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La verdadera responsabilidad social es no ser ajenos a las realidades que nos circundan.

Es un error dejar en “el mundo” -como una realidad ajena a nuestra responsabilidad- el deber de dar a la persona lo que le corresponde, o al menos lo que necesita. Incluso es equivocado decir que solo quienes tienen una posición económica acomodada, deben contribuir a la mejora de la sociedad.

Cada quien tiene que arrimar el hombro en la medida de sus posibilidades, e ir más allá de lo que se extiendan sus brazos, hasta llegar a palpar el corazón de los que más nos necesitan, que pueden estar más cerca de lo que creemos.

Este mundo es el único lugar temporal que tenemos para vivir y las personas somos las llamadas a hacerlo sostenible.

Apuntar al bien ser

Ya se entendió que responsabilidad social va más allá de construir una pequeña cancha de cemento para que los empleados de una empresa gocen.

Los empresarios ahora son conscientes de que la capacitación de su personal aporta a la productividad de sus empresas. Si bien aún falta integrar algunos criterios, como el que también los altos ejecutivos necesitan capacitarse, hacer todos los esfuerzos para que se cumplan los horarios de verdadero rendimiento físico e intelectual y procurar el debido descanso de los trabajadores, la verdadera responsabilidad social no busca atender solo el bien-estar, sino sobre todo el bien-ser de cada uno de los seres humanos.

Es importante mirar a la raza humana desde la óptica de que cada ser humano es único e irrepetible,  y es en la familia donde debe hacerse responsable de sí mismo y de los demás.  “Los demás” son los otros miembros de su familia próxima y extendida: familiares cercanos, amigos, vecinos,  y quienes trabajan o prestan algún servicio en su casa.

Somos los padres de familia los encargados de enseñar a nuestros hijos a hacerse responsables de las necesidades particulares de los demás. Los chicos han de ser conscientes de que cada persona tiene que satisfacer sus necesidades básicas, según las dimensiones que nos componen: lo material, lo afectivo y lo espiritual.

Familias íntegras

Los papás tenemos que capacitarnos y ejercitarnos en conseguir formar a nuestros hijos de un modo “completo”,  para que puedan crecer como personas verdaderamente íntegras.

Los hijos tienen que llevar sobre sus espaldas el peso de sacar adelante al mundo, desde el lugar en donde se encuentren en medio de sus actividades cotidianas. Esa es la verdadera responsabilidad social: el no ser ajenos a las realidades que nos circundan. Las realidades positivas que hay que repetir y mejorar, y las negativas deben cambiar.

Si en la familia, las personas que nos prestan sus servicios se encuentran a gusto porque son tratadas con dignidad, estamos empezando a ser responsables de la sociedad. Podemos hacer mucho desde la familia para que la sociedad sea mejor y más justa. Podríamos re-pensar lo que “por ley” debemos hacer.

Por ejemplo, si para nosotros es fundamental celebrar la Navidad en familia, debemos saber que para las personas que trabajan en nuestras casas también debe serlo, y si no lo saben, debemos enseñárselo. Sería muy bueno que ellas tengan “permiso” para pasar con sus familias, no solo en fin de año sino también, y con más razón, el día de Navidad.

La responsabilidad social es cuestión de todos. Nadie se puede quedar fuera. Si no lo aprendemos en la familia, va a ser muy difícil que asumamos este reto a nivel empresarial.  Y si viviésemos estos aspectos solo en el quehacer profesional, no seríamos del todo coherentes. La persona es la misma en todos los ambientes donde se desenvuelva.

La persona como hijo de Dios

 

Los hijos tienen que llevar sobre sus espaldas el peso de sacar adelante al mundo, desde el lugar en donde se encuentren, en medio de sus actividades cotidianas.

Realidades como el calentamiento global, la desnutrición infantil,  la supuesta escasez de agua dulce, las enfermedades, la preocupación por los espacios verdes, el desempleo, etc., deben verse desde todo su conjunto hasta llegar al hombre como promotor y protagonista de la mejora del mundo. Dejar un espacio de terreno más noble y sano para las futuras generaciones es competencia de la generación actual.

La protección de la vida desde el momento de la concepción es la salvaguarda de la responsabilidad social. Si nos desentendemos del cuidado del niño y la familia, nadie va a poder hacerse cargo del mundo “verde” que pretendemos preservar para las culturas venideras.

El tema de la responsabilidad social es tan amplio como el tema familiar, ya que abarca toda la dimensión de la persona y su relación y aporte a los demás en los diversísimos ambientes en donde se desenvuelve.

La Doctrina Social de la Iglesia nos invita a que planteemos propuestas afines a nuestra condición de hijos de Dios para elevar el nivel humano de las personas. La Iglesia nos da las pautas, pero somos las personas corrientes, las encargadas de ejecutar planes de acción que creen espacios más dignos, justos y a largo plazo en busca de un mundo mejor.

 

Cristina Melo Por Cristina Melo de Viteri
Restauradora y Museógrafa
macristinamelo@tvcable.net.ec
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