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¿Qué es lo primero que haces cuando te sientas a la mesa? Un video que te dirá cómo va tu vida espiritual…

Cada vez es más frecuente sentarnos a la mesa con el celular al lado de los cubiertos. O quedar para un café con amigos y pasarnos la mayor parte del tiempo con los ojos en el móvil y no brindando calidad a la persona que nos acompaña.

También vemos escenas en restaurantes en las que los niños tienen al lado de su plato un soporte con un celular o tableta con un video de YouTube. Pareciera que necesitamos de nuestro teléfono para sostener nuestras interacciones o para que los niños se queden quietos y coman.

La gratificación instantánea que producen los contenidos en las redes o en general del internet parece en un destello satisfacer nuestra necesidad de conectar. Nos hacen sentir cómodos y nos liberan momentáneamente del aburrimiento.

Sin embargo, están acabando con nuestra capacidad de mantener periodos sostenidos de atención. Apagan nuestro motor natural de búsqueda de la sorpresa, pues al darnos un poco de «emoción» cada vez que deslizamos la pantalla, hacen que nos olvidemos de que fuera de ella hay cosas que de verdad valen la pena, como sentarnos en familia a la mesa.

Te invito a observar y escuchar el siguiente anuncio comercial en el que se describe lo que muchos llevamos a la mesa.

Nutrir mente y espíritu

¿Notaste que todo es rápido? Parece que no hay tiempo para comer. Se hace énfasis en los tiempos de preparación y en la facilidad para consumir el producto en cualquier espacio. ¿Notaste que es un producto para comer rápido y a solas?

Algo así sucede con las pantallas. Nos ahorran leer un buen libro, pedir un consejo e incluso conocer algún lugar. O preguntar a alguien qué tal estuvo su viaje, pues ya le diste like a la foto.

Nuestra mente y espíritu, al igual que nuestro cuerpo, también se nutren. Así como cuidar del equilibrio de nuestra alimentación es importante, también lo es cuidar de los contenidos que consumimos. De los momentos en los que los consumimos y de dónde y cómo los consumimos.

 

 

¿Qué, cuándo y por qué consumimos….?

¿Has oído hablar de la alimentación intuitiva? La alimentación intuitiva es un estilo de vida que algunos nutricionistas promueven. Aseguran que es la manera más efectiva de evitar la adquisición de hábitos nocivos y el surgimiento de trastornos de la conducta alimentaria, y que a largo plazo es la mejor forma de mantener un estado de salud óptimo.

No tiene reglas, como horarios, ayunos, porciones ni un orden específico de los alimentos. Sí anima a tomar decisiones conscientes y respetuosas con nuestra salud. Te anima a informarte sobre los efectos de ciertos alimentos o productos comestibles y los efectos en nuestra salud y estado de ánimo.

Podríamos hacer la misma analogía respecto a los contenidos que consumimos. No basta con bloquear nuestra pantalla cuando superamos los minutos de redes sociales.

Vale la pena hacer una reflexión personal sobre por qué y cuándo consumimos las redes. A quiénes seguimos, qué páginas visitamos y cómo nos permiten crecer o acceder a un rato de buen humor. ¿Cómo nos sentimos después de hacerle scroll a la pantalla? ¿Somos capaces de dejar el móvil guardado cuando estamos con alguien?

Comenzar a reflexionar sobre cómo nos alimentamos, lo que comemos, lo que miramos, lo que escuchamos, nos permite afinar nuestra atención y dejarnos inspirar por el Espíritu Santo para desear el silencio, conocernos mejor, prestar verdadera atención al otro y fortalecer nuestra voluntad.

Esta noción de la importancia de la calma que permite liberarnos de ataduras y pendientes nos deja espacio para lo importante: saborear la vida que nos ha sido dada.

 

 

Compartir tiempo de calidad

Piensa en la corriente del slow food. Se trata de un estilo de comida contraria a la comida rápida, que implica un estilo de consumo sostenible y de calidad, que evita las prisas e invita a disfrutar de sabores reales.

Este es un ejemplo de los beneficios de dedicar un tiempo a comer, a prestar atención a qué saben las cosas, prepararlas y disfrutar del proceso, lo que provoca una mayor conciencia de la elección del origen de nuestros alimentos, de su variedad y forma de preparación. Tomarnos tiempo para analizar lo que consumimos y cuándo consumimos ciertos contenidos tiene el mismo sentido.

Ir más lento, dejar que Jesús nos encuentre y el Espíritu Santo nos habite a través de las pequeñas experiencias y sorpresas que impactan en nuestro cuerpo y mente a través de los sentidos, es también participar en la dignidad de la imagen de Dios y reconocerla en los demás.

Así que la mesa se nos presenta como un buen momento para admirar la variedad de colores y sabores dispuestos para nuestra nutrición, valorar qué es lo que comemos, cómo y para qué lo comemos, pero también para compartir sus posibilidades y tiempo de calidad con los demás. Deja el móvil y conéctate contigo y con los demás y mejor si es sentados todos en la mesa.

 

Escrito por: Leily Diazmacip, Consultora familiar y docente, vía Catholic-Link.

 

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