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La pandemia que cambio nuestras vidas… es una realidad que está y estará ahí por mucho tiempo… la cuestión es cómo la enfrentamos.

Lejos de irse, hoy la pandemia está más presente que nunca. En cada lavada de manos, en la mini paranoia al momento de encontrarte con un desconocido en el ascensor, en tu papá o mamá diciéndote que no se han sentido muy bien, en el juego del centro comercial en el que tu hijo quiere subirse, en la primera vez que vuelves a viajar.

También es verdad que está presente en ese abrazo 3 segundos más largo y fuerte que volviste a dar, en ese café que te tomaste otra vez en tu cafetería favorita, en la sensación de plenitud que tuviste al ver a toda tu familia reunida nuevamente.

 

 

Huellas intachables

Hoy la pandemia nos habla más fuerte que nunca. Antes eran voces confusas, bajitas pero llenas de temor. Hoy nos habla con voz de esperanza, de claridad, de sueños y anhelos, desde la comprensión de que, si estamos leyendo esto, estamos vivos y que, si estamos vivos, somos uno de los afortunados.

La pandemia nos deja huellas intachables: aprender a vivir en armonía -o por lo menos intentarlo-; la tolerancia y la paciencia; todo lo que pudiste vivir junto a tus hijos o tus padres y antes te perdías; la resiliencia y resistencia, la huella de valorar las cosas mas pequeñitas, como el balcón que nunca usabas o esa cocina que no te soportabas; la huella entrañable de una llamada telefónica o los famosos ‘zoom party’ que tanta compañía te hizo. Así mismo, la huella de los micro duelos y de los duelos más desgarradores.

 

 

Lo que debemos entender

Lejos de irse, hoy la pandemia nos deja una lección de vida, ojalá la más importante de todas: sé agradecido, cuenta tus bendiciones todos los días, no des por sentado el amanecer ni con quien compartirlo. Así por ejemplo:

Sé bueno de corazón, amable, generoso, compasivo con los demás, pero también contigo mismo.

Trata de ser lento para opinar, pero apresurado para dar una mano, para saludar, para agradecer.

Sé lento para vivir. Sí, para vivir. Quita ese piloto automático que tanto nos caracteriza a los que vivimos en el siglo 21, en donde el corre corre, estar a mil y no parar nunca nos define. Pon un gigantesco ‘Pare’ en tu cabeza, en tu celular, en tu casa, tu trabajo y en las conversaciones familiares de los domingos.

Vive con la lentitud de la apreciación de un diálogo, escuchando más no esperando para responder.

Vive con la lentitud de un paseo, en el que se aprecia la naturaleza, el cielo claro y el calor del sol en tu piel que por mucho tiempo no pudiste sentir. Sobre todo, sé lento para acompañar, el goce está incluso en el silencio, las mejores compañías no necesitan conversaciones intensas y escandalosas, el abrazar, sostener y estar basta y a veces hasta sobra.

 

 

Escrito por: Psic. Cl. María José Barredo S., Master en Cuidados Paliativos y Psicoterapia. Correo: mjosebarredo@gmail.com

 

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