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Viejos, los otros es un artículo que nos permite entender un poco mejor a las personas de la tercera edad y su real valor para la sociedad.

Viejos, los otros…

Un prestigioso geriatra de Guayaquil me comentó en tono resignado, que 9 de cada 10 personas mayores atendidas en su consulta se resisten a la prescripción de utilizar apoyos (bastón, andador, audífono, etc.) en su vida diaria. La principal razón para hacerlo es la dificultad de aceptar el paso del tiempo.

Para la mayoría, viejos son los otros, no ellos y esos artefactos del demonio conspiran en su contra. Son una clara señal de haberse convertido en viejos, figura muy temida, que rechazan como si les pasaran una taza hirviendo en sus manos. No los juzgo, descartar los apoyos a pesar de la evidencia de tener una dificultad física visible, es la consecuencia lógica de las ideas negativas que se tienen sobre la vejez.

Es legítimo querer mantenerse autónomos, libres de depender de otros hasta el final de los días, no ser una carga en la familia, pero ¿por qué atentar contra nuestro propio bienestar?, ¿Qué hace que rechacemos el hecho cierto de que nuestro cuerpo se deteriora con el tiempo y que en algún momento necesitaremos apoyos?

 

 

La sociedad y los viejos

Vivimos en una sociedad anti-age en la que se ensalza el hecho de verse joven aunque se siga cumpliendo años. “Qué joven te ves” es quizá el piropo más utilizado cuando nos quieren hacer sentir bien. A veces incluso viene acompañado de una mirada amable y un abrazo con el que se siente uno en la gloria. ¿Quién quiere verse viejo, si a los viejos no se los mira, no se los abraza?

Esa sutil exclusión que aparece tan pronto el otro entiende que hemos dejado la zona segura de la juventud, es el verdadero temor. El miedo a no ser valorados, amados, hechos a un lado del mismo modo como se abandona a una silla vieja.

 

 

Cambios necesarios

Es importante un cambio de mentalidad y de narrativa. Hablar del envejecimiento como un tiempo de realización, de celebración de la vida que se prolonga y no de pérdida. Un tiempo en el que se está a punto de caramelo para aportar a la sociedad desde la experiencia y sabiduría acumulada a través de los años.

Jacques Lacan, un reconocido psiquiatra y psicoanalista francés, decía que el ser humano tiene tres grandes pasiones: el amor, el odio y la ignorancia, y que de las tres, la más peligrosa es la ignorancia. Todavía hay muy poca documentación sobre lo que sucede cuando se pasa al segmento de los adultos mayores. Pensemos cuánto daño hace el desconocimiento de todo lo que implica ser mayor. Más allá del dualismo salud enfermedad, hay un universo inexplorado de situaciones cotidianas que apenas podemos imaginar.

Las transiciones de vida más estudiadas en relación con el envejecimiento son la menopausia en la mujer, la situación de “nido vacío” cuando los hijos se van y la jubilación. Tres situaciones que generalmente son planteadas como el final de una etapa, cuando son puntos de inflexión vitales que marcan el inicio de algo nuevo y poco estudiado.

Se tiende a creer que las personas mayores son un grupo homogéneo, que todas envejecen igual, que tienen las mismas necesidades. Incluso hay quienes ven a los viejos como personas que solo padecen enfermedades.

Seres frágiles a los que hay que cuidar sin escuchar su opinión sobre el tipo de cuidado que quieren o no tener. Nada más alejado de la realidad. La vejez es una etapa en la que florece la mayor diversidad y complejidad de la vida. Los viejos son personas con un cúmulo interesante de experiencias vitales que nos estamos perdiendo de escuchar. Todos llegaremos allí, tenemos un viejo o vieja creciendo en nuestro interior. ¿Qué estamos haciendo hoy para darle un lugar en nuestra mente y pasar de la negación a la aceptación, para poder decir con orgullo, “viejos, nosotros”?

 

 

Escrito por: Psic. Alexandra Landázuri Savinovich, Directora de Guiarte, comunidad online para personas mayores.

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