Compartir:
Dejémonos iluminar por la luz que nos trae el Niño Jesús y comprendamos el regalo de su nacimiento en nuestra vida.

 

Navidad es una época que anhelamos con profunda y sincera alegría; y es justo y necesario hacer una reflexión que nos encamine a no perder el hilo conductor de nuestra salvación mediante una comprensión vivencial de lo que significa para nosotros el nacimiento de nuestro Señor. Como guía a lo que encierra la Navidad, nos enmarcaremos a responder dos preguntas.

¿Cómo Jesús es un regalo en mi vida?

¿Quién de nosotros no se ha alegrado sobremanera al recibir un regalo? No seamos tímidos y recordemos cómo nos hemos sentido. En unos casos seguramente quedamos sorprendidos, sonreímos, lloramos, nos enmudecimos, no lo creíamos y agradecimos. Todas estas emociones pueden saltar desde lo más hondo de nuestro ser ante algo tan grande e importante: un regalo u obsequio.

Con su nacimiento  hemos nacido a la historia, pero no a cualquier historia, sino a una de amor.

Pero bien, si así nos sentimos frente a tal descubrimiento, me pregunto, te pregunto: ante el gran regalo del misterio de nuestra salvación ¿cómo reaccionamos?, ¿cómo comprendemos lo que significa para nuestras vidas?, ¿permitimos a nuestro Señor que nos llene con su gracia para rebosar de paz, de alegría, de conversión?

Esta reflexión es vital en este tiempo y si así la entendemos dejaremos al Niño Jesús actuar en nosotros. Nos transformaremos por su presencia en nuestras vidas. Recordemos que en la donación de su amor nos dice: “No me habéis vosotros elegido, fui yo quien os elegí, y os he destinado para que vayáis y deis frutos” (Jn 15,16).

Entonces, si asimilamos lo que es Jesús para nosotros por su libérrima voluntad y lo vivimos, no tendremos ningún problema para expresarlo y compartirlo con nuestro prójimo.


¿Por qué Él es para nosotros un regalo en esta Navidad?

Cada cristiano, consciente de lo efímero pasajero y caduco de este mundo, sabe agradecer por los dones de la vida, de la creación, de la amistad, de la familia, de la alegría y del amor. Aprovecha el tiempo y la gracia sobrenatural para ser agradecido y bendecir al Señor con obras. Siempre, a pesar de los escollos del sendero, se levantará agradecido por la compañía y presencia del Señor en su vida.

Esa presencia amorosa y misericordiosa que dice: ánimo, levántate, camina, yo confío en ti, solo te pido que confíes en mí y comprendas la inmensidad de mi amor. De ese amor hacia nosotros, por el cual se encarnó: “La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). “Dejémonos iluminar por su luz”, y de ella tomemos la fuerza para iluminar otras vidas, convirtiéndonos también en instrumentos de su amor.

Corramos presurosos al misterio de la Navidad, salgamos prestos a su encuentro y así como hemos sido bendecidos y redimidos con su presencia y compañía convirtámonos según su semejanza; recordando que somos sus creaturas predilectas creadas para una vida bien aprovechada, bien vivida y bien gastada para Él y para los hermanos. ¿Aceptas este reto?, ¿qué harás para asumirlo y entenderlo?

 

Por: P. Richard Alarcón

 

Compartir: