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Una mala experiencia familiar puede marcar a las personas de por vida  
Con ocasión del Sínodo de la Familia convocado por el Papa Francisco, que tendrá lugar entre el 5 y 19 de octubre del 2014 en la Ciudad del Vaticano, he querido profundizar un poco la importancia de la comunicación en la familia, y a su vez lo fundamental que puede llegar a ser en la sociedad actual.

Al igual que el amor, el tema de la familia es una “camisa de once varas”, pues nos abre a un sinfín de subtemas y de casos de los cuales podríamos hablar. Sin embargo, en este artículo he querido centrarme en la familia como centro de la sociedad. Y es que, cuando vemos a una persona y su comportamiento, solemos atribuir sus malas o buenas costumbres a su propia formación y criterio, pero ignoran el papel de una buena o mala familia en la vida de un ser humano.

Subestimamos demasiado la importancia de pasar momentos de calidad con la familia. El compartir tiempo en casa se ha reducido a que cada cual vive encerrado en su cuarto, las conversaciones abiertas y sinceras han pasado a ser momentos incómodos que se reservan solamente para “noticias fuertes o lamentables”.

Frente a este panorama, ¿qué podemos esperar de la siguiente generación, sino una serie jóvenes que son incapaces de sostener relaciones interpersonales de manera normal, que puedan mostrar un afecto libre y sin problemas hacia las personas que quiere y ama, que es capaz de ser transparente con lo que siente, he incluso frontal cuando está en desacuerdo?

El olvido. Factor crítico para una familia en crisis

Al hablar de familia y de actitudes, hemos de hablar necesariamente de costumbres. Es increíble el historial que puede uno encontrar detrás de una simple actitud o criterio. 

Para los que ya resolvieron la ecuación pues la solución está en romper con ese círculo vicioso de malas costumbres que desembocan en toda una serie de decisiones erróneas tomadas en cada generación. Y es aquí donde entra el olvido, pues éste nace de la cobardía de quienes prefieren seguir la corriente de las malas costumbres, reemplazando los malos momentos y posteriormente olvidándolos – hasta que vuelvan a ocurrir – a través de vías de escape como el alcohol o las fiestas, he incluso – y más común – con cuestiones que figuran como “buenas” como son los estudios, el trabajo o el ocio.
 
Aquellas personas llamadas workaholics (adictos al trabajo) suelen entregarse a este estilo de vida con el sencillo objetivo de olvidar sus problemas familiares o personales, o al menos para postergarlos aludiendo que el trabajo es una prioridad mayor.
 
Profundicemos con corazón abierto esta gran verdad que nos transmite San Juan Pablo II: La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida.”  
 

La escuela por excelencia es la familia, que a su vez es cenáculo de amor.

De allí que cometen un gran error aquellos que piensan que la enseñanza básica de sus hijos está enteramente en las manos de la escuela o el colegio, pues la escuela por excelencia es la familia, que a su vez es cenáculo de amor. Vale la pena entonces, aprender a descubrir el verdadero valor de las buenas costumbres en la familia, y a su vez el completo agradecimiento por aquellos que aún gozamos de tener a nuestros padres y hermanos entre nosotros, pues aunque la muerte es tan solo la puerta a la vida, el amor que vivimos aquí es ciertamente lo que le da el sentido a las cosas que hacemos. Regla de oro pues, para terminar: Si aquello que haces, aquello por lo que te desvives, no lo haces con y por amor, no tiene mayor sentido ni trascendencia, sino que está destinado a desaparecer, y tus sueños e ilusiones junto con ello. 
 
Por Steven Neira
@stevenneira
Vía: Aleteia 
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