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La medicina complementaria y alternativa puede resultar ser un riesgo para la salud de mucho, porque no resulta igual para todos las que las usan.

Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana, señala que solo uno de cada tres pacientes reporta estos tratamientos, un riesgo que afecta la relación médico-paciente y que puede desencadenar efectos negativos en la salud.

En Colombia, cerca del 1.5 % de los adultos sufre de artritis reumatoide, una enfermedad inflamatoria articular crónica, de origen autoinmune, la cual afecta la capacidad funcional del individuo al ocasionar dolor y limitar el movimiento.

De acuerdo con el doctor John Darío Londoño, profesor de la Facultad de Medicina y director del Grupo de Investigación de Espondiloartropatías, esta enfermedad aún no tiene cura, y la falta de un tratamiento adecuado y oportuno destruye las coyunturas con deformidades, sobre todo, en las manos y los pies.

“Frente a esto, muchas personas buscan alternativas terapéuticas en ‘medicinas naturales o alternativas’, al igual que en creencias derivadas de la especulación o la tradición popular”, señaló el doctor Londoño. Sin embargo, advirtió que la distribución y la venta de muchas de estas medicinas tienen fines comerciales y rentables, aprovechando el dolor del paciente.

Para indagar con qué frecuencia se usa este tipo de alternativas en el tratamiento de la artritis reumatoide y cómo impacta la relación entre el médico y el paciente, el doctor Londoño y Diana Padilla, doctora graduada de la Especialización en Reumatología, desarrollaron una investigación en 246 pacientes, de los cuales el 41 % reconoció haber usado medicina complementaria. Aún así, solo el 30 % lo reportó al médico tratante, debido al temor de recibir represalias por parte de este.

 

 

A tener presente

“Ocultarle al médico el uso de esas alternativas de tratamiento puede aumentar el riesgo de padecer efectos adversos y una potencial toxicidad derivada de estos productos, al mezclarlos con los medicamentos convencionales. Pero, el mayor peligro está en usar productos sin registro sanitario otorgado por una entidad regulatoria, la cual debe certificar que ese medicamento ha sido producido de manera adecuada, que sus principios activos han demostrado que son efectivos, seguros y que, finalmente, contiene el componente y la concentración que dice tener”, señaló el doctor.

Por otro lado, el estudio sugirió que la distancia de poder es otro factor que afecta la comunicación entre el paciente y el médico. En muchas ocasiones, el paciente asume un papel pasivo y menos participativo durante la consulta.

Por ello, el doctor Londoño comenta que “La mejor forma de evitar este tipo de costumbres es tener una relación entre el médico y el paciente basada en la sinceridad y la transparencia, con la capacidad de ‘negociar’ entre ambas partes cuáles son las mejores opciones, para aumentar la confianza del paciente y la convicción de proceder adecuadamente, en función del acertado control de la enfermedad”.

 

 

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