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Vivir lo impensado puede ser un gran desafío y mucho más si eso afecta nuestra rutina diaria. Conoce cómo afrontar la adversidad.

Cuando sucede algo que nos desconcierta sentimos sorpresa, frustración, tristeza, incluso pensamientos negativos. Nuestra cotidianeidad se ve interrumpida, desafiada por cambios bruscos que pueden percibirse como amenazas. Esto por si solo ya rompió con el equilibrio confortable de nuestro día a día. ¿Qué sucede si además esa alteración se debe a circunstancias violentas que ponen en riesgo nuestra seguridad y la de nuestros seres queridos?

 

 

Vivir con la amenaza

Ante la presencia de un estímulo percibido como amenaza o peligro, los organismos vivos nos ponemos en alerta (F3: Fight – Flight – Freeze) Este es nuestro mecanismo de protección; respuestas fisiológicas automáticas para preservar la vida: luchar si la amenaza está a distancia alcanzable y nos sentimos capaces, huir si vemos la oportunidad o paralizarnos al no ver opciones y así, además, preservar energía.

Este estado de alerta podría asemejarse a escuchar la alarma de un vehículo activada, sin parar de sonar. Cuando notamos el ruido, (léase, imágenes en las noticias, textos que llegan a nuestro celular, videos de encapuchados armados junto a figuras conocidas de la TV) nos sobresaltamos, se activan nuestras alertas y si el ruido (amenaza) desaparece, nuestro organismo regresa a la calma. Si la situación percibida como amenaza se prolonga en el tiempo, nuestro organismo soporta estrés prolongado y no podemos recuperar el equilibrio rápidamente. Mientras la alarma del vehículo sigue sonando (videos violentos y mensajes alarmistas circulando en chats) nuestro día transcurre, a sobresaltos, pero continúa.

Cuando la alerta empieza a disminuir, el ruido ya no nos desespera; mientras más tiempo transcurre, nos incomoda y debido a mecanismos de habituación y de-sensibilización, nos vamos acostumbrando a su presencia, es decir, dejamos de prestarle la misma atención que al principio. Sin embargo, ese ruido no deja de estar presente. Al final del día, aunque no tendremos muy claro de dónde nos viene, sentimos malestar.

Esto nos sucede en Ecuador. Aquí solo hablo de Guayaquil durante el 9 de enero de 2024, cuando una incursión armada de 13 sujetos encapuchados sometió a personal que realizaba, en vivo, el noticiero estelar del medio día. En transmisión continua pudimos observar la incursión de los antisociales, el sometimiento del personal del noticiero, la intervención de la Policía Nacional, la búsqueda y aprensión de los intrusos armados, así como su traslado.

Simultáneamente al ataque terrorista al canal de televisión TC y durante varias horas de la tarde, nos llegó información sobre ataques armados en distintos puntos de la ciudad. Pasamos la tarde en zozobra, lidiando con el miedo y la congestión vehicular tratando de llegar a nuestros hogares a reencontrarnos con los nuestros y ponernos a buen recaudo.

Las descargas hormonales -adrenalina y cortisol- asociadas a niveles altos de estrés (como cuando sentimos miedo) cumplen una función adaptativa, nos activan para la supervivencia. Sin embargo, si el evento adverso o estresante, se percibe de manera prolongada en el tiempo, esta activación o tensión física, nos causa diversas afectaciones tanto físicas como mentales.

¿Qué nos pasó una vez en casa y llegada la noche?, ¿Qué pudimos notar?

 

 

Les presento a la ansiedad

Ese malestar está asociado con la pérdida de control sobre la situación que nos rodea, así como con el reconocimiento de nuestra propia vulnerabilidad y la de nuestros seres queridos.

Mientras esta situación de “alarma” se mantenga, podremos notar sus manifestaciones en nuestra vida diaria. Como una de estas respuestas del organismo, podemos sentir que algunas partes del cerebro se nos apagan o no funcionan. Decimos “estoy bloqueado” “no puedo pensar” “no me puedo concentrar” – Manifestación cognitiva. Otras respuestas son dolores de cabeza, palpitaciones, dificultad para respirar, insomnio, poco apetito, mucho apetito, tendencia a ingerir alcohol, evitar ver noticias, ver demasiadas noticias – Manifestación física y conductual.

 

 

Ecuador nos necesita sanos

La buena noticia es que ese estado es reversible. Contamos con mecanismos para apagar esta alarma molesta y constante que nos mantiene alterados.

Sin ser egoístas o indolentes con la alta conmoción social que vive el Ecuador y la triste injusticia social que la causa y sostiene, el auto cuidado es necesario. El Ecuador nos necesita sanos y fuertes para trabajar y contribuir al bienestar de la sociedad.

Uno de estos mecanismos, básico y muy poderoso se llama: RESPIRAR

Sí, ese proceso automático, casi imperceptible y al que no valoramos lo suficiente. Cuando le prestamos atención y le dedicamos momentos de plena consciencia, nos permite relajarnos y gestionar de mejor manera nuestras emociones. En otras palabras, calmar la amígdala, ese pequeño órgano que funciona como centro de operaciones donde se combinan/integran las emociones y las respuestas o conductas que esas emociones nos generan. Ahora está híper alterada por el miedo y la incertidumbre.

Así como nos aseguramos de llegar a casa sanos y salvos y confirmar que los nuestros también lo lograron, debemos limpiar nuestra mente y cuerpo de los efectos de la ansiedad.

Empecemos por practicar respiraciones profundas, 5 o 6 inhalaciones por la nariz, muy lentas, llenado nuestro vientre de aire, no nuestro pecho; expulsándolo también por la nariz, muy lentamente. Hagámoslo al menos 5 veces al día, en distintos momentos, especialmente al acostarnos a dormir.

Continuemos con reconocer que las emociones y sensaciones son pasajeras, cuando lleguen las sensaciones desagradables, no nos esforcemos por ignorarlas o alejarlas, hay que darles cabida, reconocerlas y aceptarlas como lo que son, productos naturales del miedo y de la incertidumbre que vivimos.

Comprender los modelos explicativos de cómo funcionamos ante la adversidad no es la receta mágica, no hay receta alguna. Comprender sí es un paso previo a estar mejor.

El siguiente paso es observar lo automático de nuestro sentir, pensar y actuar. Nos permite tomar decisiones, estando un poco más conscientes de lo que está pasando. Eso es lo que nos permite hacer cambios para sentirnos mejor. Ese instante de reflexión es la pausa que necesitan las respuestas automáticas. Usar esta pausa nos da la oportunidad de aceptar que en este momento, cuando llegamos al refugio, podemos parar un rato, planificar acciones, buscar recursos y fortalecernos para continuar.

El Ecuador se desangra pero nosotros podemos estar saludables, presentes y consientes.

¿Quién dijo que todo está perdido?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

 

 

Escrito por: Ana Paulina Sotomayor Paredes

Licenciada en Psicología Clínica – UCSG

Psicóloga Clínica – UCSG

Magister en Psicología – PUC

Formación y experiencia en: Psicología Social-Comunitaria, Gestión de Riesgos de Desastres.

Calidad de servicios de educación y material educativo.

Psicoterapeuta de adultos en consulta particular.

 

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