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El exceso de información en la vida estudiantil puede ocasionar que los chicos sean únicamente consumidores de contenido y no creadores de nuevas ideas.  

Hoy en día tenemos más información disponible que nunca en la historia: a través de una búsqueda web en nuestra computadora o, más fácil aún, haciendo una consulta por voz al asistente de nuestro teléfono. Esto es bueno desde muchos ámbitos, pero a nuestros hijos –que manejan esta tecnología y que también deben cumplir con las exigencias del colegio– se les puede dificultar articular ambos procesos.

La educación que se entrega en una institución busca un proceso formativo que  involucre el ejercicio de la memoria para manejar contenidos y desarrollar habilidades. Pero ante la avalancha de información nuestros chicos podrían terminar sucumbiendo al riesgo más grande de este fenómeno: que se conviertan en meros consumidores de información y no sean capaces de producir, aportar y crear contenidos tanto para el mundo virtual como para el real.

Nuestro rol de educadores y padres nos llama a marcar ciertas pautas para que ellos puedan seguir desarrollando sus habilidades, sin ser ajenos al mundo que los rodea.

Administradores de su tiempo

Desde hace algunos años, la educación ha pasado de priorizar los contenidos a enfatizar los procesos y habilidades; por eso en las calificaciones tienen más peso la actuación en clase, el trabajo en equipo y las evaluaciones periódicas, que el temido examen final.

Como papás, deberíamos sentarnos al inicio del año –o ahora al inicio del segundo quimestre– y acordar con cada uno de nuestros hijos un tiempo y un lugar para estudiar.

Esto también nos llama a hacer un cambio en la forma en que nuestros hijos refuerzan su proceso escolar desde la casa. Ya no podemos esperar que un chico, para que sea exitoso en el colegio, se “encierre” la semana de exámenes a estudiar y listo; lo ideal es que día a día refuerce lo aprendido y lo vaya complementando.

Como papás, deberíamos sentarnos al inicio del año –o ahora al inicio del segundo quimestre– y acordar con cada uno de nuestros hijos un tiempo y un lugar para estudiar. Que por mutuo acuerdo el chico sepa que tenga o no tenga deberes, hayan o no tenido clase nueva, el profesor haya faltado o cualquier otra excusa que se puedan inventar, todos los días tiene que dedicar un tiempo en casa a pensar en el colegio. Así se fomenta el hábito de que ellos sean responsables de administrar su tiempo.

Capacidad de organizarse

La jornada para revisar el contenido escolar en casa no debe ser demasiado larga, a veces con 30 minutos al día es más que suficiente, lo importante es que controlemos que este tiempo se cumpla. Una llamada de supervisión desde la oficina a la hora que debería empezar a estudiar, un mensaje al celular si estamos en alguna diligencia o darles la vuelta si estamos en la casa, es suficiente para hacerles saber que estamos pendientes y que para nosotros ese tiempo es importante. Si lo hacemos con constancia, la mayoría de chicos no tardarán en entender que es mejor “salir de eso rápido” y efectivamente estudiar el tiempo acordado para luego poder dedicarse a otras cosas.

De esta forma, además de fortalecer sus hábitos de estudio y colaborar con la labor de los profesores en el colegio, fomentamos su independencia, su capacidad de organizarse, de tomar decisiones y de crear estrategias para resolver problemas. Esas son las herramientas que los van a convertir en verdaderos ciudadanos productivos de este mundo que les toca vivir.

Por: Inés Cobo de Gilbert

Psicóloga

Directora Ejecutiva Sir Thomas More

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