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La Asociación Psicológica Americana (APA) ha publicado una guía para la terapia con hombres y muchachos, donde los rasgos típicos de la “masculinidad tradicional” son calificados de perjudiciales.

Las directrices propuestas por la APA han provocado críticas al ser consideradas ideológicas y sin base científica. Profesionales creen que estas satanizan la masculinidad, donde autores como Jordan Peterson, Camille Paglia o Christina Hoff Sommers lo denuncian como un prejuicio antimasculino. La guía menciona: “la masculinidad tradicional –caracterizada por el estoicismo, la competitividad, la dominación y la agresividad– es, en conjunto, perjudicial”; añadiendo ser la causa de la opresión y los abusos que sufren las mujeres.

La biología, olvidada

La psicoanalista norteamericana Erica Komisar, menciona que estos supuestos, son tesis ideológicas transformadas en recomendaciones terapéuticas. La APA dice que los psicólogos han de ayudar a los hombres en consulta a “tomar conciencia de los sistemas que asumen en que la expresión de la heterosexualidad masculina es la norma”, y del daño que causan. Además, moverles a “desarrollar actitudes y comportamientos igualitarios con respecto al género”, esto, sin aducir a ninguna prueba clínica de la eficacia del tratamiento que propone, ni tampoco a la base biológica.

Ante esto, vale recalcar las peculiaridades biológicas y hormonales que norman los rasgos masculinos: los varones segregan más testosterona, que favorece la competitividad; y más vasopresina, cuyo efecto dirige la agresividad a la protección de las personas queridas. Las mujeres tienen más oxitocina, que las inclina a ser más sensibles y empáticas, y a los hombres, a cuidar de otros –de los hijos, en especial– o la sensibilidad emocional, para ser un estímulo para el niño y fomentar en él la resiliencia. Estas diferencias son las que complementan a las parejas, para criar y estimular a sus hijos.

Machismo no es masculinidad

Claro está que las tendencias humanas no determinan la conducta, y han de ser cultivadas para que no se desvíen. Llevado al extremo, el culto a la virilidad puede ser perjudicial. Enseñarles a los niños que han de ser estoicos, guardarse sus sentimientos y no mostrar nunca debilidad, es una receta segura para un trastorno mental. Pero también lo es decirles que la agresividad, la competitividad y el instinto protector son síntomas patológicos; equivale a decir a las chicas que su deseo de criar hijos es vergonzoso.

Lo insano no es la masculinidad ni la feminidad, sino el menosprecio de los hombres masculinos y las mujeres femeninas. La “masculinidad tradicional”, como la llama la guía de la APA, no equivale al machismo, a no ser que las tendencias naturales del hombre no estén bien encauzadas.

Vía Aceprensa

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