lujo al conocer lugares de ensueño como Roma, París, Londres o Egipto.

Según las reflexiones de monseñor Fisichella, expresadas en el reciente Congreso sobre la Pastoral del Turismo, hay tres maneras de hacerlo: la del turista, la del viajero y la del peregrino.

El turista

El primer tipo es el que va a ver, a conocer, a tomar fotografías, a visitar los lugares más famosos y gasta de acuerdo a su presupuesto en lo que le parezca más atractivo. Suele disfrutar de sus alimentos favoritos y comprar lo que se le antoje, desde souvenirs hasta obras de arte. Igual hace largos itinerarios o simplemente se queda por varios días en un hotel de lujo y paga caros tours y guías.

 

 

El viajero

En cambio, el viajero ya tiene un propósito más definido de su visita: quiere conocer, aprender, explorar e indagar.

Va en busca de algo más específico. Quiere incrementar su cultura, va a lugares más allá de los famosos y conocidos. Estudia y se informa de la historia y de los autores de las obras y monumentos.

Los viajeros tienen más interés en diversos museos y leen con detalle la información. No sólo se pasean sino que disfrutan el encuentro con las costumbres. El viajero igual va a un mercado popular a probar los alimentos locales que a visitar el jardín botánico o la cascada más cercana. Perfectamente utiliza el transporte público y recorre a pie los centros históricos.

El viajero no sólo ve sino que se involucra y se relaciona con la gente local, observa más de cerca sus maneras de ser y trata de aprender algo de ellas.

El peregrino

El peregrino, por su parte, deja su lugar de origen, su familia, sus tareas habituales y se va en busca de una experiencia cultural y espiritual. Quiere encontrarse consigo mismo.

Su recorrido tiene que ver más con un crecimiento personal, un adquirir un mayor nivel de consciencia. De enfrentar nuevos retos y de incrementar su visión de la vida al encontrarse con inesperados horizontes.

Está dispuesto a superar las dificultades y a aprender de sí mismo y del mundo que recorre. A la vez que transita por el mundo exterior, también lo hace en el interior. De aquí el tradicional peregrinar del Camino de Santiago o a tantos otros santuarios y lugares sagrados.

El peregrino quiere regresar de nuevo a su casa, pero con cambios importantes en su visión de la vida. Desea saber más de sí mismo y del mundo en el que habita. Por ello puede hacer una excursión por las montañas o ir a lugares remotos y sin prestigio alguno.

Es una experiencia que le ayuda a crecer y ser mejor persona. Deja todo lo anterior para obtener una renovación espiritual y cultural. Quiere reinventarse, renovarse y descubrir algo más de sí mismo y del entorno que visita.

¿Cómo viajas o has viajado tú?

El turista hace viajes más superficiales. El viajero se enfoca en la experiencia cultural y el aprendizaje. En cambio, el peregrino se concentra en su crecimiento cultural, emocional y sobre todo espiritual.

Ahora estás en la posibilidad de identificar:

¿Qué tipo de experiencias has realizado en tus vacaciones y tiempos libres?

¿De qué manera te has comportado cuando viajas?

¿Cuál es tu estilo personal?

Con estos elementos podrás tener una visión más clara de lo que quieres trasmitir a tus hijos en tus próximas vacaciones.

Aspectos a tener en cuenta con los hijos

Puedes considerar los siguientes puntos:

Enséñales a observar, a contemplar y a mirar los detalles de las cosas.

Que la experiencia la hagan con calma y lentitud, evitemos las prisas y la saturación de actividades.

Hazles ver la enorme diversidad cultural que existe, e invita a que descubran su riqueza.

Provoca su apetito por nuevos y exóticos platillos, y que se atreva a probarlos.

Induce su curiosidad por estudiar y aprender de los lugares que visita.

Insiste en que el peregrinar más importante es al interior de uno mismo.

El mundo es tan variado y hermoso, que su diversidad natural, es una seria invitación a una experiencia integral.

Los viajes son una gran oportunidad de contactar con las personas y establecer nuevos vínculos.

Trasmite a los hijos que una de las mejores maneras de aprovechar las vacaciones y el tiempo libre es viajando; para que desde pequeños aprendan a planear y a tener la seguridad de hacerlo.

Que aprendan a ahorrar y a conseguir los recursos, para no impedir realizar sus planes.

En fin, que vayan descubriendo la enorme geografía y riqueza cultural que existe, para que forme parte de su formación y crecimiento continuo.

 

 

Escrito por: Psicólogo Guillermo Dellamary, vía Aleteia.

 

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