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Postergar las tareas que nos resultan poco placenteras, a la larga nos produce 
algo peor: insatisfacción, baja autoestima, ansiedad y cansancio.

Aquella persona que con frecuencia contesta: “Ya mismo lo haré”, y luego: “Ya voy…”  para en un rato simplemente responder: “Me olvidé”, podría estar frente a un cuadro en el que se prefiere hacer primero las tareas más placenteras o irrelevantes, antes que aquellas asociadas a una sensación de desagrado, aburrimiento o incomodidad.

Cuando estas constantes faltas se acumulan y se postergan muchas acciones –lo cual se denomina procastinar– produce en la persona ansiedad, sensación de inutilidad, conflictos interpersonales, cansancio, estrés, etc., por las tareas que tiene pendientes de concluir.

Los más sensibles a procastinar

Algunas personas que se encuentran con un estado de ánimo negativo o decaído, podrían tener algunas manifestaciones como la de aplazar la ejecución de tareas, y se les puede llegar a instaurar el mal hábito de procastinar. 

Aquellas personas que, con pretextos y excusas, están frecuentemente dejando para luego, luego, luego… o quizás para nunca sus obligaciones, viven con el lema: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. ¡Desde mañana empiezo!”

Por otro lado, hay edades más sensibles a la pereza como la adolescencia, por ejemplo, donde se puede observar un cierto rasgo de oposición, dejadez o comodidad. Con estas actitudes se conjugan faltas a la obediencia, puntualidad, orden, organización, responsabilidad y fortaleza, en forma conjunta. Muchas veces, las tareas o acciones postergadas, se las percibe como abrumadoras, incómodas, difíciles o estresantes, por lo que se las evade consciente o inconscientemente.

El perfeccionismo extremo o el miedo al fracaso también son factores para procrastinar.

Imaginemos si las tareas escolares son asumidas como aburridas o inútiles, probablemente los estudiantes que no dominen su voluntad hacia el bien, optarían por la procastinación de sus obligaciones; por lo que es fundamental trabajar en la responsabilidad y puntualidad.

Aquellas personas que con pretextos y excusas están frecuentemente dejando para luego, luego, luego… O quizás para nunca, sus obligaciones, viven con el lema: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. ¡Desde mañana mismo empiezo!

Y tú, ¿procastinas?

Estos son algunos aspectos en concreto, que solemos postergar:

Tareas cotidianas. Actividades relacionadas con el funcionamiento ordinario como el arreglo del closet, visita al doctor, devolver las llamadas, revisar correos. Al no cumplirlas pueden llegar a generar incomodidad y frustración por tenerlas pendientes.

Crecimiento personal. Obstaculizar a que la vida mejore con el ejercicio recomendado para nuestra salud, conversaciones pendientes, seminarios de actualización profesional, visitas a familiares enfermos, terminar con un mal hábito o dependencia, etc.; esto produce una sensación de insatisfacción, baja autoestima, inseguridad en el logro personal. 

Compromiso con los demás. Fallas con otras personas al desatender compromisos asumidos, obligaciones laborales, citas, impuntualidad, etc., ocasiona pérdida de confianza y respeto de los demás hacia nosotros mismos.

Te damos estas sugerencias para la lucha contra la procastinación:

• El secreto está en simplemente comenzar, tener claros los plazos de entregas o fechas límites para cumplirlos, manejar una agenda o una lista de cosas por hacer. Organizar las actividades pendientes en relación a importancia y a urgencias. ¡Simplemente empezar! No pierdas más tiempo. Dejar de lado los pensamientos o sensaciones desagradables, que muchas veces son visiones negativas de la realidad, obstáculos que nosotros mismos nos creamos.

• Si algún trabajo es excesivamente abrumador, y no encuentras el momento para empezar, es mejor dividirlo en pequeñas tareas. Animarse uno mismo en la medida que vaya terminando cada parte.

• Es importantísimo organizar los espacios de trabajo, los espacios en casa, procurando que todos sepan dónde se guardan las cosas, se puede incluso preparar el lugar de trabajo, para inspirarse y estar cómodo.

• En algunas ocasiones es conveniente pedir ayuda, informarse o trazar estrategias para algunas tareas o compromisos asumidos, porque simplemente no se sabe cómo resolverlos. Aceptar que se pueden cometer errores, de esta manera baja el nivel del estrés sobre la tarea. Es conveniente hacer las cosas con buen ánimo, estar saludable (hacer ejercicio, comer bien, dormir lo suficiente) para poder rendir.

• Evitar las distracciones. Cuando te dispongas a trabajar, ten a la mano todo lo que vas a requerir para evitar perder tiempo o tener excusas para continuar hasta el final.

¡Disciplina, voluntad y constancia!

• Evitar las excusas que minan el espíritu de lucha y el esfuerzo que están implícitos en toda tarea. Las cosas buenas requieren siempre de entrega, de valentía y de constancia hasta el final. ¡Ánimo! Comenzar y recomenzar hasta lograr las metas propuestas. No hay mayor tranquilidad que el deber cumplido a tiempo, realizado con alegría y lo mejor posible. Así que, estemos atentos a nuestras propias conductas, midamos nuestra eficacia, y corrijamos a tiempo hábitos que se pueden convertir en defectos o desajustes del comportamiento. Hay que aceptar las responsabilidades que nos tocan, y motivarse con metas cortas cumplidas, que generen autoconfianza.

Por Mónica Morla de Salvador 
Mg. en Neuropsicología y educación 
monica_morla@yahoo.es – 099744594

 

 

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