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Viajar solo puede suponer un inmenso reto para muchos de nosotros, pero ¿qué pasaría si vencemos el miedo y vamos por todo?

Viajar solo, ¿me atrevo? Hemos relacionado a la soledad como un estado de tristeza del cual buscamos huir, cuando en realidad es un momento para conocernos más, para definir lo que nos gusta, para saber cuáles son nuestros no negociables y lo que nos hace latir más fuerte el corazón. Y también puede ser ese momento para hacer actividades que nos llaman la atención, pero que en el pasado por algún motivo no las concretamos.

Hace poco escuché la palabra solitud que, si bien para la RAE ya está en desuso, en la actualidad la encontramos como la agradable sensación de estar a gusto con uno mismo; no es estar solo como algo negativo, al contrario (y esto también aplica si tienes pareja). Así que me di cuenta de que amo mi solitud, porque soy de las personas que disfruta realizar actividades sola, entre esas viajar.

Viajar te abre la mente y el corazón a nuevas realidades y te da una visión más amplia, viajar te hace más sabio, te despierta los sentidos. Ahora imagina todo esto, pero haciéndolo solo. Siempre he pensado que una vez en la vida deberíamos viajar solos, es un desafío y al mismo tiempo te encuentras contigo mismo y afianzas todo eso que eres o quieres ser.

En mi caso, viajar sola me ha ayudado a dejar miedos, a ser más organizada e independiente, me ha aportado a creer más en mis habilidades y me ha hecho más fuerte, literalmente, porque subir y bajar escaleras llevando maletas en estaciones y aeropuertos, créanme que sí es como deporte extremo.

La primera vez que viajé sola descubrí Roma, ciudad caótica pero que enamora. Varios años después he tenido la dicha de conocer sola más de 10 países a mi gusto y andar. En mi última aventura visité Qatar, Noruega, Suecia y Dinamarca. No voy a negar que los nervios me invadieron, lo nuevo y desconocido hacen despertar el miedo, pero poco a poco se va apaciguando.

 

 

Una ciudad moderna en medio del desierto

Era mi primera vez en el Golfo Arábico, tuve esta grandiosa oportunidad de ir a Doha en Qatar por mi trabajo, y fui maravillosamente recibida en la Embajada de Ecuador para afinar detalles de la participación de nuestro país en una de las ferias internacionales más grandes y de mayor duración.

 

 

Doha, con una cultura poco conocida para mí, me impresionó. Ya estando allá me encontré con una ciudad tranquila, algo desolada, moderna y relajada como sus habitantes. Por lo general escuchamos que son sociedades cerradas, que no puedes vestir o comportarte diferente a ellos, pero eso es incorrecto, aunque sin importar en donde estés hay que respetar costumbres y tradiciones. En Doha la mayoría de la población son extranjeros de India, Paquistán, Irán, Jordania, entre otros; personas muy amables que siempre están dispuestos a ayudarte.

Estuve más de una semana en Doha y conocí sus costumbres, su gastronomía y lo mejor de todo visité el desierto y me subí a un camello. Fue una experiencia completa de trabajo y de ocio. El clima con temperaturas que pasan los 40° lastimosamente no hacen de esta ciudad un lugar para conocerla caminando, tan solo que disfrutes de derretirte bajo el sol. Así que Uber fue mi mejor aliado para recorrer cómoda este destino.

Califico a Doha como una ciudad que impacta por su historia y su riqueza en un pequeño espacio, sin dejar a un lado sus tradiciones islamitas, por ello no dudé en visitar el Souq Waqif, mercado al aire libre lleno de restaurantes, tiendas de artículos tradicionales, hoteles, hasta venta de animales domésticos y un hospital para halcones que son considerados un lujo para los cataríes.

 

 

Escandinavia como en un cuento de Vikingos

Luego de Qatar volé a Europa, los primeros días por trabajo y finalmente para vacacionar en una de las zonas más hermosas que he visitado: Escandinavia. Anteriormente había visitado Finlandia, parte de Escandinavia, para luego cruzar a los países Bálticos, así que ya tenía una idea de lo que me esperaba, por esta razón elegí la tierra de los Vikingos.

 

 

Mi primera parada fue Oslo, y debo ser sincera, fue la ciudad que más me gusto y a la cual espero regresar. Como en la mayoría de mis viajes sola, siempre planifico todo muy cautelosamente, tengo un documento en Excel con las horas y cada una de las actividades que quiero hacer y las cuales previamente ya he reservado. Es aquí en donde confirmo que viajar solo te hace más organizado, porque todo depende de ti. Si pierdes el vuelo, el tren, o no alcanzaste a llegar a una de las actividades, tú eres el responsable.

Tenía todo muy bien cronometrado, aunque nunca faltan los imprevistos que al final se convierten en divertidas anécdotas para contar y guardar en tus recuerdos, así que de vez en cuando un despiste o salida del itinerario no están mal. En mi estadía en Oslo recorrí una parte de sus Fiordos imaginando cómo los Vikingos navegaban en estas aguas, el elegante centro de la ciudad, el Palacio Real, el parque de Vigeland que alberga más de 200 esculturas, el Museo Nacional con obras famosas como “El grito” de Edvard Munch, y varias de Pablo Picasso, además de arte contemporáneo. Siento que viví una experiencia de 360°, caminado sus calles, degustando la comida típica, perdiéndome, pero disfrutando al máximo.

Recomiendo Oslo, es una ciudad organizada, que respeta al peatón, muy bien señalizada, pero sobre todo siento que tiene actividades para cada gusto, desde arte y cultura, ocio y diversión, extensas áreas al aire libre para excursiones y deportes; y a mi gusto con un clima delicioso (en verano y otoño), ese friecito que no te congela pero que te mantiene fresco para caminar por doquier.

Luego de disfrutar mis días de solitud en Doha y Oslo, tuve la dicha de compartir y recorrer Estocolmo y Copenhague con una gran amiga. Siento que viví lo mejor de mi propia compañía y finalmente lo complementé con el cariño y felicidad que te dan los amigos.

Cuando se estén preguntando si hacer o no ese viaje solos, sin importar si el lugar está muy lejos o cerca, no lo duden y háganlo. Vivan la experiencia, rompan con los paradigmas, realicen actividades nuevas, descúbranse, reinvéntense, diviértanse y disfruten de su propia compañía.

 

 

Escrito por: María Alejandra Granja.

 

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