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Ecuador estuvo presente en la Jornada Mundial de la Juventud para recibir 
al Papa Francisco en Polonia.

La tierra de San Juan Pablo II fue sede del festival más grande de los jóvenes católicos, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). El mundo entero concentró su mirada en esta ciudad los días 28, 29, 30 y 31 de julio, donde el Papa Francisco permaneció en Cracovia para participar de este encuentro junto a dos millones de peregrinos.

En su primer encuentro con la juventud, el Santo Padre se animó a decirles que la misericordia tiene rostro joven porque conoce la pasión que le ponen a la misión. En la vigilia de oración, celebrada en el Campus Misericordiae, Francisco alertó sobre una parálisis peligrosa para la juventud que nace cuando se confunde la felicidad con un sofá. “La ‘sofá-felicidad’, es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar “¿Y por qué sucede esto?”, les preguntó, “porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados”.

En la Misa de clausura, el domingo por la mañana, envió a los jóvenes como testigos de la Divina Misericordia; pero no se retiró sin antes anunciar que ¡la JMJ vuelve a América! y su sede será en Panamá en el 2019.

Desde su experiencia en Cracovia, dos ecuatorianos nos cuentan lo que significó este encuentro.

JUAN SEBASTIÁN JIMÉNEZ

“ME HIZO PENSAR CUÁNTO NE QUIEREN DIOS Y LA VIRGEN”

Su viaje no solo estuvo marcado por los mensajes que compartió el Papa Francisco a los jóvenes en Cracovia, sino también por la Alianza de Amor que hizo a la Mater en el Santuario original de Schoenstatt en Vallendar, Alemania.

‘Juanse’, como lo llama su familia, pertenece a este movimiento desde los nueve años. Con esta consagración selló su unión a la Virgen junto a siete compañeros de la Juventud Masculina de Schoenstatt Ecuador, en los días previos a la JMJ. “Esto me hizo pensar en cuánto me quieren Dios y la Virgen para tener esa bendición”, nos dice, “ese momento fue increíble, ¡encendió todo el viaje!”.

Desde aquel día estaba listo para iniciar por primera vez su camino a la JMJ y encontrarse por segunda vez con el Papa Francisco.

La primera fue en Guayaquil, cuando el Pontífice inauguró su viaje apostólico por Latinoamérica en el 2015. Lo recordaba con la misma mirada y estaba seguro que en Cracovia la experiencia sería igual.

CONSERVAR EL ESPÍRITU DE PEREGRINO

A su llegada a Polonia, fue recibido con una calidez gigantesca. La alegría de la juventud católica se veía en todas sus calles y él, junto a sus compañeros de viaje, tenían un objetivo: dejar el nombre de su país en alto. “Queríamos dejar fijo el nombre, que vean que esa alegría también la tienen los jóvenes católicos de Ecuador”.

Entre cantos y peregrinaciones, nos cuenta, más de uno se contagió al verlos. “Nos grababan, nos acompañaban y si no se sabían la letra de la canción nos seguían con el ritmo”.

En medio de esta algarabía que inundó Cracovia había que conservar el espíritu de peregrino para escuchar los mensajes del Papa. “El que más me llegó fue el de no confundir la comodidad de un sofá con la felicidad, porque en realidad no es lo mismo”. Así fue como Francisco exhortó a los jóvenes, congregados en el Campus Misericordiae, sobre la parálisis que nace cuando se cae en este desorden de ideas.

VER LA VIDA DESDE LA FE

Este viaje también trajo una reflexión a su familia, así nos cuenta Viviana, su madre. Juanse partió a la JMJ con servicio móvil para comunicarse a diario con ella. No esperaba que le escriba todo el día, confiesa, pero sí al menos una vez. Pero con las intensas jornadas de cada día no fue posible. “Entonces yo me ponía a pensar: ‘Así ha de ser con Dios’, nos da todos los medios para que estemos en contacto a diario con Él y de repente uno teniendo todo no lo hace. ¡Hasta su viaje me sirvió a mí! (risas).  Cuando uno ve a los ojos de la fe todo lo que pasa en la vida se comprenden muchas cosas”.

Para ella y su esposo esta experiencia fue nueva como padres; siempre han viajado en familia. Esta vez Juanse lo hizo solo y con un significado mayor: participar de la JMJ y conocer el Santuario original que “para nosotros como schoenstattianos es importante”, concluye su mamá.

GABRIELA CELI

UNA JORNADA AMASADA CON ORACIÓN

Al hablar de la JMJ parece que estuviera viviendo una vez más su experiencia como voluntaria de esta jornada. Cada detalle y cada emoción los describe con exactitud y, al escuchar su testimonio, nos transporta a la cuna de la Misericordia.

Llegó el 18 de julio a Cracovia. Se hospedó en el Centro Juan Pablo II, próximo al Santuario de la Divina Misericordia, junto a 10 mil voluntarios latinos. Renunciar a las horas de sueño, la comodidad y estar abiertos para responder a la tarea encargada era parte de la misión, aunque eso no incluya ver al Papa.

Su trabajo tuvo tres momentos claves: mantener el orden de los peregrinos en la Misa de Inauguración, en el Vía Crucis con el Santo Padre y en el Festival de la Juventud.

“Yo pude verlo y escucharlo, doy gracias a Dios por eso, porque sabía que posiblemente no iba a hacerlo, como le pasó a muchos voluntarios que ni se lo toparon en la calle”.

Además de la semana de capacitación, previo a la inicio de la JMJ, meses antes tuvieron vigilias y jornadas de oración vía online desde sus casas.

“¡Hubo una real preparación para nosotros! El departamento de voluntarios nos decía las fechas y cuando llegaba el día nos conectábamos a la plataforma online de la JMJ”.

Por eso el Papa, nos explica Gaby, agradeció a los voluntarios “porque sabía que esta jornada se había amasado con oración”.

ENCUENTRO CON FRANCISCO

Al finalizar la Misa de clausura, el Pontífice mantuvo un encuentro con los voluntarios y el comité organizador de la JMJ. A Gaby le entregaron un acceso a la pista del Tauron Arena, que era el punto más cercano a la tarima donde estaría el Papa.

Con un discurso animado, el Santo Padre les agradeció su esfuerzo y entrega a lo largo de la semana. “Se lo veía cansadito”, nos revela, “pero ahí estaba como nuevo para hablarnos y ¡en español! Escuchar sus palabras a uno sí lo levantaba”.

En su mensaje final, el Pontífice les recalcó que debían tener memoria de su historia, coraje para el presente, para poder ser esperanza del futuro.

Y recuerda que al escucharlo “todos llorábamos, porque decía una frase y traspasaba el corazón”.

Su viaje lo resume en tres palabras: renuncia, servicio y entrega. Aunque la JMJ finalizó, para ella apenas es un comienzo “porque para que esta jornada nunca termine, en mi vida deben perdurar todas las experiencias en el corazón para que marque el inicio de los años que se vienen de aquí en adelante”.

Por: María José Tinoco

Editora

mtinoco@revistavive.com

 

 

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