“Asegurarse de que los frutos del trabajo humano no se pierdan es una cuestión de justicia”, dijo el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y presidente de Caritas Internationalis, el pasado 30 de mayo en Roma durante la sesión Nº 154 del Consejo de la FAO, reunido para reflexionar sobre la reducción de la pérdida de alimentos.
Cada año se desperdicia alrededor de un tercio de toda la comida para consumo humano, unos 1.600 millones de toneladas, junto con toda la energía, agua y químicos necesarios para producirla y venderla.
Casi el 40% del desperdicio se realiza en las fases de pos-cultivo y elaboración en los países en vía de desarrollo. En el mundo industrializado, gran parte del derroche procede de consumidores que compran demasiado y tiran lo que no comen.
“La solución a esta injusticia no es solo técnica”, el hambre es una “crisis humana”, dijo Tagle en el evento que fue organizado por el Observador Permanente de la Santa Sede y los Órganos de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
En declaraciones a Radio Vaticano, el cardenal indicó que “la solidaridad” y la “comunión del bien” están por debajo de la lógica del “mercado y la ganancia” que parecen ser más “importantes”.
Tagle invitó también a que “cada persona y familia haga un examen de conciencia” sobre cuáles son los valores de nuestras vidas. “El Papa Francisco nos dice que desperdiciar comida es como robar a los pobres”, añadió al respecto.
La FAO estima que la huella de carbono de comida desperdiciada equivale a 3.300 millones de toneladas de dióxido de carbono al año.
Igualmente, el organismo de las Naciones Unidas recomienda que los negocios den la comida sobrante a las organizaciones benéficas y desarrollen alternativas para deshacerse de la basura orgánica en basureros.
“Es verdad que en nuestra cultura del descarte se bota no solo comida, sino también el agua, el vestido; los valores son descartables y el bien de los demás no hace parte de nuestra conciencia”, concluyó Tagle.
Fuente: aleteia.org