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Cuando su madre se enteró que sólo un transplante podría salvar la vida de Paulette, ya estaba embarazada de María José.

   Cada lunes tiene un sentido muy especial para Paulette. Este es el día que va a SOLCA para dar su testimonio sobre cómo superó la leucemia cuando tenía 8 años.
   Hoy, a sus 21 años, puede contarlo con toda la madurez y la perspectiva de una experiencia que deja huellas profundas.»Hablo con los padres de los niños enfermos y rezamos», nos cuenta Paulette. Trato de llevarles alegría, hacemos juegos con los más pequeños, me encanta estar con ellos.  También voy al tercer piso donde están los jóvenes», dice convencida de que ésta es la misión que Dios le regaló luego de su recuperación. «No lo tengo muy claro aún, pero por ahí va la cosa. Estudio nutrición para ayudar en la alimentación a los enfermos de cáncer, es probable que también estudie enfermería y me gustaría tener una Fundación para apoyar a las familias de los enfermos».
   Entre las muchas enseñanzas que le dejó su enfermedad está la fortaleza, algo que siempre vio en sus padres, Jaime y Piedad (Puchi), es lo que ella aconseja mantener, pase lo que pase. «Tienes que superar todo antes de entrar al cuarto de un enfermo.  Si vas a llorar o  a tener una discusión, hazlo afuera», ella no recuerda haber visto a sus padres llorar o desesperarse… y eso que su pronóstico era grave. «Mi papá era un estudiante de medicina en los Estados Unidos, no tenía posibilidades económicas, sin embargo buscaba soluciones y  estaba al frente de todo. Mi mamá recuerdo que me bañaba, me acariciaba, me engría, me contaba cuentos. En ningún momento supe que me iba a morir».
   Todo empezó cuando Paulette tenía cinco años y le diagnosticaron leucemia. Al principio su tratamiento consistió en quimioterapias, que le permitían continuar con su vida normal y asistiendo al colegio Saint Patrick de Miami Beach. Pero a los siete años tuvo una recaída. Sólo un transplante de médula ósea la podía salvar y las posibilidades de donantes eran muy escasas, casi imposibles, entre otras cosas, por el tipo de sangre de Paulette (AB positivo).

La llegada de una hermana

   Cuando sus padres supieron que sólo un transplante podía salvar la vida de Paulette, su mamá ya estaba embarazada de María José. «A ella nunca se le ocurrió que la bebé podía ser una donante, peor iba a  permitir que la pinchen… fue por medio del cordón umbilical que le sacaron la sangre cuando dio a luz», nos detalla Paulette.
«Quisiera que mi hermana logre sus metas, forme una familia, que pueda formar algún voluntariado. Y en especial, que sea feliz».
Ma. José
  El transplante se dio en el Jackson Memorial Hospital, en Miami, y fue el primero que se desarrolló en ese hospital por lo que tuvieron que hacer un centro especial. Paulette estaba muy débil para ser trasladada a Boston donde ya se daban este tipo de tratamientos; sin embargo, todo se complicó. «Cuando me hicieron el transplante se me metió una bacteria, estuve en coma.  La médula no se me prendió al instante». Pero gracias al equipo médico, y sobre todo a la ayuda que Dios les dio por la fe y las oraciones de la familia y los amigos, Paulette fue superando los obstáculos y logró su completa recuperación.
   Desde hacía mucho tiempo que Paulette quería una hermanita, por eso la llegada de Ma. José fue un evento feliz en su vida, más aún sabiendo que ella le había dado la salud y se habían terminado esos pinchazos en la espalda que tanto le molestaban. De aquella época Paulette recuerda que «la adoraba con mi vida, la abrazaba, le decía cuanto la amaba todo el tiempo, la quería cargar, no quería que nadie la toque, ¡era mi hermana!»
   De su lado, María José, que ahora tiene 13 años, dice que hoy volvería a donarle su médula «sin pensarlo dos veces». Se siente elegida por Dios y que vino al mundo para que su hermana pudiera vivir: «Dios es el dueño de la vida y Él me envió con un regalo, el regalo de salvar a mi hermana…»
«Los jóvenes deberían ir a hablar con los niños enfermos, darles ánimo, afecto y sobre todo darles fe. Es maravilloso ser para ellos  una fuente de alegría».
Paulette
   Ambas reconocen que comparten más que una misma sangre, pero que eso no las exime de las típicas peleas entre hermanas. «Al haberme curado  ella se siente con poder y autoridad sobre mí;  quiere lo mejor para mí, entonces opina sobre mi vida, habla con mi enamorado, etc.»,nos confiesa Paulette. Mientras que María José reconoce que «antes  discutíamos mucho, hasta que un día le saqué en cara que yo era su donante;  luego me arrepentí porque, gracias a ella,  pude ayudar a recuperar su salud».
   Tienen personalidades muy diferentes y eso salta a la vista. María José dice que su hermana es más espontánea y ella más reflexiva, a pesar de sus diferencias no dejan de reconocer lo mejor en la otra:«admiro en Paulette sus buenos sentimientos hacia las personas y los más necesitados», y la hermana mayor confiesa: «siento mucho amor por María José, aunque a veces me diga cosas duras. Siempre le digo que cuando tenga mi edad se va a dar cuenta de muchas cosas».

¿Una historia de película?

   Estrenada en el 2009, la película «My Sister’s Keeper» («La decisión de Anne») narra el drama de una pareja que luego de conocer que su hija tiene leucemia, decide procrear una hermana menor a fin de proveerle un donante compatible. Sobre este film Paulette opina que «hubo muchas cosas en común. Yo también estuve  entubada como la de la película pero  ella se murió, yo no.  Jamás estaría de acuerdo con utilizar a un hijo. Esa mamá nunca le dio importancia a su segunda hija. Entiendo que vivieron momentos de desesperación y que tuvieron a esa hija para salvar la vida de su otra hija, pero jamás debieron hacérselo saber y tratarla así, cada vez que la otra recaía la utilizaban como medicamento».
   Por su parte, María José está de acuerdo con los transplantes, cree que «son un acto de generosidad siempre y cuando no cambien los planes de Dios», y en un futuro le gustaría ser doctora o quizás psicóloga. Por el momento disfruta de la playa, sus amigos y de bailar jazz.
Paulette valora mucho el futuro en el que le encantaría formar una familia, aunque siempre se cuestiona si sería lo suficientemente fuerte como lo fueron sus padres, si tuviera que enfrentar una situación similar a la de ellos.
Por Katherine Calero de Ordóñez
Comunicadora Social Periodista
Master en Tecnologías de Información y Comunicación
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