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Una serie de huracanes y sismos en México y el Caribe ponen a prueba no sólo los servicios de emergencia, sino el paradigma de solidaridad de nuestra sociedad.

Temporada de desastres naturales

La zona sur de la República Mexicana fue afectada por un sismo de 8.2 grados (escala de Richter) causando la devastación de la ciudad de Juchitán, y dejando casi 100 muertos en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco.

Además, las islas del Caribe y la costa de Florida fueron destrozadas por el huracán “Irma”, mientras que el litoral mexicano fue alcanzado tanto por “Katia” en el Golfo de México, como por “Max” en el Pacífico. Estos fenómenos meteorológicos dejaron la menos 55 fallecidos, y grandes daños materiales en Cuba, Florida, y las islas Barbuda, San Martín y San Bartolomé. (BBC Mundo, 12 sep. 2017 y 13 sep. 2017)

Los daños “no registrados”

Los estragos de infraestructura se pueden visualizar y medir con relativa facilidad. En cambio, los daños morales son más fuertes y menos perceptibles por parte de quienes no estamos en las zonas damnificadas.

En efecto, hay personas heridas, familias separadas, poblaciones incomunicadas, además de la carencia de agua potable y alimentos. Junto a esto, la vida social quedó paralizada: numerosas casas habitación, iglesias, hospitales y escuelas fueron destruidas o dañadas. Esto significa que la vida cotidiana ha quedado gravemente deteriorada para muchas comunidades. Ahora viven en refugios o en la calle y no tienen a dónde acudir para recibir cuidados médicos, tomar clases o comprar víveres.

El desafío de la solidaridad

La magnitud de la devastación en el Caribe es de tal magnitud que han intervenido los países que poseen islas en esa zona: Estados Unidos, Francia y Holanda, además de los gobiernos locales en Florida y Cuba.

La ONU, que estima que los afectados por “Irma” ascienden a 37 millones, desplegó un equipo que trabajará conjuntamente con el Organismo del Caribe para la Gestión de Emergencias en Casos de Desastre (CDEMA). (ONU.org, 6 sep. 2017). Junto con la ayuda oficial, la Iglesia Católica también juega un papel importante en la ayuda material y económica. En la zona mexicana afectada por los sismos, la organización Cáritas entregará 200 toneladas de víveres y productos de primera necesidad. Además, se realizó una recaudación económica en las parroquias del país, solicitada por la Conferencia del Episcopado Mexicano. (Cáritas mexicana, 14 sep. 2017)

El peligro de las tragedias olvidadas

Después de la destrucción material, ahora viene el problema de que los damnificados sean olvidados, y tengan que reiniciar sus vidas sin ningún recurso. Como en la zona mixe de Oaxaca, que no ha recibido ayuda oficial después del sismo y del paso de dos huracanes (El Universal, 14 sep. 2017). Lo mismo en Niltepec, Chiapas, donde la gente escribió al gobernador: “tenemos hambre, tenemos sed y dolor”. (El Sol de México, 13 sep. 2017)

Epílogo

Deseamos que el resultado final de los huracanes y del sismo sea un nuevo modo de entender la solidaridad. Primero, que pasemos de la “ayuda inmediata” a la ayuda “sostenida”, para que ya no haya más damnificados olvidados. Y segundo, se haga parte de nuestra cultura la “solidaridad coordinada” de gobierno, sociedad civil e instituciones religiosas.

Por: P. Luis-Fernando Valdés

@FeyRazon   lfvaldes@gmail.com

http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

 

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