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De amas de casa, a amantes del hogar. Hablemos de los roles de las mujeres en estos tiempos de gran incertidumbre debido al coronavirus.

— Profesora: Pedrito, ¿tu mamá qué hace?
— Pedro: Nada profe. ¡Ella solo está en la casa!

Como «malabarista», así es como me siento todos los días de mi vida, intentando conciliar mi rol de esposa, madre y trabajadora. Ya no sé si agradecerle o cobrarle a la revolución industrial, a la lucha por la igualdad de género, al deseo de realizarme profesionalmente o a la economía familiar.

A diferencia de la mamá de Pedrito, nuestro rol como mujeres se ha potenciado en nuevos ámbitos. Pero ¿lo estaremos haciendo bien?, ¿cómo priorizar lo verdaderamente importante?, ¿qué hacer para evitar equivocarnos en estas múltiples responsabilidades?

Hoy quiero compartirte las tres reflexiones acerca del llamado especial que tenemos las mujeres, que de seguirlas, te ayudarán como me han ayudado, a tener mayor certeza sobre el ejercicio de nuestro rol.

 

 

Debemos ser sabias

Es casi imposible nombrar este adjetivo y no recordar Proverbios 14,1: «La mujer sabia edifica su casa». Aquí sabia, más allá del conocimiento se refiere al comportamiento. Algunos ejemplos son:

Ser sabia es reconocer y promover el momento más adecuado para conversar con mi esposo un tema álgido.

También es cambiar conscientemente ciertos patrones de mi infancia, y expresar con respeto mi punto de vista.

Ser sabia es poder hacer una corrección a mis hijos o compañeros de trabajo, sin ser despectiva, usando palabras constructivas.

Y definitivamente ser sabia es esforzarme por identificar lo que siento, asumir mi propia responsabilidad y compartirlo sin hacer culpable al otro.

En otras palabras, ser sabia es esforzarme por conocerme profundamente y conocer a los demás, es actuar con amor, es saber priorizar.

 

 

Amantes de nuestro hogar

Vivimos tiempos de contradicciones. Mientras muchas mujeres se sienten menos tras expresar que no trabajan y se dedican «solo» a su casa, otras tantas añoran suspender su agitada vida y pasar a ser «mujeres F.M– 1».

Más allá de si la mujer tiene o no un ejercicio profesional fuera de casa que también la dignifica, hay un rol esencial desde su naturaleza que no se puede tercerizar: el de ser «amante de su hogar».

Amante es quien ama con intensidad, con insistencia, ¡con propósito!

Ser amantes de nuestro hogar es amar a nuestra familia por encima de todo amor terreno.

Es apreciar que nuestras palabras, gestos y acciones los alimentan, los nutren y los hacen crecer. Los desarrollan, los motivan y los inspiran.

Es potenciar esa capacidad para ser las primeras en reconocer e indagar que algo anda mal con alguno, y es tener la pericia para saberlo abordar y resolver.

 

 

Cuidadoras de la vida

Cuidar es asumir la responsabilidad del bienestar de alguien. Es ocuparnos de que se encuentre bien en lo físico, afectivo, social y espiritual. Es cuidar a quienes queremos, y cuidarnos para ellos.

Hay tres grupos de personas a quienes estamos dirigidas:

Yo misma: ¿Cómo me cuido? Claramente esta pregunta va más allá de ir al gimnasio o hacer dieta. ¿Cómo alimento mi vida espiritual?, ¿qué espacios o prácticas cultivo para escucharme, conocerme y cuidarme?

Mi familia: ¿Conozco y promuevo los anhelos del corazón de mi esposo y de mis hijos?, ¿cómo me ocupo de honrar a mis padres —a mis suegros—?

Mi comunidad: ¿Me siento parte de?, ¿cómo puedo comprometerme con la causa del vecino y dejar de ser indiferente a lo que pasa a mi alrededor?

Mujeres: hemos sido capacitadas por el Padre para ser sabias, ser amantes y ser cuidadoras. Nuestras familias nos necesitan. Que la gracia de Dios nos acompañe para seguir ejerciendo con amor y valentía nuestro rol.

 

 

Escrito por: Artículo elaborado por José Julián y María Helena, vía Catholic-Link.

 

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