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La vida tiene muchos matices, pero en medio de las duras pruebas que enfrentamos a diario, sin duda podemos encontrar belleza.

La vida me ha mostrado aciertos y desaciertos que me han ayudado a superarme cada día, pensando en que las cosas siempre suceden para un fin predeterminado. Actualmente, tengo 26 años, y mi cuadro clínico dicen los médicos, no es favorable, me han diagnosticado el síndrome antifosfolípido.

Todo empezó en el año 2008, a temprana edad me diagnosticaron un adenoma de hipófisis, que no es otra cosa que un tumor en la glándula más importante del cerebro, para lo cual, debía de someterme a una intervención quirúrgica de urgencias en Estados Unidos.

Tal como los médicos sugirieron, la semana siguiente viajé a New York, me atendieron galenos muy reconocidos de clínicas privadas, ellos no corroboraban con la enfermedad diagnosticada en Ecuador, tampoco coincidían con los resultados de los exámenes, únicamente me recetaban medicamentos que debía ingerir, sin embargo, los dolores y malestares no pasaban.

Luego de eso, mis padres me llevaron al Hospital Jhon Hopckins, una casa de salud muy reconocida en Estados Unidos, a pesar de un nuevo intento, entre exámenes e imágenes, tuvimos que regresarnos sin un diagnóstico clínico confiable a Ecuador nuevamente.

 

 

Una pesadilla

La desesperación se apoderaba de mí, porque los dolores no me dejaban tranquila; al arribar a Ecuador, visité al Dr. Ángel Salazar, un gran endocrinólogo, me manifestó que lo que yo padecía, era algo muy raro, y se llama hipofisitis, que es la inflamación de la glándula hipófisis que se ubica en el cerebro, resultado al que llegó, luego de haber realizado algunos exámenes e imágenes.

Sin saber qué decisión tomar, visité al Dr. Enrique Boloña, que es mí médico de confianza y muy reconocido en Guayaquil, me recomendó ir al Hospital: Mayo clinic, en Rochester (Nueva York), tenía mucha desconfianza regresar nuevamente a dicho país, y no logren acertar con el tratamiento que necesitaba, y haber gastado tiempo y dinero.

Sin embargo, y pese a esto, viajé a Rochester, conocí al Dr. Amit K. Glosh, Nefrólogo, médico principal internista, me alentó y me dio ánimos, las palabras de él me ayudaron psicológicamente, me dijo que me preocupara por mí, y que la salud la deje en manos de los médicos, ya que estaba en el mejor lugar de Estados Unidos, confirmando el diagnóstico de una hipofisitis inmunológica.

La hipofisitis inmunológica es la inflamación de la hormona principal del cerebro, denominada hipófisis, actualmente, se desconocen las causas que originan dicha inflamación, sin embargo se presume que es debido al debilitamiento del sistema inmune. Recientemente, me diagnosticaron el síndrome de antifosfolípido, que es un trastorno que ataca por error a las proteínas normales en la sangre, esto puede ocasionar que se formen coágulos de sangre en las arterias y venas del cerebro; hasta ahora, he tenido 4 trombos y dos flebitis.

 

 

Enfrento la vida y sigo

Tengo una mezcla de grandes sentimientos, porque el dolor corporal me causa impotencia, me siento golpeada por la vida, sin embargo, pienso que he experimentado todo tipo de estrategias y técnicas para combatir el dolor y pasar buenos ratos; y, aunque el rostro refleje el dolor corporal, sé que es solo exterior, este dolor que siento algunas veces no tiene mayor importancia.

Estoy convencida que lo más valioso es mi espíritu y mis ganas de luchar y salir adelante, de soñar y cumplir metas, de crecer a diario y vivir al máximo, un día a la vez, luchando por mi familia y amigos cercanos, no me dejaré vencer, ya que me siento viva por dentro, y pienso todos los días en mi familia, mi hogar, luchando cada día por ellos ya que me necesitan y mi prioridad es ver a mis padres sonreír a pesar de cualquier inconveniente.

Por eso, mi última decisión será rendirme ante una enfermedad que podrá dominarme físicamente, pero no espiritualmente, porque mi alma es más grande que cualquier dolor corporal, mis ganas de luchar son incomparables y serviré como ejemplo de constancia en la vida, porque nacimos para ser felices y somos instrumentos de perseverancia ante otras personas que han perdido el sentido de vivir, no siendo capaces de continuar su camino, el verdadero motor y que mueve todo lo que puedes alcanzar es el amor, propio y a los tuyos, sin él nada se podrá hacer.

 

 

Escrito por: Rafaella Mendoza.

 

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