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Una de las situaciones que enfrenta el adulto mayor con más frecuencia a medida que pasan los años es enviudar. La muerte fue, es y será siempre un gran misterio más allá de las creencias y la fe. Lo desconocido trae consigo temor e incomodidad y para los viudos resulta doloroso vivir en una sociedad que no visibiliza su condición y dolor.

A grandes rasgos, y desde lejos, este acontecimiento supone únicamente pérdidas, pero estudios realizados desde el 2000 señalan que, si bien es cierto se trata de un evento doloroso en la vida del cónyuge que pierde a su pareja, enviudar es también un indicador de ensanchamiento de la red de apoyo, incremento en la participación social y un tiempo para iniciar tareas recreativas, en especial, las de voluntariado.

La mejor manera de conocer, desde lo más profundo, lo que es la viudez es escuchando los testimonios sencillos y sin prejuicios de sus protagonistas: hombres y mujeres adultos mayores que han enviudado, han vivido su luto y le han dado una nueva oportunidad a la vida. 

Compartir el dolor

Aquellos hombres y mujeres, que logran ver más allá de la pérdida y deciden continuar viviendo en honor a esa persona que partió, encontrarán en la sociedad apoyo y cabida. “Si yo me mostraba negada a seguir viviendo, ¿quién iba a querer pasar tiempo conmigo? Yo decidí llorarlo y luego volver a vivir”, me cuenta uno de los miembros del Grupo de Apoyo de Viudos de Pichincha (GAVP).

En mi última visita a Quito pude conversar con alguno de ellos.Escucho sus historias y descubro que han logrado redescubrirse como personas capaces y autosuficientes. “Tengo tres años de haber aprendido a manejar, cuando murió mi esposo me sentí tan sola sin herramientas, pero poco a poco fui aprendiendo de las finanzas de la casa, ahora manejo, y hago todo yo sola, me dice una señora de GAVP”.

A ellos les sorprende que disfrutar la vida, a pesar del dolor que existe por la ausencia de su ser querido, es posible. “Nunca creí que iba a poder volver al país donde nos enamoramos. Ahora viajo con amigas y lo disfruto a pesar de tenerlo siempre presente”.

En la mayoría de los casos, estos adultos mayores señalan que compartir el dolor que sintieron los ayudó a pedir apoyo para salir adelante. Para otros, en cambio, es indispensable mantener el recuerdo vivo de su pareja hasta la fecha, sin temor a mencionarlo o hacer referencia a él o ella. “Si en reuniones no me hubiese sentido cómodo de mencionar a mi esposa, no hubiese salido ni frecuentado ese grupo, ellos me permitían hablar de ella con naturalidad”, me cuenta otro de los señores del grupo.

Al conversar con ellos, descubrí que finalizar la relación terrenal rodeados de amor, perdón y paz facilita la transición a una nueva vida solos. “Pudimos perdonarnos, nos abrazamos largo rato, poco después falleció, me quedó una sensación de paz, de la misión de formar una familia cumplida, y con eso me di el permiso de seguir viviendo”, concluye una de las integrantes del GAVP.

El luto y la vida después de la muerte de un cónyuge es un proceso único y personal.  Cada persona debe transitar sus emociones, a su ritmo y con su particularidades.  Permitamos a nuestros viudos y viudas hablar de sus parejas, de sus grandes amores, de sus eternos compañeros.

Por: Camila Valdivieso

Gerontóloga

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