Compartir:

En este tiempo donde pocos ven por el bien común y les importa poco los demás… será que se puede asegurar la muerte política de la familia.

Sí, la familia está muerta. En el ámbito político. Y ya lo proclaman algunos de los que legislan (políticos de algunos grupos) al hablar de proyecto de ley sobre diversidad familiar. La familia ya no es una sino varias. Casi cualquier cosa es una familia. La familia ahora son diversas realidades.

Y con la familia numerosa pasa lo mismo. No se define por el número de hijos sino por las diferentes circunstancias de la familia o, mejor dicho, de los individuos. Y no porque no exista ni haya, sino porque no se considera políticamente la unidad familiar de padre-madre-hijo. Esta ecuación ya no es válida. Sus variables no son imprescindibles.

Es como si en la fórmula para calcular la velocidad, donde tengo que considerar la distancia que recorro y el tiempo que empleo, dejara de tener en cuenta una de estas dos variables y midiera la velocidad de un atleta, por ejemplo, por el dinero que tiene pues sus zapatillas pueden ser mejores o peores y por ello correr más o menos.

Reclamamos que se piense en la familia como una unidad, que esta no se rompa. Sin vínculos, no. Así no.

 

 

¿Qué causa la muerte en política de la familia?

Para que la familia muera en política han tenido que matarla antes socialmente, construyendo la sociedad sin vínculos familiares. Se tiene en cuenta al individuo sin su entorno familiar y así la visión es parcial y relativa. Por tanto, injusta y negativa para el individuo y para la sociedad.

Los individuos aislados son manipulables y los que creen ostentar el poder, estiman fundamental esta realidad antifamiliar para convencer de su verdad al ciudadano.

Los sujetos elegidos “democráticamente” para dirigir a la sociedad creen que ostentan poder, pero en realidad el poder está en las familias, por eso la atacan y la destruyen, rompiendo sus vínculos.

“Quienes atacan a la familia no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen”, dijo Chesterton a principios del siglo XX.

Las asociaciones que representan a la familia, y en nuestro caso, a la familia numerosa, deberíamos tener siempre presente la labor de servicio y defensa de la familia.

Eso intentamos. Y para ello reivindicamos y reclamamos, de una manera cordial en reuniones con informes y peticiones. Y también litigando y debatiendo en el ámbito de las instituciones políticas creadas para tal fin. Comparecencias en comisiones, recursos en tribunales, preguntas y enmiendas en plenos…

Concretamente hemos demandado y pleiteado por la consideración de la familia numerosa a la hora de poder acceder a plazas escolares en guarderías, en colegios, de becas y ayudas para comedor, libros de texto, material escolar, matrículas, tasas administrativas, bono social eléctrico, transporte público y privado, estacionamiento, movilidad, deducciones fiscales, tramitar la acreditación de familia numerosa y la consideración de condición y categoría como un todo.

Así, reclamamos que se piense en la familia como una unidad, que esta no se rompa, considerando a cada uno de los miembros de la unidad familiar por separado y sin conexión entre ellos. Sin vínculos, no. Así no.

 

 

No desmayar

La diversidad familiar de la que ya se habla, quiere imponer las diversas realidades y circunstancias por encima de la familia. Las circunstancias no definen ni determinan porque son temporales. En el caso de las familias numerosas lo que marca la esencia de esta condición es el número de hijos. No las diferentes circunstancias por las que pase la familia, como pueden los ingresos familiares.

Mientras seguimos batallando en los tribunales que las mejoras en la consideración de la familia numerosa tienen que ser retroactiva para no ser injusta, -puesto que el legislador debe buscar ampliar beneficios no restringirlos con las leyes-; en el Congreso ya se está pensando en descuartizar a la familia pensando en diversidad familiar. ¿Por qué no mejor considerar la progresividad que hace justicia con la variable del número de hijos? Porque no interesa la justicia sino la confrontación de unos con otros, de unas realidades contra otras. Enfatizar las diferencias para dispersar la unidad. Solo hay partes.

Sin terminar una batalla hay que empezar una nueva. No hay tregua ni descanso. Pero seguiremos, para eso estamos. La pervivencia de la familia, su unidad, su esencia, es lo que marcará la deriva de la sociedad. Será lo que queramos, conseguiremos lo que peleemos.

 

 

Escrito por: María Menéndez, vía Actuall.

 

Compartir: